El mundo del toreo sigue con el paso cambiado y dentro de su particular barca cada uno rema en las aguas de su interés, mientras tanto pierde la propia Fiesta, que no deja de desangrarse. A nadie, cabal y objetivo, le pasa de largo la decadencia a la que ha llegado por las cosas mal hechas, sin que al final se dé el paso adelante. De ponerle el cascabel al gato para solucionar las cosas mal hechas. Es al caso de la repetición de los mismos toreros un año sí y otro también en las ferias, del elevado precio de las entradas, de la pérdida de encastes –atentado gravísimo contra la cabaña brava-, del exceso de monotonía.

Pero mucho más grave aún es el carpetazo a las novilladas y dar de lado a la promoción, o lo que es igual a matar al mañana. Más aún cuando viene de quienes más deben fomentar la Fiesta, que es responsabilidad de la gran empresa. Ahora ha sido Bilbao la última feria que se suma a este desastre junto a otras muchas más del resto de la geografía nacional que secan el vivero del mañana.

El gran problema es que estamos ante un sistema empresarial nefasto y sin ideas de futuro. La Fiesta está en manos de un empresariado carente de imaginación y solamente mira para su bolsillo –¡el dinero pronto y en la mano!, dicen- sin importarle que mañana también volverá a salir el sol en medio la carencia de ideas, de falta de sensibilizar al aficionado, de motivar a la juventud… Ahora demás viene la amenaza de que explote en cualquier momento el conglomerado de Simón Casas, Madrid incluido. Y es que hoy lo que menos necesita la Tauromaquia son guerras, discordias y desuniones.

La gran empresa mira a otro lado de la realidad y sigue aferrada al oscurantismo, olvidándose que en la cantera de las novilladas hay que invertir para sacar a la luz a nuevos valores. Sin embargo aquí nos encontramos con que el sistema no sabe qué es invertir, porque a ellos le gusta que se lo den todo hecho. Es triste decirlo, pero el mejor ejemplo es el de un árbol que tronchas y, entonces, ese año tienes calor; pero al siguiente ya no tendrás fruto. Ni por tanto futuro, con tantos chicos que atesoran magníficas condiciones y deben desertar de su sueño aburridos por falta de oportunidades.

Tampoco hay conocimiento de la historia y se olvidan los grandes momentos novilleriles que nos ha dado la Tauromaquia, en ocasiones con más importancia que las propias corridas. Ahí están los tiempos de Pedrés-Jumillano o de El Litri-Aparicio, sin olvidar que después ha habido novilleros con muchísimo nombre, hasta que de unos años para acá el ‘sistema’ ha envenenado la besana de las nuevas ilusiones. ¡Qué error, Cristo del amor hermoso!

Aprovecho estas líneas para escribir con añoranza de las ediciones que tanto disfruté en el plaza donostiarra de Illumbe con l Certamen Internacional de Novilladas que era una maravilla, hasta que lo dejaron morir. Se celebraban en febrero y de ellas salieron toreros de la talla de César Jiménez, Javier Castaño, Javier Valverde, Sebastián Castella, Salvador Vega, Leandro… en un espejo que debería mirar la gran empresa. O años antes a aquel Bilbao que era un nido para echar a volar a nuevos novilleros, todo antes que Juan Manuel Delgado y Javier Aresti, ambos en su ánimo de figurar, hayan sido los grandes culpables de destrozar esa gran plaza. Y en este punto la Fundación del Toro de Lidia debería implicarse más en la defensa de los jóvenes valores, en vez de estar mayormente al servicio de las figuras.

La nueva Fundación del Toro de Lidia debe comprometerse en el fomento de las bases para programar un gran certamen de novilladas. Eso sí que luciría de verdad, porque es la base y el mañana. Ese mañana olvidado por quienes han manipulado los palos de la Fiesta desde la élite haciéndolo un daño tremendo a la Tauromaquia. Sobre todo el irreparable daño de matar las novilladas.

 

Por Paco Cañamero

Agradecimiento a Glorieta digital