Hoy un torero se corona como la revelación de la feria de San Isidro – por lo menos hasta el momento-, un torero con una historia que contar, unas líneas que se escriben a sangre y fuego. La valentía tiene un precio, y él sabe lo que es pagar con sangre y rendir pleitesía a la quietud. Hace año y medio todo eran sombras mientras se recuperaba de una lesión vertebral -4 vertebras dañadas-, no se sabe si iba a poder caminar, hacer vida normal o volver a torear. Esas sombras se fueron disipando, y de estar en el más severo de los ostracismos, toreando en pueblos andaluces, conquista la cima del mundo taurino.

Hay historias… e historias. Esta es la de un niño, que jugaba al toro de pequeño, en su pueblito, como tantos. Una de sacrificio y perseverancia, en la que antes de alcanzar la gloria, sufrió en primera persona el infortunio. Dicen que un héroe nunca llega a serlo si no ha sufrido en sus carnes la derrota, el dolor, el miedo y la soledad. Todavía es pronto para saber si será un héroe, o quedara olvidado, pero hoy ha luchado en la primera plaza del mundo contra el sistema que le había ninguneado estos años. Hoy ha luchado con la verdad por delante y ha ganado.

Hoy un torero con mucho valor, sosiego y quietud ha conquistado Madrid, probablemente es la mejor faena de lo que va de feria, -por lo menos la más completa-. El modesto torero, sin grandes empresas por detrás, sin grandes padrinos, sin más aval que su capote y su muleta conquista con honestidad la capital del toreo.

Mucho se escribirá a partir de ahora de este fenómeno de Huelva, aunque pocos fueron los que se acordaron en su momento. Hoy si el toreo es justo, firmará 20 corridas. La verdad que necesitamos aire fresco en el escalafón, ir regenerando el sota, caballo y rey. Necesitamos juventud.

Tal vez su toreo no es el más puro –en esencia- pero si tiene mucho valor de fondo, y su faena en ocasiones fue imprecisa – el aire estuvo presente toda la tarde-, pero lo tapo con coraje, ganas y actitud. Con su corto bagaje en el escalafón, y como ha estado, dando una lección a muchos, porque las ganas también es una cualidad que un torero tiene que tener.  “Despreciado” fue el nombre del toro de Juan Pedro Domecq, un buen toro para el tercio de muleta –en el caballo se dejó picar-, un toro con repetición, nobleza y ese punto de casta que imprimía a las embestidas emoción y transmisión al tendido. El torero de Huelva que ha bebido de las fuentes de Manolo Cortés y José Tomás empezó su historia quieto en los medios, haciendo el péndulo, para más tarde rematar con uno de pecho que metió al público de lleno en la faena. El toro repetía y el aire molestaba pero de Miranda se quedaba quieto, insistiendo en el muletazo. Maldita manía de retrasar la pierna y colocarse para el siguiente muletazo, pero esa costumbre cada día está más arraigada en esta tauromaquia 2.0. Con la izquierda pasó al toro por el fajín, dando la femoral, haciendo llegar al toro lo más cerca posible, sin escupir el muletazo para fuera, -por lo menos no descaradamente-.  Una faena donde su vestido reflejaba la verdad de los cites. La actitud que demostró en su primero, le consagró en el último de la tarde. La historia estaba escrita, y la estocada puso a las Ventas en pie. Dos orejas, una puerta grande. Una vida nueva. Aire fresco.

El toro artista colaboro en el toreo, hubo un poco de todo, sin fuerzas, sosos, mansos, y alguno con casta, recorrido y nobleza.

Paco Ureña saludo la merecidísima ovación del tendido, el viento hizo peligrar su integridad en el tercero de la tarde, pero el concepto que tiene Ureña del toreo, es una auténtica maravilla. Colocación, técnica, verdad, pureza, entrega. Siempre dando el pecho, con las zapatillas asentadas, clavadas en el albero, las puntas mirando a los pitones, citando con la bamba, descargando la suerte debajo de la cintura, de arriba abajo, de fuera para dentro. Otra tarde en Madrid y otra tarde no tuvo el toro completo, el que haría suspirar y escribir libros de una faena. Pero una vez más volvió a demostrar de qué pasta se compone su tauromaquia.  El viento limito mucho ver el tercer toro de la tarde, la faena se tuvo que hacer en el tercio, donde Paco Ureña hizo una faena con mérito y cadencia. Gran tanda de naturales, puros, antiguos, ligados.  Rubricó  a la segunda, vuelta al ruedo. En el que hacia quinto, un toro soso y noblote, sin decir mucho, le fue haciendo una faena, de poquito, con sabor, con paciencia, con estética. De uno fueron los muletazos, hasta conectar dos tandas seguidas, faena irregular, que no llegó a calar del todo en el tendido hasta el final. La estocada fue baja. Oreja excesiva. Madrid es Madrid. Aunque visto últimamente, ya no sé qué decir.

No fue la tarde de El Juli, entre unas cosas y otras, la casa por barrer. Entre el viento, la lesion del cuarto toro, que fue protestado durante la lidia y el presidente tuvo a bien cambiarlo en el tercio de muletas –Presidente que malo eres-. Debería haber sacado el pañuelo verde antes y evitar el conflicto. Juli anduvo distraído, sin ver ningún toro claro. Uno por mala elección de los terrenos, el otro por difícil y complicado. Se limitó a pegar pases lineales de perfil. Con la espada hizo un monumento al Julapie. Dos bajonazos, con unos cuantos pinchazos. Tarde para olvidar.

Por Roberto García