12 de octubre: día de la Hispanidad y de la Fiesta Nacional de España, además de la patrona de la Guardia Civil. A partir de ahora, habrá que reseñar que fue la tarde de la despedida de Manuel Jesús “El Cid” de los ruedos españoles, y europeos. Y no pudo hacerlo de la mejor forma, deleitándonos con su exquisito toreo. Si bien es cierto, le correspondió en suerte un toro de bandera, bravo y encastado, de la familia Matilla. Sí, yo también me sorprendí. Buena corrida en conjunto, además de bien presentada. Aunó clase y exigencia, con las complicaciones propias de la casta. También hicieron el paseíllo “El Fandi” y Alberto López Simón.

Desde que rompió el paseíllo, tras que sonaran los acordes del Himno Nacional, la tarde fue para el Cid, y el Cid, de la tarde. Pese a la categoría que tuvo en sus momentos, se despedía con un cartel modesto. La honradez y sencillez de un gran torero. Saludó la ovación que el público maño le tributo, nada más se recogieron las cuadrillas. De ahí, pasó a saludar a su primer toro. El animal embistió con casta y con cierta exigencia, destacando su buen pitón izquierdo, por su buen recorrido. Sin embargo, nuestro gozo en un pozo, pues el animal se lastimó la mano derecha. Toda la mala suerte que, en el primero de su lote, tuvo el sevillano, se le compensó en el segundo. Correspondía al nombre de “Derribado”, herrado con el número 44 y pertenecía a los Hermanos García Jiménez, y fue premiado con la vuelta al ruedo. Desde que asomó por chiqueros, embistió con codicia y clase, si bien se tenía que dominar el torrente de casta antes de ceder en las buenas embestidas. Empujó en el caballo, sin acabar de humillar. Mal tercio de varas de Juan Bernal. Tampoco estuvieron acertadas las cuadrillas en el segundo tercio. Sin embargo, poco importó, pues el toro rompió a embestir en el tercio de muleta. El Cid brindó a su cuadrilla y a todos los que, durante su última temporada, le han acompañado. El toro tuvo recorrido y más humillación, cuando se le bajaba la mano y se le llevaba largo, por el pitón derecho. Por el zurdo, reponía mucho más, tanto como exigía. El Cid lo cuajó y lo entendió sobre la mano diestra. Por el izquierdo, le costó algo más, con tandas más cortas y saliendo a tomar aire. Sin embargo, hubo naturales largos y profundos. Mató de buena estocada. En el exigente, y justo, palco presidencial asomaron tres pañuelos: dos blancos y uno azul. El Cid dio su última sentida vuelta al ruedo con un pañuelico al cuello y la bandera de España.

A El Fandi le correspondió un lote de mucha clase, sobre todo el segundo. Ante ambos animales mostró su repertorio habitual. Desde que los para con el capote hasta que se arrastra el toro, sin olvidar los tercios de banderillas ni la preocupación por colocar los toros en el caballo. En su primer toro, jugó bien con las querencias, dada la escasa fijeza del animal, en el segundo tercio. Sin embargo, en la muleta demostró buena clase, sobre todo, cuando se decidió llevarse el toro para terrenos más de fuera. En los de dentro, se vencía mucho, sobre todo por el izquierdo. El granadino estuvo en su línea. Su segundo tuvo clase a rabiar, pero no acompañada de una nobleza ovejuna. Despliegue de facultades y disposición en los dos primeros tercios. Inicio de faena de muleta con dos series de redondos de rodillas. Sin embargo, muchos, muchísimos, muletazos y ninguno para el recuerdo. El magnífico toro no tuvo suerte. El Fandi lo despenó con contundencia y paseó una oreja por el conjunto de su tarde.

Aún soy incapaz de comprender cómo López Simón puede estar en todas las Ferias, en tantas corridas y en carteles de importancia, aunque cada vez menos. Su primer toro fue el de menos trapío, sin llegar a las situaciones bochornosas e insultantes de Juan Pedro Domecq y Cuvillo. El animal tuvo buena condición por el pitón derecho, dado que por el zurdo acortaba mucho más su viaje. El comienzo de faena fue arrollado y contra indicado a la condición del toro. Como toda la desestructurada faena que fue una concatenación de trallazos y pases destemplados. López Simón, él solito, agrió y estropeó un toro que merecía mejor trato. El sexto fue un toro muy manso, que puso muchas complicaciones a la lidia. Tampoco merece la pena comentar la labor de López Simón.

Y de esta forma, tal como la he sentido y vivido, la he intentado trasladar al lector. Siempre nos quedará el buen sabor de boca de saber que un gran torero se fue como sinceramente merecía. Adiós Manuel Jesús, mucha suerte. Siempre recordaremos esa prodigiosa mano izquierda.

Por Francisco Díaz