Problemas de índole personal me impidieron en el día de ayer hacer el comentario correspondiente a la corrida en cuestión que, para colmo, resultó ser la más atractiva del ciclo y, casi con toda seguridad de toda la feria de Sevilla, ya lo contaremos al final. Era la corrida de Victorino Martín que, por momentos nos pareció una corrida de aquellas que lidiaba el creador de la ganadería, todo un lujo al alcance de pocos. Recordemos que si los toros de Galapagar nos decepcionaron en Madrid, en esta ocasión a Victorino tenemos que darle el tratamiento de Señor sin que tenga que agradecernos el homenaje.

Mucho debe de haber de misterio en los toros para que unos días salga el toro auténtico, el de verdad, como sucediera el sábado y no como en otras ocasiones que hemos sufrido la más grande decepción puesto que, dichos toros, en Sevilla dieron una emoción desmedida en todos los órdenes. Una corrida de las de antaño que tardaremos mucho tiempo en olvidar. Vamos que, ante lo que se lidió, hasta parecíamos ver a don Victorino Martín Andrés sentado en la barrera disfrutando de su legítimo éxito que, en esta ocasión lo ha gozado su señor hijo que, en realidad, no debe de caber en el traje.

Corridas como la citada son las que dejan al descubierto al resto de las ganaderías, especialmente las llamadas comerciales puesto que éstas quedan con el culo al aire. Nada que ver un Albaserrada de Victorino con lo que matan  las figuras, por Dios. Ya lo decía en su día el maestro Joaquín Vidal que, de salir muchos toros como los del sábado, el noventa por ciento de los toreros estarían sentados en sus casas. Yo entiendo que las figuras quieran el animalito en cuestión que siempre lidian para hacer sus diabluras, pero nadie me apeará de cantar la grandeza de una ganadería como la de Victorino que, cuando sale como el sábado, ahí tiene que entregarse hasta Dios puesto que, es la verdad de la fiesta; toros y toreros, ¿se podía pedir más?

En Sevilla salió el toro bravo, el que buscaba al torero, el auténtico, el tobillero, pero siempre el toro con mayúsculas en todos los órdenes puesto que, hasta se escuchaba decir por las alturas que, aquella sí era la verdad de la fiesta. Allí pudimos ver pasajes bellísimos de arte en las manos y sentidos de Emilio de Justo puesto que, su presentación no pudo ser más importante. La voluntad férrea de Antonio Ferrera que, una vez más, tras las monerías que suele hacer a los toros que ahora lidia, los Victorinos del sábado le pidieron que se acreditara, algo que hizo con enorme valor y algunos pasajes importantes en la lidia. Y ese león llamado Manuel Escribano pechó con el peor lote pero demostró tener un valor a prueba de bomba; vamos que, si no se le rompió el corazón el sábado, con toda seguridad que aguanta ya eternamente. Salió ileso de las guadañas de aquellos toros, sin duda, todo un milagro. Fijémonos si aquello tenia importancia que, hasta el “cabrón” de Eolo no quiso perderse la tarde cuando nadie le había llamado.

Corrida interesantísima en todos los órdenes que, a nadie le importó que se cortaran más o menos orejas; pero sí que todo el mundo disfrutó de un espectáculo memorable que ha quedado ya en los anales de dicha plaza. Hay un dato revelador, la corrida fue tan interesante que en los tendidos nadie estaba usando el teléfono móvil que, como sabemos, es el detonante que suele sacar a la gente de su hastío cuando la corrida es pura basura.

Hay que felicitar a Victorino Martín y, a su vez, pedir que le salgan muchos toros como los lidiados en Sevilla, un modelo a seguir que nos conduce siempre a la verdad de la fiesta; si, ante todo, para que nos aleje del maleficio que supone ver lidiar a ese novillote engordado sin peligro, sin alma, sin trasmisión, todo ello para uso y deleite de los que más cobran. Por cierto, cuidado no vaya ser que esta tarde le entreguen a Diego Urdiales un bombón envenenado en Sevilla. Morante y Manzanares tienen igual, pero no es el caso de Diego Urdiales, el torero más puro de la actualidad que debe de tener mucho cuidado con lo que lidia.

Pla Ventura

Foto El Pais