He seguido con mucha atención lo que ha sido la temporada de Domingo López Chaves y, cualquiera tiene atributos para emocionarse y, en mi caso, no podía ser una excepción. Me ha cautivado la naturalidad de su toreo pero, por encima de todo, la belleza de sus palabras en todas las declaraciones ha dado el diestro salmantino. Estoy seguro que mi sentir es el de todos los que le hemos admirado y escuchado. No ha dicho jamás una palabra más alto que otra y, lo que es mejor, le daba gracias a Dios por encontrarse en el patio de cuadrillas de la plaza de Madrid a sabiendas de que tenía que enfrentarse a los toros de Cuadri que, todo el mundo pudo ver como salieron.

En aquel momento pensé y dije para mis adentros: Este tío es de otra galaxia, se emociona a sabiendas de que tiene que matar lo que no quiere nadie. Y, lo que es mejor, pese a la dureza de la corrida, de lo poco que sirvió, del trago que había que pasar, López Chaves la mató con una solvencia desmedida que, fijémonos, gracias a dicha corrida se ha paseado por muchas ferias de España y Francia, todo ello sin lograr el éxito soñado. No es menos cierto que, fue tanta su naturalidad, el empaque que exhibió, la pureza en su torero que, sin cortar orejas cautivó a propios y extraños. Y a partir de aquel momento todos empezamos a hablar de Domingo López Chaves, el gran torero de Ledesma que el taurinismo había tenido secuestrado durante algunos años.

Al final de la temporada, ha cargado con su cruz habitual que no es otra que su fatal espada que le ha privado de cortar orejas de mucho peso, en realidad, el mismo peso que han tenido sus faenas. Pero lo que nadie le podrá arrebatar, como muchas veces dije, es ese caudal de torería que anida dentro de su ser, un tesoro que ha mostrado a los aficionados de España y Francia con una dignidad encomiable. Domingo no ha cargado con la responsabilidad del chaval que empieza que, como fuere, tiene que cortar orejas, algo que él no ha hecho, ni puñetera falta que le hace. Ha actuado como maestro, como ese “viejo profesor” de que yo mentaba que, a no dudar, ha impartido lecciones para los aficionados y, sin duda, para los compañeros con los que ha actuado que, atónitos, contemplaban tanta belleza natural en las manos y sentidos del diestro salmantino.

-Dicho en cristiano, ¿eres un milagro para la torería actual?

Pese a que soy muy creyente, los milagros creo que andan por otros derroteros, es decir, no podemos exagerar la nota. Es cierto que me pusieron en Madrid tras un triunfo previo que había tenido en Zaragoza y, a partir de ahí vino todo lo demás.

-Nos dejaste sorprendidos a todos cuando, en el patio de cuadrillas de Madrid dabas las gracias por encontrarte con dicha afición, algo que entiendo, pero era ante una corrida de Cuadri, de las que no quiere ni Dios. Explícate que, el asunto tiene mucho que contar.

Está clarísimo. Llevaba mucho tiempo sin torear en Madrid y, de repente, verme anunciado en la feria, para mis adentros, el premio no podía ser mayor, razón de la gratitud que mostré a todo el mundo. Yo me sentí el más dichoso de los mortales y, pese al poco juego que dieron los toros, creo que estuve a la altura que yo soñaba, partiendo de la base, como te digo, del juego de la corrida que no fue apta para el gran triunfo.

-O sea que, con lo que no quería nadie tú fuiste feliz. No me negarás que estás hecho de otra pasta muy especial. Una cosa es acudir a Madrid por cojones, con lo que haya y, otra muy distinta, darle gracias a Dios como si te hubiera tocado la lotería.

Es que tenía que ser así. ¿Servía de algo lamentarme? Seguro que no. ¿Qué hacer? Aceptar la realidad y encauzarla para que desembocara en el mar del éxito que, si no llegó no fue por mi culpa, pero sí de los toros. Pero si estoy muy contento de que sirviera muchísimo mi lado positivo de ver la corrida que, cuando todos se lamentaban, yo creía ser el más rico del mundo.

A tenor de los toros que has lidiado cualquiera tiene derecho a preguntarte, ¿qué haces con el miedo? Y te lo digo porque da la sensación de que estás en el patio de tu casa cuando, como es notorio, tienes que matar toros que, solo verlos desde el tendido ya asustan.

Es tanta la ilusión con la que salgo a la plaza que, lo último que pienso es en el miedo. Posiblemente esa convicción que me embarga es la que me aleja de tener que pensar en el miedo como tal. Me aferro, claro que sí, a mi profesionalidad que sigue siendo un valor importante.

-Todos hemos sido testigos de tu infinita torería, razón la cual cuesta mucho entender que un torero de tu categoría estuviera varios años sin apenas torear. ¿De quién era la culpa?

Mía, sin lugar a dudas. Como tú sabes he toreado mucho, algunas temporadas con casi cincuenta corridas de toros y, llegó un momento en el que me confié, bajé la guardia y todo se vino abajo.

-Puede que sea así pero, amigo, muchos toreros tienen una temporada regular y no pasa nada; es decir, se les consiente todo y a empezar en el año próximo. No fue tu caso.

Es cierto que cuesta mucho asumir responsabilidades ante uno mismo pero, lo que no hice jamás es engañarme a mí mismo. Puede que el castigo que se me impuso fuera demasiado severo pero, recuerda que fui yo el que lo provoqué.

-Yo he dicho que en la actualidad eres el llamado viejo profesor que, con cuarenta y dos años eres capaz de encandilar a propios y extraños. ¿Dónde esté el secreto?

Pienso que es algo muy sencillo. Yo mismo me creí que puedo seguir siendo torero que, al paso de los años he adquirido el suficiente oficio como para desarrollar todo el arte que llevo dentro. No creo que nadie me engañara nunca. Era yo y mis circunstancias que, por momentos, no eran las más adecuadas para el desarrollo de mi carrera.

-¿Cómo combatías tu estado de ánimo en esos años de ostracismo?

Toreando. Sí, he dicho bien. Toreando, aunque fuera en pueblos, festivales y mucho en el campo que, para mi suerte tengo muchos amigos ganaderos que jamás me dejaron de lado para que siempre pudiera ir a torear a sus cercados. Es cierto que anhelaba las grandes ferias en las que tantas veces estuve, pero una cura de humildad creo que le viene bien a todo el mundo.

Por cierto, ¿cómo fue aquella experiencia tuya del pasado mes de agosto en que toreaste en Coracora, por tierras del Perú?

Fantástica, increíble, emocionante. ¿Te imaginas que estás toreando en un pueblo que tiene 13.000 habitantes y que la corrida en la que participas tiene 30.000 espectadores? Aquello es otro mundo, otra galaxia que no se puede comparar con nada ni con nadie. Si debo de confesarte que, en realidad, enfrentarme a los toros era apenas nada; lo duro es ir de Lima hasta Coracora con un autobús en que sabes que te estás jugando la vida de verdad durante catorce interminables horas. Una ventura que ya puedo contar a los míos para que se emocionen al saberla.

-Me contabas que era tu presentación por tierras peruanas puesto que, en México, si mal no recuerdo has toreado mucho.

Para mí, México es un país admirable en el que he estado viviendo allí durante varios años que, para mi suerte, me trataron como a un rey. Allí ha toreado más de cincuenta corridas de toros, incluyendo mi confirmación en La México, amén de otras actuaciones que tuve en el llamado Embudo de Insurgentes.

-Por cierto, como dato anecdótico, ¿llegaste a torear alguna vez con El Pana?

Para mi desdicha, no. Pero si tuve la oportunidad de saber de él, de su torería, de su bohemia, de su arte sin parangón. ¿Sabes una cosa? Deja que te lo confiese. Me nutro con videos de El Pana para de tal modo aprender un poquito de la magia que irradiaba este ser humano tan mágico como torero y tan especial como hombre.

Estamos conversando y se nos olvida lo principal. ¿Qué lectura has sacado de esta bella temporada que has llevado a cabo?

He sido el hombre más feliz de este mundo porque he vuelto a pisar las grandes plazas y sus ferias más emblemáticas, algo que, te lo juro, veía como algo imposible. El hecho de que todos mis sueños se han hecho realidad, como entenderás, es para dar gracias a la vida, a Dios, a los empresarios y de forma muy especial a los aficionados que tantas veces me han vitoreado. Sensaciones que hace años que no sentía han vuelto de nuevo a mi persona para que, repito una vez más, me sienta el hombre más feliz de este planeta.

-Digamos que, entresaco de tus palabras y lo resumo en una sola frase, gratitud, es lo que sientes y muestras a todo el mundo, eso sí, sabedor de que has matado lo más duro que ha existido en las ganaderías. ¿Cómo sería tu actitud si mañana te ponen con una de Núñez del Cuvillo?

Eso ya sería como tocar el cielo con mis manos. Digamos que disfrutaría todavía un poco más, si es que al disfrute se le puede poner medida.

-Deberás de convenir conmigo que existen dos clases de fiesta, la de los ricos y la de los pobres que, de forma desdichada es donde tú te encuentras. ¿Qué piensas al respecto?

Desdicha es no torear y estar sentado en la silla de tu casa como yo estaba. Todo lo demás me sabe a gloria. Nunca olvidemos que estar en lo más alto no es nada sencillo; algo tendrá el agua cuando la bendicen. Yo estuve en una posición de privilegio y, como hemos dicho, posiblemente, no la supe aprovechar como debiera.

-Este año, a Dios gracias los toros te han respetado pero, mirando el pasado, ¿cómo recuerdas tus heridas que han sido duras y profundas?

Olvidándolas. No reparo en nada malo que me haya sucedido y, las cornadas han sido un signo maldito que suele marcar a todos los toreros, a sabiendas de que, todos, sin distinción, sabemos que pueden llegar. ¿Solución? El olvido más absoluto y, en mi caso, centrándome en la ilusión que me desborda.

-¿Qué papel juega en tu vida el matador Andrés Sánchez en calidad de apoderado?

Fundamental. Aunque suene a tópico, eso de hablarnos de torero a torero es algo muy hermoso. Nadie como él para comprenderme y apoyarme. Andrés sabía de mi estado de ánimo tan  positivo cuando se hizo cargo de mi persona, razón por la que no le he defraudado. Ambos, amigo, estamos sintiendo una paz desmesurada que viene dada por los éxitos que ambos hemos tenido.

-Llevas una espina clavada que, imagino que los aficionados jóvenes desconocen. Lo digo yo. Se llama Madrid y quiero que nos confieses los motivos.

Parecerá ridículo, pero nunca he cortado una oreja en Madrid algo que, por momentos, al pensarlo, hasta llega a preocuparme. Recuerda que salí en hombros de Las Ventas cuando era novillero pero, ya viste, todo se torció para que jamás tuviera un éxito de clamor en Madrid. Es cierto que allí he plasmado algunas faenas muy bellas, lo digo yo que como sabes soy muy exigente conmigo mismo; pero nunca rematé como debiera, quizás por eso, al final, acabé pagándolo caro.

-Como antes decíamos, la espada ha sido tu cruz y, este año, una vez más las has cargado a cuestas.

Empecé muy bien pero, es cierto, malogré algunas faenas que, sin duda alguna, era de orejas con fuerza y clamor. Sin embargo, de forma humilde, he llegado a la conclusión que el tema de las orejas no debe de distraerme para que siga impartiendo lecciones de torería, las que brotan del fondo de mi ser. Como todo el mundo pudo ver, salgo a la plaza lleno de naturalidad, sin presión alguna, dándole gracias a Dios por veme en esas plazas que tantos años hace que no pisaba.

-¿Será tu fe profunda la que ha obrado el milagro de tu resurrección?

Sin duda, pero no es menos cierto que yo soy el primero que ha creído en mí; de igual modo, como antes hemos dicho, me sentía culpable de mi ostracismo al que me castigaron las empresas, ha sido ahora, con mi fe y mis convicciones con la que he acariciado el éxito una vez más.

Taurinamente. ¿España o Francia?

El mundo diría yo. No puedo desdeñar nada, pero no es menos cierto que ha sido Francia la que me ha mantenido vivo estos últimos años en que, por ejemplo, Vic Fezensac era el templo sagrado al que acudía todos los años y que tanto me reconfortaba. Ahora, ya viste, he sido recompensado en España, Francia y América.

-Muchas gracias, maestro Domingo López Chaves o lo que es lo mismo, ese viejo profesor que con 42 años sobre sus espaldas es capaz de emocionarnos con la naturalidad del toreo eterno.

Pla Ventura