Se llama “capeas” a las lidias tumultuarias y anárquicas con reses resabiadas y viejas en antagonismo a lo reglado con orden, jerarquía  y estética que desde hace casi dos siglos enseña el toreo en las escuelas taurinas o similares. La primera se creó en Sevilla para evitar la decadencia de la fiesta de toros y en defensa de los aprendices de toreros por las desgracias que ocurrían en las plazas.

Fue el primer profesor Pedro Romero y ayudante José Cándido, iniciado en su cuadrilla. Algunos de sus alumnos fueron  Paquiro y Cúchares. Hoy tiene España sesenta escuelas taurinas reguladas que realizan una labor encomiable y  esencial para refresco en los escalafones toreros. “Enteraos”, de simpleza doctrinaria taurina, vocean que “todos” los escolares torean igual. Incierto. Les enseñan lo mismo como un maestro en la escuela. Pero cada uno acaba…según su capacidad, personalidad o sacrificio. En las misma aulas han estado Talavante, Perera, Ferrera, De Justo, Garrido, Ginés Marín…y son diferentes. Y cientos más… desconocidos.

Hubo personajes que se iniciaron en las capeas y de ese ambiente no pasaron.  Algunos porque en ellas dejaron vida e ilusiones. Otros, añadieron a esos inicios la técnica de torear aprendida a base de ver y entrenar con toreros “formados”. Los hubo que conocieron el toreo “correcto” en centros de formación y utilizaron la capea pueblerina y festera para comer, al no progresar por el camino general…y algo había que hacer por senderos peligrosos. Cuando en tentadero, becerrada, novillada o corrida de toros ocurre un desastre manifiesto en cuanto a la lidia, colocación, chaparrada de mantazos, volteretas y otros incidentes desatinados suele escucharse: “Esto es una capea”.

No estoy de acuerdo, ni he leído razonarlo, que en las capeas se aprenda a torear. Puede curtirse un aficionado, o desesperado,  en regates, huidas, carreras y otras picardías. Pero aprender a torear… Podrá decirse que fulano salió de o estuvo en las capeas, que fue habilidoso por pies sorteando aquellas “embestidas”…pero que toreó o aprendió a torear…no. Si al llegar a ellas sabía torear de salón no pudo practicarlo. No siendo que haya capeas en las que suelten “material” virgen. Raro, pues los aborígenes que las programan se esmeran en superar la dureza, peligro, sustos y volumen lo de años pasados y lo del pueblo vecino.

Se aprende a torear con becerras vírgenes en el campo y ensayando miles de horas lo visto en plazas, retransmisiones o sesiones de entrenamiento a los toreros consagrados o a otros que sin estar en el “candelabro” se reconoce que saben torear y torean bien, que son cosas no iguales. De  las escuelas salen jóvenes  bien formados porque se apoya la teoría con la práctica en el campo y en  becerradas.

En las capeas, a lo sumo que podemos encontrarnos es imágenes como la que mostramos en la foto.

Pedro Mari Azofra.