Nueva polémica, y con ella, recobra vida la Fiesta de los Toros. Sí, no hay nada peor en la tauromaquia que la indiferencia. Mientras haya polémica, los toros están presentes en los pensamientos de cada uno, en las charlas de casino e, incluso, en el lecho conyugal… ¿Cuántos de nosotros nos habremos pasado la noche debatiendo acerca de si “Horroso” fue o no merecedor del indulto? No lo sé, pero seguro que muchos más que si ese toro se hubiera quedado en el campo.

Vaya por delante que la expresión de indulto me parece horrible. El indulto es una prerrogativa del poder hacia el siervo, o en terminología constitucional, el ciudadano. En virtud del mismo, se perdona una condena en base a un criterio discrecional. El toro bravo se gana el derecho a seguir viviendo, a regresar al campo y a padrear. Cuando comprendamos la diferencia entre una y otra cuestión, quizás tengamos un criterio más objetivo para valorar tan excepcional “premio”.

 

“Horroroso” solo tuvo de tal el nombre. Un “tacazo” en hechuras y comportamiento. Definido desde que salió, tal como corresponde a su encaste. En varas protagonizó algo inaudito en la presente Feria de Fallas: derribó en sus dos encuentros con el piquero. Sí, derribó. Mérito del cornúpeta y no demérito del jaco o de su jinete. Por cierto, Juan Melgar señaló en muy buen sitio ambos puyazos. La cosa está en que no solo derribar es indicativo de bravo. Un toro merecedor de tal adjetivo debe empujar abajo, con los riñones y fijeza, mientras recibe el castigo. “Horroroso” hizo lo que de él dependió, mas no recibió un puyazo como Dios manda. En el primero derribó antes de sentir la puya, y en el segundo, no se le metieron las cuerdas. ¿Por qué no hubo un tercero?

Sin duda, ejecutar correctamente el tercio de varas no es condición necesaria para el indulto. Es a pesar del mismo cuando se gana el derecho a regresar a la dehesa. ¿Hubiera servido el toro de la misma forma a pesar de dos puyazos -no exijo más- para la muleta? ¿Hubiera embestido con las mismas virtudes? No lo podemos saber, ni jamás lo lograremos.

El indulto, como he dicho, es algo excepcional. Un reconocimiento no solo al toro, sino al ganadero y a su hierro. Al producto de la selección y el trabajo incesante. El mejor reconocimiento que a tanto esmero puede haber. Por ello, convertirlo en algo habitual lo banaliza. Se premia la excelencia, la excelencia completa, no selectiva. No basta cumplir en uno solo de los tercios, debe hacerse en todos y cada uno de ellos. Con un notable y una matrícula de honor muy difícilmente se será primero de promoción.

“Horroroso” tuvo virtudes inigualables, casi únicas. Sin embargo, nos impidieron descubrir otras que seguramente aguardaba. Esa cobardía y egoísmo tan propio de los toreros de nuestro tiempo de tapar el toro por si no están a la altura. Las condiciones ocultadas, secuestradas, por Castella de “Horroroso” nos impidieron apreciar si merecía el indulto, no permitieron vislumbrar su excelencia. En aras de consagrar ese privilegio y de volver a su sentido original, la más mínima duda no ha de concebirse favorablemente para el indulto. Por tanto, “Horroso” murió justamente en el ruedo.

 

Por Francisco Díaz