Una tarde soleada y llena de expectación se vivió esta tarde en el coso de Insurgentes en lo que fuera la novena novillada del serial menor 2019.

Se lidiaron novillos de Marrón, así como uno de San Marcos para rejones. Todos desiguales en presentación y en juego, destacando por su nobleza el segundo de la tarde y el cuarto de lidia ordinaria.

El rejoneador Diego Louceiro debutaba hoy acompañado por los forcados de San Luis Potosí, que también hacían su presentación en esta plaza.

Sin el afán de ofender creo que la atención que había llamado el cartel conformado por los novilleros de a pie entre el público capitalino, era sin lugar a dudas importante, y presentar a un joven amador que no ha tenido un bagaje adecuado, estaba de más. No merece ni siquiera la pena la opinión de su actuación, ya que con el apellido que le precede, definitivamente se esperaba mucho de él y solo demostró que no está preparado y que aún le falta mucho por andar en este difícil sendero para poder poner en alto el nombre de su familia.

En lo concerniente a los forcados, fue el encargado de pegar de cara quien ha realizado una labor sumamente destacable valiéndose de una gran técnica y aguante para después recibir la ayuda de sus compañeros quienes lograron concretar una pega espectacular que les valió la salida al tercio entre la emoción y agradecimiento de los aficionados.

 

Héctor Gutiérrez tuvo en sus manos el triunfo soñado y lamentablemente su poca capacidad de culminar los trasteos le llevó a conformarse.

Cuando llega el otoño y las hojas de los árboles empiezan a perder firmeza suelen acompañar el vaivén del viento quien las consiente, las embelesa y de pronto las arranca para verlas caer. Así supo acompañar las embestidas noblotas del no muy encastrado ejemplar, con muletazos largos que aunque no tan templados lograron conmover a gran parte. Ya mencionamos que desacertó a la hora de la verdad y ahí quedó el esfuerzo.

Ya venía la segunda oportunidad que dejaba la esperanza en las manos de quienes ansiosos nos encontrábamos en el graderío. Y parecía que el noble había decidido rajarse y solo esporádicos momentos serían los que embargaran su actuación pero de pronto como una luz en la profunda noche se vio encendida la candela y encontró la distancia perfecta entendiendo lo que el animal pedía a gritos, temple. Motivó con su proceder hasta el triste momento del final donde erraría para dar una vuelta que algunos protestaron. El novillo fuertemente ovacionado al salir del ruedo.

Miguel Aguilar tuvo un sueño. Fue el príncipe encantado de ese cuento de hadas. Acarició el alma del público que se desprendió de vanalidades para dejarse llevar por la suavidad y la tersura que envuelven los trazos de una obra artística.

Soñó que volaba,  que se mecía entre las nubes como un niño que Logra tocar las estrellas, atesorarlas y guardarlas en su corazón. Dibujó con los dedos el cielo de colores dejando una estela, un candor, una esencia que destilaba las emociones enmarcadas en sus trazos. Y sin quedarse  pasmado ni por un momento, despertó para coronarse tras una dulce muerte que le permitió la conquista del firmamento. Dos orejas y al novillo, su cómplice en esta aventura un digno arrastre lento.

Su segundo quiso truncar el camino andado, pero cuando estás soñando y tienes la certeza de que volverás a la realidad glorioso, no hay dudas, y eso fue el marco de su obra. Torpe por momentos pues se anota la falta de dominio que la inexperiencia deja ver, pero sin duda, como el niño en el unicornio, que no quiere enfrentarse con la realidad, echó a volar su imaginación y llenó de recursos los últimos momentos de la lidia para rematar con senda estocada que sin duda lo llevó al corte de su tercer apéndice.

Diego San Román tuvo en sus manos la carta de “El ermitaño” en una muy mala posición. Habiendo llegado de triunfos contundentes y que marcaron su carrera novilleril, y considerando las condiciones que presentaban los astados previamente lidiados por sus compañeros, parecía que los presagios eran positivos. Pero las cartas estaban echadas y la suerte no lo acompañó.

Serio, bien plantado, con todo el oficio y vocación que se requiere para poder mandar. Profundo y mentalizado estuvo mucho más allá de las circunstancias.

Las obras más grandes del Universo necesitaron tiempo, como los buenos vinos, como un mural en los palacios de Austria, como un cuadro de Renoir, como los hermosos naranjos del patio de Sevilla y la perfecta armonía de una gran sinfonía.

Y será el tiempo el que ponga en su sitio el bronce. Pues esta tarde vimos a un chaval que a pesar de los inconvenientes dejó plasmado en el ojo de los espectadores su buen quehacer como una escultura torera en el ruedo de la México en donde seguramente lo volveremos a ver pronto.

Al tercio en su primero.

El mismo tono acompañó su partitura en el que cerraba plaza, luego de que regresó a los corrales el de turno por una supuesta falta de trapío. Y es que pese a su empeño, una ráfaga pasó y venteó el ambiente. Detalles y más detalles pero otra vez la carta al revés y se eternizó descabellando lo cual molestó al respetable que silenció su labor.

 

A mediados de esta semana se anunciarán oficialmente los pormenores de la próxima temporada grande 2019-2020 en la plaza más grande del mundo.

 

Por Alexa Castillo