Por Francisco Díaz. Fotografías de Andrew Moore.

Corrida descastada y muy mal presentada de Victoriano del Río, clara consecuencia de la llegada de las figuras. Para matarla se anunciaron Miguel Ángel Perera en su primera comparecencia, y Alejando Talavante y Andrés Roca Rey, en su última.

 

Entre protestas fue recibido el primero de la tarde, por su insuficiente trapío. Un animal que, desdelos primeros comicios, demostró ausencia de poder y se podía vislumbrar la poca casta que por su sangre corría. Miguel Ángel Perera se lo sacó hacia el centro del ruedo sin mucha dificultad, dejando que el toro se limitara a pasar sin gran humillación y menos fijeza. En el caballo se dejó pegar, en un tercio de varas que, en vez de ahormar, sirvió para cuidarlo, como tanto se dice ahora. Eficiente la lidia de Curro Javier y los pares de Javier Ambel, que no fue tan espectacular como acostumbran, por lo agarrado del animal, que empezó a galopar. Llegado el tercio de muerte, y tras el brindis al público, el torillo pasaba con mayor humillación y fijeza. Perera, siempre al hilo del pitón, lo desplazó hacia fuera, demasiado pulcro. Lo mejor que dejó fue el natural del inicio. Intentó el arrimón, con un circular impropio de esta plaza. Dificultades a la hora de matar, y Perera, despreciando una vez más el arte de torear, descabelló sin tener la espada clavada.

 

El segundo, de pelo negro, fue un toro algo mejor presentado. Embistió con brío y humillación en el capote de Alejandro Talavante, que dejó una buena verónica genuflexo por el pitón derecho. Llegado el tercio de la bravura, el animal acudió alegre a los dos encuentros, manteniendo un comportamiento correcto y aceptable en el peto. Entre la primera y la segunda vara, el toro manifestó su patente invalidez. El público pidió la devolución a los corrales. En banderillas, la cuadrilla del segundo extremeño de la tarde cumplió con eficacia. No hubo historia en la muleta, porque si se cae el toro, se cae la Fiesta…

 

Bajo un verdadero aguacero, que hizo disipar el “lleno de no hay billetes” de los tendidos, salió el tercero al ruedo. Embistió bien al capote de Roca Rey, saliendo suelto por el pitón izquierdo. Empujó bien en el caballo, ante un horroroso, por trasero, primer puyazo. De mejor colocación fue el segundo, con un buen comportamiento, nuevamente del toro, más humillado. Esa misma condición, junto con un buen galope, mantuvo en el capote de Viruta, el resto de la cuadrilla cumplió con el expediente. Con el diluvio en pleno apogeo, el peruano se fue al centro del ruedo para iniciar, como tantas otras veces, su faena con el pase del péndulo. En el toreo fundamental, Roca Rey no pudo ante las que parecían codiciosas embestidas, muy destemplado y siempre al hilo del pitón, descargando la suerte, lo cual mantendría durante toda su faena. A partir de ahí, el toro se rajó y se dedicó a recular y defenderse, para acabar aculado en tablas. Mató de buena estocada, a la segunda. Para entonces, la lluvia ya había reducido su intensidad.

 

Otro animalillo sin gota de casta en sus venas resultó el cuarto de la tarde. En el recibo, se venció por el derecho y salió suelto por el izquierdo. Engañó a todos en el caballo, pues apretó en ambos encuentros, siendo el primero largo en el tiempo. Cierto es que en el primer puyazo empujó con los riñones y un solo pitón, y el segundo no recibió castigo ninguno. En banderillas ya anticipó cuál podría ser su comportamiento real: pues apretó mucho hacia los adentros a Curro Javier, que apuntó estuvo de ser prendido contra las tablas, para posteriormente huir dirección de chiqueros. La faena de muleta, en cuanto al comportamiento del toro, se dividió en dos partes: la primera, donde el toro embistió por abajo con transmisión; la segunda, en la que se rajó y huyó en todo momento. Perera lidió en la primera con una total y absoluta demostración de destoreo, como tan habitual es, por desgracia, en él. En la segundo se hizo pesado y alargo en exceso (¿para qué?) la faena.

 

Más basto y feo el quinto, que contradijo el dicho de no hay quinto malo… En los primeros compases, perdió las manos y las echó por delante cuando acudía a las telas de Talavante. El problema de este toro, sin embargo, no sería la falta de fuerzas, sino la ausencia de casta, una vez más. De nuevo, en el caballo se empleó correctamente en los dos puyazos, encelándose con el peto. El tercio de banderillas no será recordado por su espectacularidad, con un buen segundo par de Juan José Trujillo. Talavante lo intentó con la muleta, por ambas manos. Sin embargo, la falta de casta imposibilitó que aquello fuera a más.

 

Otro toro sin excesivo trapío el sexto. Abanto de salida y con dificultades para colocarlo en el caballo. Bueno, eso de colocar es un decir, pues se dejó donde primero le dio la gana a Roca Rey, demostrando un total y absoluto desprecio por la suerte más pura y verdadera de los toros. Una vez más, el toro cumplió en el caballo, al menos en el primer encuentro, ya que en el segundo no se le llegó a partir la piel. Buena brega de Juan José Domínguez, ante un toro tardo y que se movía sin más. Una vez cogió la muleta Roca Rey, inició la faena por estatutarios, muy ajustados, rematados con un pase cambiado por la espalda con la izquierda. Por el pitón derecho fue mejor el toro, repitiendo. El peruano por momentos fuera de sitio, citando con el pico; en otros, se ajustaba más. Probó por el izquierdo, el animal demostró peor condición, y a partir de ahí se empezó a rajar. Arrimón que helaba la sangre. Estocada con derrame y oreja excesiva.