En período electoral, y sin ánimo de llevar a cabo ningún alegato político, me viene a la cabeza un nombre: Jesús Hijosa, alcalde de Villaseca de la Sagra. De un tiempo a esta parte, se ha producido cierto desapego de la ciudadanía respecto de la política. En muchas ocasiones, se han convertido en élites, y no siempre intelectuales, que solo han servido a sus propios intereses. Se alejan del sentido más estricto y puro del significado de servidor público. Sin embargo, hay siempre valiosísimas excepciones: entre ellas, el referido Jesús Hijosa.

Pese a no tener el placer de conocerlo, no me cabe la menor duda que este hombre conoce profusamente los gustos y aficiones de su pueblo, y entre ellos están los toros. Sin embargo, en tiempos de la dictadura de los políticamente correcto, este alcalde se aleja de los dictados y hace bandera de la tauromaquia como estandarte de su pueblo y de sus conciudadanos. Y no solo de la tauromaquia como tal, sino del concepto de la misma.

Villaseca, desde 1999, se ha convertido en uno de los mayores escaparates para todos los novilleros. Con independencia de clase, dada por el escalafón, se enfrentan a novilladas de distintos encastes, pero con un denominador común: la seriedad y el trapío. Por la exigencia del ganado, el conocimiento de su público y la dureza del jurado, el alfarero de oro se ha convertido en uno de los premios más cotizados entre los novilleros. Andrés Roca Rey, García Navarrete, José Enrique Colombo y Francisco de Manuel han sido los últimos en llevárselo. Distintos momentos, circunstancias y estilos.

Con sus declaraciones, Jesús Hijosa ha defendido su papel en la fiesta de los toros. Ha ensalzado y defendido la positividad y la necesidad de fomentar los festejos menores, como futuro indispensable. Desgraciadamente, las grandes empresas han decidido dejar de lado las novilladas, del mismo modo que han expulsado la afición de la configuración de las ferias. Con la excusa de la ausencia de rentabilidad económica y cargando, nuevamente, contra la afición. Sin embargo, Villaseca demuestra que son viables y posibles. Con variedad y atracción en los carteles y con precios populares, el público responde y llena la plaza, o al menos hace sostenible el espectáculo. Lo verdaderamente inviable y sin atractivo para el aficionado son las novilladas sin alicientes, con el único objetivo de cumplir con el pliego de condiciones.

No solo se ha consolidado en esta localidad el certamen de novilladas con picadores, sino que la apuesta por la cantera se ha fortalecido con los sin picadores. El alfarero de plata es una realidad desde hace seis ediciones. Todas estas iniciativas contribuyen a sostener las tesis de quienes defendemos la viabilidad y la necesidad de las novillas y becerradas para seguir disfrutando de nuestra afición.

Por todo ello, don Jesús Hijosa es un ejemplo elegir. Él y su pueblo son merecedores de abrir esta sección que, semana tras semana, intentará rendir homenaje a todos aquellos nombres que hacen la tauromaquia aún más grande.

 

Por Francisco Díaz.