Último día de Fallas, ni por el paralelismo fue un día de traca. Esta noche Valencia arde y, con ella todos los males. El origen de la fiesta de las Fallas se remonta a la antigua tradición de los carpinteros de la ciudad, que en vísperas de la fiesta de su patrón San José, quemaban frente a sus talleres, en las calles y plazas públicas, los trastos viejos e inservibles junto con los artilugios de madera que empleaban para elevar los candiles que les iluminaban mientras trabajaban en los meses de invierno. Mañana a las 22:58 minutos entrara la primavera en nuestras vidas y, un par de fin de semanas más tarde se cambiara la hora. Volverá la luz.

Sentimientos a flor de piel en la noche más apasionante del año para un valenciano. Lo que no fue apasionante, -por lo menos para mi- fue la tarde. Una tarde de algo menos de media entrada, poca gente, para ser el día grande. Tarde rara, gris, fría, pero con variedad de comportamientos.

Tuvimos toros bravos, un manso, nobles con recorrido, parados, pero todos sacaron casta y genio, – en mayor o menor medida-. Fue un abanico en el que destacó por encima de sus hermanos de camada el toro de nombre “Damasco” ,  este toro incluso pudo ser más importante que el “horroroso” de Jandilla. Se le concedió una vuelta al ruedo, de peso. Fue presto en el caballo, – Aunque no estuvo picado en condiciones- llevo transmisión  al tendido, recorrido y bravura en la muleta, con clase, con nobleza  -pero no dulce-.  Un toro que tenía mucho que torear, a Román los mejores de la tarde, a finito a medias y, Ginés Marín quedó empate, uno y uno. La importante personalidad que le está imprimiendo Ricardo Gallardo a sus toros, queda patente cada día. Da igual el encaste del toro, lo importante es la selección y los criterios que busques ensalzar.

Ginés Marín llegó al escalafón como un vendaval. La temporada 2017 estuvo marcada por grandes triunfos en Madrid y Pamplona, torero revelación. Llegaba un aire nuevo al escalafón y venía pisando fuerte los jóvenes toreros. Hasta ahí lo más meritorio de un torero que cada vez está toreando peor. Despegado, únicamente en alguna tanda saco algún muletazo suelto de valor. Toda la faena estuvo marcada con el pico y pierna retrasada, sin llegar a templar las embestidas del único toro –el sexto- al que le podía sacar faena de oreja, incluso dos. Prolongó la faena en exceso, y le sonaron los dos avisos. Una de las curiosidades de la tauromaquia del torero de José Cutiño es la fijación que tiene con rematar las tandas con 3 o 4 adornos, algo  cada vez es más habitual en estos tiempos y, que llega a empalagar al espectador.  Ginés Marín se ha ido diluyendo en esta tauromaquia 2.0, con la que algunos están muy contentos, pero no es en ningún sentido la tauromaquia eterna, por la que el toreo llego a ser grande. Mató muy mal en sus dos ocasiones. Silenciado en las dos.

Román es un joven torero con mucho oficio que aprender. Algún día el peso de la tauromaquia valenciana caerá sobre él y, esperemos que esté preparado. Me gusta la actitud que tiene, le gusta el toro bravo, no pide encastes, torea variedad.

Tiene ganas, también valor, pero carece totalmente de técnica. No supo proponer faena a ninguno de sus toros, sin llegar a bajar la mano, telegrafiando algunos pases, excesivamente destemplado, sin las ideas claras. Hoy tuvo toros que en otras manos estaríamos hablando de faenas cumbres, históricas. Una oportunidad para dar un puñetazo encima de la mesa, pero al final quedo en evidencia sus carencias. No supo darle espacio a sus toros y,  acabóencima de ellos. Hay que decir, que tiene mucho margen de mejora y, muchos aficionados le esperan. También elogiar la labor de Iván García, pedazo subalterno. A su primero lo atravesó de una infame estocada que asomo por el costillar, también mató mal a su segundo. Ovación en los dos.

Finito de Córdoba llegaba por la vía de la sustitución entre críticas. Torero de arte y pellizco, hoy dio una lección de temple y torería a sus dos oponentes. Sobrado de arte, -no tanto de valor- en su primero no anduvo «fino», pero acabó sacando cosas muy potables a su oponente, bien es cierto que en ocasiones estuvo muy despegado, y el principio de faenas estuvo marcado por enganchones. Al final «Fino», es «Fino» y, acabó demostrando que tiene mucho sabor añejo dentro. Tres naturales muy templados bastaron para sacar los oles a pleno pulmón en la plaza. Poco más tuvo ese primero, al que Juan, le cambió la embestida y lo enceló en la muleta.

En su segundo dio una lección de cómo andar en torero, como rematar los toros con torería y sabor. Toreo muy de verdad al natural, metiendo los riñones y rematando en la cadera. Tal vez le sobró citar tanto con el pico. La faena cogió vuelo, según el toro iba a más. Finito se reivindicó con su toreo de pellizco. Detalles de arte, que manera de hacer el pase de desdén, que juego de muñeca. Que trincherillas!, que trincherazos!, toreo sin arrastrar la muleta, pero bajando la mano, por momentos tuvo duende. Lo bueno, si breve, dos veces bueno. El mal uso de los aceros dio al traste con la puerta grande. Ovación y oreja.

Y la luz volvió a iluminar a un torero de arte.

Ha sido una semana de pocas emociones, pero de muchos detalles. Tal vez en ocasiones se ha hecho larga, aburrida pero que mal se pasa cuando acaba. Se te pone un nudo en la garganta sabiendo que esta rutina de las 17h de la tarde se acabó hoy. He intentado trasladar al papel lo que he visto en el ruedo, sin paños calientes, desde mi criterio y los cánones establecidos de la tauromaquia. Al final,  éste junta líneas no es más que otro tonto romántico adicto a una droga tan poderosa como irrepetible que es la tauromaquia en toda su esencia.

Por Raul Muñoz