Por Francisco Díaz.

Se inició esta decimonovena edición del Alfarero de Oro con una exigente y dura novillada de Doña Dolores Aguirre. Estas condiciones, junto al poder (el cuarto no), fueron los denominadores comunes de la tarde. Variedad de comportamientos sin alcanzar la excelencia ni la bravura, todos fueron mansos, sobre todo en el caballo. Los peores primero y cuarto, por mansos y descastados. El primero, sin embargo, mantuvo la atención por su orientada condición. El segundo fue encastado, el quinto se movió y el tercero y sexto desarrollaron clase en el último tercio. La terna compuesta por Fernando Flores, Maxime Solera y Cristóbal Reyes acusó el escaso oficio que hay en su haber. La disposición y la actitud taparon los defectos, salvo en Fernando Flores quien no estuvo en la tarde, con el peor lote.

 

Abrió la tarde un manso y descastado novillo de Doña Dolores Aguirre, que correspondió a Fernando Flores. Tan manso y descastado como listo y orientado. De abierta cuerna, poco le faltaba para alcanzar el grado de playero. En los primeros compases humilló una barbaridad, teniendo muy poco recorrido, pues se frenaba en los capotes. En el primer puyazo se rebrincó y salió suelto, arrollando, casi lo hace con Sergio Aguilar. Desde ahí, barbeó siempre las tablas. En el segundo puyazo se sujetó, embistiendo con un solo pitón. Muy complicado por el izquierdo, pues venía midiendo mucho y venciéndose. La cuadrilla estuvo eficiente colocando los palos a la media vuelta. Ya al comienzo de la faena, huyó hacia tablas. Daba arreones, que no llegaron a genio. El novillo medía y venía andando, a veces escarbaba. Muy poca casta, pero cada vez se orientaba más. En otros tiempos, un poderoso macheteo, habría sido la receta para semejante condición. Dificultad para cuadrar y para matar.

 

De ilustre nombre el segundo, Carafea, cuya lidia y muerte correspondió al francés Maxime Solera. Bueno fue el recibo con el capote del galo, dándole distancia entre pase y pase, para que el toro aumentara su recorrido. A veces humilló. Mal tercio de varas, sin colocar el toro y dejando que campara a sus anchas. Puyazo muy trasero de Gabin Rehabi, el primero, y testimonial el segundo, al que el toro se arrancó con prontitud y alegría, para salir suelto, pese a empujar bien. La lidia de la cuadrilla fue eficiente, rápida y a la media vuelta. El toro en la muleta embistió con raza y humillación. Poderoso inicio de faena, lo mejor. Ya para instrumentar el toreo en redondo, se vio desbordado, sin asentamiento. Cuando fue capaz de alargar la embestida e imprimir algo más de mando, el toro mejoró en su comportamiento. Se rajó. Mal con la espada, en la mano izquierda…

 

Mejor condición demostró Carafea III en el capote de Cristóbal Reyes, con más recorrido y embestida más templada, sin tanta humillación como los dos anteriores. También hay que apuntar lo que manseó durante los primeros tercios, por lo que recibió muchos capotazos. En el caballo se dejó pegar en dos puyazos traseros (el primero excesivamente largo) algo traseros, de los que salió muy suelto. En el segundo, tuvo la intención de colocarlo largo, para lo que necesitó muchos capotazos. Finalmente lo logró y el toro se arrancó a su paso. Tercio de banderillas con la misma tónica por la abanta condición del serio novillo. Buen par de Jesús Aguado. En la muleta empezó por abajo y se fue adornando para rematar la serie. Se venció un poco por el pitón izquierdo. La faena se estructuró en dos fases: una primera, en la que el novillo estuvo desbordado, sin mando ni temple; y una segunda, en la que fue capaz de poderle, y el toro respondió. El denominador común fue la colocación fuera de cacho y el cite con el pico, sin cargar la suerte. Mató de bajonazo trasero. Murió sin ver un solo pasaje por el izquierdo, el poco bagaje condicionó la faena.

 

Sosas resultaron las embestidas del cuarto toro de la tarde, Carafea II, el segundo del lote de Fernando Flores. Desde un principio no humilló nunca y tendió a derrotar al final del viaje. Se lo colocó largo en los dos puyazos, de defectuosa colocación. No peleó como bravo y recibió poco castigo. La lidia fue bastante desordenada y el toro esperaba emplazado y sin arrancarse. Se dolió en banderillas. El comienzo de faena fue un espejismo, pues humilló en el comienzo por abajo. Sin embargo, el toro medía en cada momento y pasaba a arreones con la cara alta y derrotando. Sin fuerza. Fernando Flores se mostró sin ganas y sin ambición, tropezándole mucho la muleta, lo que agrió la condición del novillo. Mal con la espada.

 

Caracorta hizo quinto, un toro basto y playero. Desde que salió el toro se emplazó en el centro del ruedo y tuvo que ir Maxime Solera a recogerlo, dando todos los capotazos por fuera, para ir encelando al animal. Con el caballo, protagonizó un buen tercio de varas, por su buena monta, Francisco José Aguado. El animal tomó cinco puyazos, los cuatro primeros se fue colocando cada vez a una distancia mayor. Sin embargo, salía coceando y manseando con solemnidad, además de acudir muy tardo al caballo. El quinto fue más en corto y recibió más castigo. En el segundo tercio brilló Omar Gómez, pero, por lo demás, se dio una lidia excesivamente desordenada. Con la muleta empezó por abajo el francés. Al novillo le costaba arrancarse, por lo que la receta precisa parecía ser dejar la muleta puesta en la casa para que no tuviera más remedio que repetir. Lo logró una vez por el pitón derecho, donde el toro embistió con humillación y recorrido, siempre con emoción. Sin embargo, al coger la muleta con la mano izquierda el toro se rajó. Pese a todo, nadie se aburrió por las reacciones del toro. Mal con los aceros.

 

De fea encornadura fue el sexto de la tarde, que atendía al nombre de Burgalés, correspondió al jerezano Cristóbal Reyes. En el recibo capotero, el animal embistió de acuerdo con su encaste. Fue masacrado en los dos puyazos que recibió de Jesús Vicente, hermano del matador de toros Iván. Le recetó dos largas varas trasera y contrarias, de cárcel. En el capote de Jesús Aguado se vislumbró la buena condición del novillo, humillado y con recorrido, sobre todo por el pitón derecho. Reyes brindó su faena al respetable. Gran condición por el pitón derecho: noble, humillador, templado, con recorrido y yéndose a los vuelos, siempre. Por el izquierdo le faltó recorrido y repetición, siendo mucho más tardo. Los mejores momentos de la tarde de Cristóbal llegaron por ese pitón derecho, con una mejor colocación y con más mando y suavidad que en su primero. Mal con los aceros.