Paseando por los cercados de  “Barcialejo”  te invitan a soñar, y te entra esa melancolía propia del recuerdo, tal vez sea cierto y los tiempos pasados fueron mejores. La majestuosidad del toro hipnotiza al fotógrafo que cae extasiado por el marco incomparable. Tradición, fidelidad y leyenda se conjugan para dar forma a los toros de Barcial, de los que su ganadero, Jesús Cobaleda, se siente muy orgulloso. Una vida luchando por sobrevivir, por coexistir, por persistir, por tumbar el injusto sistema que los quiere llevar a la extinción.

Con unas 120 vacas de vientre y 5 sementales, la mítica ganadería mantiene la ilusión intacta para llegar a producir el toro perfecto, que ilusione al aficionado, y que llene de emoción los tendidos de las plazas de toros que pisen. Una exigente selección tiene buena parte de culpa de que su objetivo cada vez esté más cerca, aunque en el bravo, 2 + 2 no son 4. La duración, la bravura, la intensidad y la clase son primordiales para ser parte del selecto grupo que pastaran toda su vida en la dehesa charra.

Después de una temporada interesante les espera un 2020 esperanzador, donde sus novillos dieron buena cuenta en las plazas de lo que llevan en su interior, su mayor triunfo se alcanz en Miranda donde Francisco Montero cuajo rotundamente a los 3 novillos, cortando 5 orejas y un rabo, y uno de los novillos fue de vuelta al ruedo.

 

Para la temporada 2020 tienen 3 novilladas picadas, y un novillo con destino Ceret, donde le espera una novillada concurso, con Francisco Montero como único espada. La camada cuenta con cinco toros, un par de ellos de impresionante trapío que pueden ir a una corrida concurso en territorio nacional.

Espero que poco a poco, Barcial y sus “patas blancas” vuelvan a conquistar el circuito, ya que son parte de la historia genética de la cabaña brava española, y un tesoro de valor incalculable para la variedad, diversidad y pluralidad de la tauromaquia.

Por Juanje Herrero

Fotografía Mario Santos y Jorge Delgado