El aire me trae aromas de nostalgia. Aún recuerdo aquellas tardes en donde lograba parar el tiempo en el eterno sentir de un natural. No había otro como él.

Bohemio, incisivo, brillante, auténtico, apasionado, con una personalidad exquisita, que podía parar a la gente de su asiento con sólo un muletazo o podía salir bañado por cojines y abucheos. El último torero mexicano que ha generado matices tan marcados como únicamente los grandes pueden hacerlo.

Aún lo recuerdo con su whisky en la mano hablando apasionadamente de toros con el maestro Capea. Su expresión extraña, su mirada fija que imponía respeto.

Hombre de sociedad, reconocido y respetado en los altos minaretes Cuando se aflojaba la camisa y el corbatín, ya había visto al toro, ya sabía lo que podía hacerle y se lo hacía. Bordaba el toreo con la mano más artista. Con esa majestuosidad que ya no hay. Verlo en esas tardes era tocar el cielo. Hasta Los Ángeles se asomaban y la luna le cantaba por solea. Sus manos acariciaban las embestidas de los toros creando magia, llenando de emoción a cuanto lo viera. Florecía el toreo con un desdén o con una trinchera.

No sé si este mundo volverá a contar con un torero tan exquisito, pero sé que lo que él nos dejó no se va a repetir jamás, porque cuando Dios le dio la vida, sin lugar a dudas rompió el molde. Fue único, fue grande, y se llamaba Miguel Espinosa “Armillita chico” Hoy se fue y seguramente al lado de Manzanares estará llenando de arte el firmamento. Por eso hoy el cielo está estrellado, porque los luceros no pueden más que recibirlo como él era, una luz tan brillante que ilumina el Universo.

-Hoy se agolpan los recuerdos y aún sin querer una lágrima recorre mis mejillas de la pena de no poder volver a verte Algún día nos volveremos a encontrar y volveré a disfrutar de esa mano izquierda que dibujaba la gloria con tus dedos.- Buen viaje!!!!

 

Por Alexa Castillo