Dieciocho noches acompañándolos ya. Siempre un placer, nunca lo suficientemente agradecidos. Estoy en disposición de afirmar que el coloquio de anoche será de los que permanezca imperecederos en nuestra memoria. El testimonio de Diego Ventura desparramó verdad y humildad. Ciertamente, tertulias así nos hacen el confinamiento mucho más liviano. Muchos de los que ya admirábamos a Diego, lo admiramos mucho más desde ayer. Centauro de nuestro tiempo, figura atemporal.

 

La humildad no debemos perderla nunca. Siempre hemos de recordar de donde venimos

Tras comenzar el directo, ya dejó una de las sentencias más rotundas: un torero no puede olvidarse de la humildad, no es ni más ni menos que nadie. Todo ello, provino de cuando nuestro director, Juanje Herrero, le recordó el momento en que se conocieron. Después de las dos orejas y el rabo en Madrid. Y precisamente, conoció a una persona sencilla y humilde. Recuerda el origen modesto de su familia y el inconmensurable esfuerzo que les supuso alcanzar las cotas de este torero. Jamás lo olvida, aunque tenga diecisiete puertas grandes en Madrid. La paradoja se cumple una vez más: la humildad de quien se puede sentir orgulloso.

 

Solo le pedí que me ayudara un tantito. Que entrara el rejón

Aunque ahora mismo sea inimaginable, la carrera de este caballero rejoneador no ha sido un camino de rosas. Ni mucho menos. Pese a su aún joven edad (treinta y siete años), era un niño cuando emprendió esos caminos de Dios. Gozó, en un primer momento, de mucho cartel en el Valle del Tiétar, en el Valle del terror. Durante esa época, y su escasa cuadra, rejoneó animales de distintos encastes, y de muy diversas edades. Sin embargo, los triunfos durante aquella época, de la que no reniega, no eran suficientes. Si complicado es ser matador de toros, más lo es ser rejoneado. Al menos desde una perspectiva puramente económica. Sus dos primeras tardes en Madrid no sirvieron para invertir el signo. Bien es cierto que pudo pasear trofeos, no halló la suerte suprema. Todo cambió en el final de temporada de 2007. En una dura y desigual corrida de Fidel San Román, pinchó la primera faena. Sin embargo, bordó el rejoneo y enterró el rejón en su segundo. El toro cayó sin puntilla y Ventura atravesó la puerta de la gloria de Las Ventas. Y a partir de ahí, comenzó a fraguarse la leyenda. La primera de diecisiete.

 

He llorado muchísimas veces

La carrera del portugués no ha sido en absoluta sencilla. Tampoco se la han facilitado. Confesó muchas veces haber llorado de rabia, de impotencia. Lamenta la injusticia de los cambios de cromos entre empresa. Emulando el espíritu de Gallito, se muestra partidario de hacer carteles lo más rematados posibles, que se salga a pelear a cara de perro. Quien se gasta cien euros en una entrada, no tiene que contemplar un cartel previsible. No menos compungido recordó los vetos a él en determinadas plazas. Incluso, compartió el testimonio de una joven, que hizo más de seis cientos kilómetros para verlo. La joven es de Pamplona…

 

El concepto de figura de Diego Ventura es de torero añejo. Describe esa faceta como si el principal cometido fuera mantener el testimonio de la tauromaquia. Por ello, las figuras, a pie y a caballo, tienen la responsabilidad de salvaguardar muchas plazas, hoy en declive; encastes minoritarios; en definitiva, mantener la grandeza y la diversidad de la tauromaquia. Sin embargo, una vez más los intereses particulares se sobreponen. Reconoció que, si no ha matado más “corridas duras”, se debe a su elevado precio… Ver para creer.

 

Antes de retirarme, quiero matar un toro en puntas

Con ese titular nos dejó a todos anonadados. Sin embargo, advirtió: que nadie espere ver el toreo habitual. Ante todo, hay que salvar la integridad del caballo. “Si se engancha la muleta, no ocurre nada, se desarma al torero. Aquí me matan al caballo”. Describió las ventajas propias de quienes toreaban toros en puntas, sin dejar de alabar el enorme mérito que ello tenía. Pero llamando a las cosas por sus nombres. No puso fecha a la gesta, quizá alguna vez que mate seis toros. No lo hará por dar o quitar la razón a unos, sino para sentirse el mismo.

 

Con esto y mucho más, nos regaló Diego Ventura una jornada inolvidable. Esperamos que disfrutaran tanto como nosotros. Por ello, esta noche un nuevo coloquio, con el futuro de la Fiesta: Manuel Perera, José Cabrera, Cristóbal Reyes y García Corbacho. ¡Los esperamos!

 

Por Francisco Díaz.