Al hablar de toros puede ser que se dejen asomar muestras de arrogancia, de humildad, o quizá, de las dos cosas al tiempo. Para hablar de toros, como para el toreo mismo, hace falta ser honesto, sincero, con uno mismo, además de con quién se entable la charla y sobre todo, con la fiesta misma. Al hablar de toros, como en la vida, no creo que sea conveniente aleccionar, ni imponer, pero que esto no se confunda con no defenderlas ideas de cada uno, porque volvemos a lo mismo. Puede que se esté peleando por mantener la integridad de una fiesta, de un rito, que va más allá de una simple afición.

Con cierta frecuencia los hay que confunden el enciclopedismo con saber de toros. Que no está nada mal saber de capas, encastes, nombres de quites, la hagiografía completa de los más grandes o cualquier dato sobre la cuestión que sea, por muy banal que pueda parecer. Pero no solo eso es hablar de toros, igual que hablar de filosofía no es comentar lo dañina que le resultó la cicuta a Sócrates. Hablar de toros es mucho más complicado y más sencillo que montarse un Saber y Ganar de andar por casa. Y que nadie entienda que desprecio las enseñanzas que nos pudieron dejar los grandes maestros del toreo, tanto los que criaron toros como los que con ellos se encontraron en el ruedo.

Los tiempos han cambiado, no cabe duda, no sé si para bien o para mal, pero son diferentes. Recuerdo cuando de jovencito, y antes, escuchaba y callaba ante lo que hablaban los mayores, que no era poca cosa escuchar comentar a Domingo Ortega o Nicanor Villalta, lo que no quiere decir que con diecitantos o veintipocos me creyera el más sabio del mundo mundial de los toros. Y todo porque sabía que era un toro albahío, uno botinero o uno zarco, que diferenciaba la saltillera de la zapopina, del farol. Pero… ¡Ay, ese pero! Ahora ya los confundo y tampoco es que me preocupe gran cosa, prefiero tirar por si el toro tiene trapío o no, si es bravo, manso, encastado o descastado y si es un prenda o un toro de carril. Tampoco me quita el sueño eso del nombre de los quites, me basta con saber si ahí ha habido toreo o aventamiento pseudotaurino.

Que esto de hablar de toros, como diría el otro, es una leche, porque lo que hoy es blanco impoluto, blanco nuclear y sin que haya ninguna duda para nadie, basta que aparezca un toro y lo ponga todo patas arriba. Que quizá los años, el ver unos pocos toros, me ha dejado la que considero la enseñanza más grande de todas y esta no es otra que saber que en esto del toreo, cuando hay toro, solo hay una verdad absoluta y es que no hay ninguna verdad absoluta. Que esto del toro, es un mundo inabarcable, que no es que no sea posible saberlo todo, es que es casi imposible saber algo. Que lo que  engancha de por vida irremediablemente, no es el llegar a saberlo todo, alcanzar esa meta de plenitud en la sabiduría; lo bueno, lo mejor de todo es poder hacer el camino, recorrer esa senda queriendo aprender. Dar un paso y saber de esto y de u otro, para que quince pasos más adelante descubramos que aquellos no era verdad. Pero ¡ojo! Tampoco simplifiquemos puerilmente, porque los errores, las vueltas atrás, el desvanecerse una verdad que creíamos inamovible, no es otra cosa que seguir acumulando saber y proseguir en ese camino que nos marca el toro, acercándonos más y más a ese Valhala que es el darnos cuenta de nuestra maravillosa ignorancia, que nos empujará a seguir queriendo saber, a seguir viendo toros y a que sigamos explicándonos el misterio del toro. Y así, con esta firmeza de pensamiento de saber mi grado de no saber, me atreveré a opinar  de cuando en cuando y empezar la charla con ese “hablemos de toros”.

 

Por Enrique Martín

Creador del blog http://torosgradaseis.blogspot.com/

Fotografia Francisco Jose Diaz Ruiz