Los palcos que formaban una gradería de tres pisos se derrumbaron de repente. Unos 30 metros de tablones se vinieron abajo. Cayeron encima de la gente. La aplastaron. Los toros se quedaron quietos en la arena, paralizados, viendo la caída del castillo de naipes más sanguinario de la historia de Colombia.

Pasó hace 40 años, el 20 de enero de 1980. Los sobrevivientes y familiares de las víctimas coinciden en describirlo así, como un «castillo de naipes». El recuerdo permanece fresco en la memoria de los sincelejanos.

Murieron 400 al instante. Hubo más de 2.000 heridos con contusiones, piernas y brazos rotos. La tragedia partió en dos la historia de Sincelejo y la «fiesta brava».

Cada 20 de enero se celebraba en esta ciudad del caribe colombiano la corraleja (corrida de toros) más grande del país. 40 toros, uno por uno, salían al ruedo. Los llamados manteros los enfrentaban con capote y con muleta. Cerca de 20.000 personas disfrutaban el espectáculo. Trompetas, flautas, trombones y redoblantes ponían la banda sonora.

Pero ese 20 de enero no había sol en la arena. Una nube negra cubría el cielo. «Había caído un aguacero de padre y  muy señor mío». Llovió por más de dos horas. El público ubicado en las graderías se acumuló atrás, buscando refugio bajo los techos. Los palos sostenedores de atrás se debilitaron mucho. No soportaron. Eran las 3 de la tarde.

«Un pueblo que había vivido una tradición de repente vio desbordados sus sentimientos con un siniestro, algo aberrante. Fue muy difícil de manejar, sobre todo para una población con servicios de salud limitados», recuerda Amador.

Los hospitales de poblaciones cercanas se atiborraron. Corozal, Tolú, San Pués, Cartagena. La emergencia sobrepasó la capacidad de atención. «No había cabida para una tragedia tan grande». Incluso se reportaron accidentes de ambulancias en su intento de trasladar pacientes. Una cayó a un pozo con cuatro en Majagual.

Los sepelios fueron masivos.

Los parientes de las víctimas se reencuentran cada año para esta fecha en el Cementerio Central.

En 1988, el Consejo de Estado condenó al municipio y a la Nación. Sincelejo debe, todavía hoy, unos $2.280 millones por indemnizaciones a las familias.
Todavía no se terminan de recoger los naipes del castillo.

Desde hace años la corraleja dejó de celebrarse en la ciudad. Pero por «cuestiones de apasionamientos políticos», no por la tragedia, aclara el historiador Inis Amador. «La gente la extraña y la añora bastante».

Una oración por todos los aficionados caídos aquel día. Que Dios os tenga en la gloria.