Al fin llegó el día, ese reseñado en el calendario de todos los aficionados: la corrida concurso de Madrid. Festejo tan denostado y olvidado como tantos y tantos pasajes y elementos de la tauromaquia más auténtica. En nuestros días, solo se conservan las tradicionales corridas concurso de Zaragoza, por San Jorge, y la de Vic-Fezensac. Sería interesante y, prácticamente, de estricta necesidad, institucionalizar la corrida concurso en Madrid. De este modo, se reivindicarían tantas cosas, tantísimas. Para la ocasión, se anunciaron seis galanes de distintas ganaderías, como procede, y de dispares procedencias. En esta ocasión, La Quinta, para mí, se llevó el gato al agua. Una vez más. Y no van pocas esta temporada. Los encargados de darle lidia y muerte al encierro fueron Fernando Robleño, Rubén Pinar y Javier Cortés, que resultó duramente prendido.

 

Abrió la tarde “Matorrito”, de La Quinta. Esta ganadería tomó antigüedad el 18 de abril de 1881, motivo por el cual se lidió en primer lugar. Hay que recordar al lector, que en las corridas concurso no hay sorteo, y los ejemplares se lidian por orden de antigüedad. La procedencia de esta vacada es del Conde Santa Coloma, vía don Joaquín Buendía Peña. Desde que lo recibió Robleño con el capote, el animal mostró esa clase propia del encaste. Acudió tres veces al caballo, como es preceptivo en este tipo de festejo. Se arrancó pronto y alegre en los tres encuentros. “El Legionario” picó trasero en todos los encuentros, especialmente en el primero que se vio obligado a rectificar. Buena pelea del animal por humillada, fija y recargando. Con la muleta, exigía distancia y temple, ir siempre muy enganchado. Por el pitón derecho acortaba las embestidas, teniendo más categoría por el zurdo. De mitad de faena hacia delante, le cogió el aire su matador. Fueron los momentos más destacados, con la muleta, de la tarde. Cuando parecía que tenía cortada la oreja, se atascó con la espada. Sin duda, se pasó de faena. Sonó el tercer aviso e inmediatamente murió el animal. Ni torero ni toro merecían ese final.

 

“Rabioso”, de Baltasar Ibán, hizo segundo y primero del lote de Rubén Pinar. Esta ganadería tiene su origen en Contreras, a lo que se le añadió reses de Los Guateles. Tomó antigüedad el 15 de agosto de 1957. El animal lucía dos pavorosas velas, si bien, escaseaba de remate. El matador se desentendió del primer tercio, que correspondió a Agustín Moreno. Como es habitual, los puyazos fueron muy traseros, además de duros. En el primer encuentro, acudió al relance y embistió con un solo pitón, el izquierdo. Nuevamente, entró en la jurisdicción del picador al relance. Esta vez el toro huyó al sentir el hierro. Rubén Pinar, en el tercero, se decidió a colocarlo, de largo. El toro acudió pronto y alegre, empujando con los dos pitones y los riñones, fijo. Se le colocó una cuarta vez, aunque en la segunda ocasión no le entraran las cuerdas. Galopó hacia el caballo y empujo con fijeza y humillación, pero salió suelto. Este pequeño detalle lo desacreditaba para ganar cualquier premio. En la muleta, fue fiero y muy encastado. Pinar estuvo absolutamente desbordado. El inicio de faena fue totalmente a contracorriente, empezado con genuflexos siempre acortando la embestida. Este toro necesitaba ser llevado. El toro acudía de largo y, como encastado, no se salía de los vuelos. Tenía la tendencia a derrotar. Estos defectos se engrandecieron en las manos del albaceteño. Dado el escaso recorrido de las embestidas, el toro debería haber sido llevado en trazos lineales y muy por abajo. De esta forma se le hubieran abierto los caminos. Hacer lo contraindicado conllevo a que el toro cada vez se coma más terreno y se haga dueño de la situación, si a esto se le suma el constante punteo de las telas…

 

Olisqueando el albero salió el tercero, “Golfo”, del Marqués de Albaserrada. Esta vacada tiene procedencia de García Pedrajas, con un refresco de Juan Pedro Domecq. No puedo hablar de este encaste sin acordarme de lo de doña María Luisa Domínguez Pérez de Vargas y esos “lunes de resaca”. La ganadería tomó antigüedad el 1 de mayo de 1963, quiero recordar a todos los lectores que este no es el hierro original, o el primero, que ha tenido el marquesado de Albaserrada. El de la “A” coronada es, actualmente, propiedad de Victorino Martín. La salida del toro no fue, para nada, halagüeña, tampoco su comportamiento: muy frenado en los capotes. El primer encuentro con “Carioca” (feo nombre para un picador, con el debido respeto) fue, sencillamente, espectacular. El toro empujó con un pavoroso poder, estampando a jinete y cabalgadura contra las tablas, mientras el recibía un muy trasero puyazo. El único defecto que acusó fue echar la cara arriba. El segundo encuentro fue importante, el toro embestía fijo y con los riñones, con la cabeza por debajo del estribo de barca. Siempre recargando. Parecido comportamiento tuvo en el tercer encuentro, al que tardeó. En el segundo tercio se convirtió en el dueño de la situación. Siempre hizo hilo, midió, tardeó y recortó a los banderilleros. Su condición con la muleta no fue, para nada, mejor. Siempre por arriba y dibujando cornadas. Javier Cortés, con mucha voluntad y verdad, recibió una fea cornada en el ojo. El toro no era un golfo, sino un marrajo. Fernando Robleño se lo quitó de en medio.

 

Dado el percance, se corrió turno e hizo cuarto el reseñado como quinto, “Bello G”, de Pedraza de Yeltes. Esta ganadería tiene procedencia de Aldeanueva, vía El Pilar, y tomó antigüedad el 30 de abril del 2010. Con los papeles en la mano, debería haberse lidiado en sexto lugar. Nada más salir al ruedo, mostró su escaso poder. Sin embargo, hizo la mejor pelea en el peto de toda la tarde. “Puchano” fue quien lo masacró en varas, con horrorosos puyazos. En el primer encuentro, empujó fijo y arriba con un solo pitón, en un primer momento, y con los dos y abajo, en un segundo. Cuando se arrancó alegre y pronto al segundo encuentro, marró el picador y picó muy trasero. El toro hizo una pelea de categoría, fijo y humillado, siempre recargando. Igual comportamiento mostró en el tercer encuentro. Sin embargo, el escaso poder y el desgaste en el primer tercio, pues se le tuvo demasiado tiempo en el peto y se le dio mucho y mal, condicionó la faena de muleta. Las embestidas fueron defensivas y ásperas, pese a mostrar su intención de humillar. La lidia de Pinar poco, o nada, mejoró la solución. Trapacero y fuera de sitio agrió aún más la condición del toro, con cadenas de enganchones. No era la tarde del albaceteño, que culpó a todo el mundo menos a sí mismo.

 

“Violín”, de Murteira Grave, levantó una sonora ovación al salir de chiqueros. Serio, largo y guapo. La vacada tomó antigüedad el 21 de junio de 1964. Como sabrá el lector, este hierro procede de reses de Gamero Cívico, Tamarón y Núñez. Ese nombre tan “musical” recordó a la celebérrima familia de los músicos de los Núñez. Lo recibió Robleño por templadas verónicas, siendo lo más destacada de la tarde con el percal. Siempre fue mejor por el pitón derecho. Épica resultó la pelea en el caballo que montaba Francisco Javier González, quien, para no romper con la tónica de la tarde, picó desquiciantemente trasero. El poder y la prontitud del toro, unido a su bellísima estampa, hizo que las entradas al caballo fueran más espectaculares que de bravo. En el primer encuentro empujó con un solo pitón; en el segundo, no acabó de meter los riñones; y en el tercero, solo metió un pitón, aunque con la cara abajo. Muy poderosa fue la lidia de Cesar del Puerto, tanto en el primero como en el segundo tercio. Magnífico el tercer par de Jesús Romero. Sin embargo, la faena de muleta no tomó vuelo, dado que las embestidas del toro se fueron diluyendo progresivamente. Quien tanto pareció ser, no fue nadie. Mal con los aceros Robleño, una vez más.

 

Y, teóricamente, cerraba la tarde “Mirasuelos”, de Valdellán. Este hierro debería haber sido lidiado en quinto lugar, pues su antigüedad se remonta al 11 de agosto del 2000. La procedencia, es voz populi, es de Alipio Pérez-Tabernero. Sin embargo, la manifiesta invalidez del toro lo hizo merecedor de ver el pañuelo verde. En su lugar, saltó al ruedo “Cerillero”, de Rehuelga. Como denota el apellido del ganadero, es otra ganadería de encaste Santa Coloma, vía don Joaquín Buendía Peña. El animal no respondía al prototipo morfológico del encaste, sobre todo esa monstruosa badana… Sin embargo, embistió humillado y con clase en el capote, pero por el izquierdo se venía cruzado. Acudió sin más al primer puyazo, en el que se partió la vara. El picador, Moreno, intentó introducir la garrocha por el lado roto. De denuncia. En el segundo encuentro cumplió. Pinar decidió, por su cuenta y riesgo, excluir al toro del concurso. Para optar a premio, es necesario que cada animal tome tres puyazos. En el caso de que solo se quiera que tomen dos, en todo momento, ha de ser decisión del ganadero. Seguramente, aprovechando la probable ausencia de don Rafael Buendía, Pinar privó al público del elemento central de este festejo. Se formó la bronca, y con razón. No entiendo porqué quiso reservar al animal, si fue incapaz de dar un solo muletazo.

 

Por lo escrito, deducirán que, para quien esto escribe, el mejor animal fue el de La Quinta. Sin embargo, han sido muchos los matices que nos dio la tarde de ayer. Evidentemente, el premio al mejor picador debería quedar desierto. Como el del mejor torero, pues quien más entonado estuvo fue Robleño, pero el pésimo uso de la espada debería restar. De todos modos, hay que seguir apoyando, y felicitando a la empresa, por iniciativas como esta.

 

Por Francisco Díaz.

PREMIOS CONCURSO DE GANADERÍAS

Mejor toro: ‘Matorrito’, de La Quinta

Mejor picador: ‘El Legionario’ (cuadrilla Robleño)

Mejor lidiador: Jesús Romero (cuadrilla Robleño)