Se cumplen por estas fechas cincuenta años de la alternativa del maestro Paco Ruíz Miguel y, de forma inevitable, porque nos sale del corazón, hay que hablar del maestro de la Isla de San Fernando puesto que, si de una hoja de servicios ejemplar se trata, la de Ruíz Miguel es inmaculada, bellísima, excepcional, única, ejemplar; vamos que, si en el mundo de los toros se concedieran galardones como en la política, Paco Ruíz Miguel sería, a no dudar, el Excelentísimo Señor Don Francisco Ruíz Miguel. Los que somos coetáneos del maestro sabemos lo que decimos por la sencilla razón de que lo hemos vivido a su lado.

Es posible que yo no sea lo ecuánime que debiera porque, lo confieso, Paco Ruíz Miguel siempre fue una debilidad mía, hasta el punto de que, a los pocos años de tomar la alternativa me inicié yo como informador en la revista El Mundo de los Toros de Palma de Mallorca y, cuando Juanito Bosch, su director, me pidió que narrara un ensayo sobre Ruíz Miguel, aquel día me vino Dios a ver; gracias a tan magno torero, tantos años después sigo contando historias y acontecimientos del mundo de los toros. Mientras viva recordaré el título de aquel ensayo que, repito, gracias a Ruíz Miguel me inicié como informador. A dicho ensayo lo titulé, como no podía ser de otro modo, JUSTICIA PARA UN VALIENTE, nunca tan acertado el título puesto que, recién había cortado un rabo en Sevilla con una corrida de Miura y apenas le daban cancha.

Sinceramente, pasados los años, los números que ostenta Ruíz Miguel son los que emocionan hasta el punto de la locura. Veo ahora como se adornan los que se dicen figuras del toreo y me entra risa por no decir algo peor. El gran Paco Ruíz Miguel, como así le bautizara el inolvidable y queridísimo Matías Prats, tiene un palmarés que asusta. Anotemos. Cien corridas de Miura, ochenta y nueve de Victorino, cincuenta de Murteira Grave, treinta y seis de Pablo Romero, treinta de Palha, amén de infinitas ganaderías encastadísimas hasta sumar la friolera de mil quinientas corridas de toros; pero de TOROS, que nadie se confunda. Seguro estoy que, tras lo vivido, de tener ahora Ruíz Miguel treinta años y pasar por donde ha pasado, las corridas que lidian ahora las figuras, en sus manos serían pura broma; es decir, Paco se pasaría el día jugando con ese tipo de toros; pero no lo haría porque su pundonor, su grandeza como torero y como ser humano no se lo hubieran permitido porque él era el sinónimo de la más auténtica verdad en el toreo.

Su valor era único, sereno, gallardo, altanero, ecuánime; capaz de soportar las embestidas de aquellos toros fieros en los que había que tener muchos cojones para aguantar aquel envite; un valor que, Ruíz Miguel lo envolvía con su torería irrepetible para que los aficionados vibraran como nunca antes lo habían hecho. Con aquellos toros quisiera yo ver a Roca Rey dándose arrimones.

Ruiz Miguel toca el pitón de ‘Estopeño’, miura que pesó 659 kilos Foto CANO

  • -Tras una brillantísima carrera como novillero tomó usted la alternativa en Barcelona y, pese a sus éxitos, no se lo pusieron sencillo. Se lo digo porque sus primeros años como matador, pese a su grandeza y capacidad, daba la sensación de que tenía que mendigar usted los contratos. ¿Qué mano negra había detrás que retrasó tanto su despegue como el gran torero que fue?

Todas las épocas han sido difíciles y mucho más en la mía que había un extenso grupo de matadores consagrados que no le dejaban paso a nadie, cosa muy natural y lógica si me apuras. Yo sabía del esfuerzo que tenía que hacer, nada era nuevo para mí, de ahí la conciencia que me invadía sabiendo que había elegido una profesión durísima, pero a la que yo amaba.

  • -Lo del amor que sentía por su carrera no hace falta que lo certifique puesto que, echarse de espontáneo con un novillo de Paquirri en la plaza de toros de Cádiz, en aquel instante ya estaba usted firmando sus ansias por ser torero. ¿Cómo se le trababa en aquel entonces a un espontáneo?

A mí me trataron con mucho respeto; primero los aficionados me ovacionaron y luego las autoridades me respetaron y la cosa no pasó a mayores; pero sí, en aquellos instantes yo quería rubricar ante el mundo que quería ser torero.

  • -Recuerdo que una vez confesó usted que se enfadaba en los primeros años de su carrera cuando se veía anunciado con aquellos toros terroríficos, algo muy natural y lógico cuando como usted sabía los había más livianos. ¿Qué le hizo cambiar de parecer?

Creo que mi apoderado por aquel entonces me hizo recapacitar para comprender que, con aquellos toros estaba sentenciado mi destino, por tanto, lo que ha sido mi carrera como matador de toros que, como el mundo sabe, ahí están mis logros.

  • -¿Es posible que todo cambiara para usted tras haber cortado el rabo a un toro de Miura en Sevilla?

Sin duda alguna. Es más, cuando recapacité muy pronto comprendí que estaba en el camino correcto; sí, porque para matar ese tipo de ganaderías habíamos unos cuantos chavales, mientras que para lo que se dice el toro de las figuras había muchísimos candidatos.

  • -Habla usted de figuras del toreo ¿se sintió usted figura entre los suyos?

Quizás no encaje muy bien en mi persona la acepción de figura del toreo que, en realidad, no he comprendido nunca lo que quería significar. Lo que sí puedo decirte es que fui un torero respetado y admirado por mis logros, sin que nadie me regalara nada. Si a mis logros le queremos añadir el detonante de figura del toreo, tampoco creo que digamos ninguna barbaridad.

  • -Sus logros, como antes comentábamos, no han podido ser más grandes; su hoja de servicios, como decía siempre nuestro admiradísimo Matías Prats, no podía ser más ejemplar. ¿Ha desdeñado usted alguna vez de lo que fue su carrera, es decir, de lo que pudo haber sido?

No, para nada. Soy el que soy gracias a ese tipo de toros que me permitieron granjearme mi leyenda que, no era nada sencillo. ¿Qué pudo haber sido de otra manera? Nunca me lo pregunté, pero sí te digo que viví feliz con lo que me tocó. Ufanamente y sin desdeñar a nadie, me siento muy satisfecho con todo lo logrado que, si me apuras, no se lo deseo a nadie, pero ese era el camino que tenía que recorrer que, en honor a la verdad es el que me llenó de gloria.

  • -Usted ha matado toros importantísimos en todos los aspectos pero, ¿qué sintió cuando vio aquel Miura con casi setecientos kilos y con unos pitones de un metro veinte de un pitón al otro? Si no recuerdo mal aquella epopeya tuvo lugar en Pamplona. ¿Qué pasó?

Son de esos toros que quieren comprobar la firmeza de un individuo; los he matado grandes, duros, correosos, bravos, pero creo que el que tú citas es el más aparatoso que, de haberlo matado a la primera le hubiera cortado el rabo.

  • -He conocido individuos que se vestían de toreros y que jamás salieron en hombros de Madrid y, en su caso, harto de atravesar el umbral de dicha plaza, para su desdicha, algunos necios todavía le discutían. ¿Qué más esperaban de usted?

Nunca lo entendí y, lo que es peor, era cierto lo que tú dices. Pienso que, algunos, por lo que decían, quizás esperaban que me matase un toro porque, más entrega que la mía no creo que haya muchas; habrá muchachos que lo habrán hecho igual que yo pero, superarme en lo que a entrega se refiere, lo veo difícil. Pero fíjate, entre unos y otros granjearon mi leyenda y, ante todo, la dicha que ahora conversemos juntos cincuenta años después de mi doctorado.

  • -Usted, maestro, que ha sido el torero que más toros ha lidiado de Victorino Martin en el que, muchas veces salían al ruedo lo que usted bautizó como alimañas, cosa que ahora no sucede porque el toro de Victorino es más suave. ¿Se queda con lo que fue su época o preferiría el toro que ahora lidia Victorino?

Para dicha de los toreros la ganadería ha evolucionado a mejor, algo que me alegro muchísimo por el ganadero, pero yo no desdeño de nada de lo que hice porque, para mi suerte, y quizás para Victorino, creo que hicimos un tándem casi perfecto que fue la admiración en todos los ruedos de España.

  • -Muchas veces me pregunto, maestro, ante todo lo que usted lidiaba y de la forma que lo hacía, ¿qué se le podía criticar a usted?

Mira una cosa, yo no podía entrar en la mente de ningún crítico y, sus razones tendrían pero no es menos cierto que, la gran crítica del momento, todos ensalzaron mi labor que, ante todo estaba rociada de verdad. Allá cada cual lo que cada quien pudiera pensar.

  • -Para matar aquellas corridas que usted lidiaba, en realidad, ¿qué era antes la técnica o el corazón?

Sin duda el corazón que me permitía tener el valor suficiente para afrontar aquellas epopeyas que, a diario se volvían heroicas como su nombre hace presagiar. La técnica, claro que hacía falta, pero la adquirí en el ejercicio de mi profesión. Lo que si es cierto es que sin mi corazón nada hubiera sido posible.

  • -Pocos como usted, maestro, pueden esgrimir el galardón de haber sido un torero consentido de Madrid, un lujo al alcance de muy pocos privilegiados. Se lo digo porque conozco a muchas figuras del torero que se marcharon de la profesión sin obtener el beneplácito de Las Ventas. ¿Dónde radicó su secreto?

En la verdad. Pero no lo digo yo, lo dice la propia historia de la plaza de Madrid que, como hemos visto a lo largo de muchos años, cuando un torero llega a dicha plaza con el estigma de su verdad sobre sus espaldas, allí se entrega hasta Dios. Yo trataba de ser el paradigma de la verdad de lo que aquellos aficionados soñaban y, a Dios gracias lo conseguí.

  • -La pregunta le sonará tópica pero, maestro, creo que es inevitable. ¿Qué sentía usted en todas las ocasiones que salió por la puerta grande de Madrid que, si no recuerdo mal fueron diez veces, al margen de la que pudo haber salido porque marró el triunfo con la espada?

Es una dicha inexplicable; yo diría que el cenit a lo que pueda aspirar un torero y, repetirlo tantas veces como yo lo hice, han pasado muchos años y al ver videos de aquellas tardes todavía me emociono. Triunfar en Madrid, para todo artista yo diría que es el sumun de lo que uno ha soñado siempre; vamos, como para un tenor triunfar en el Real, pero en mí caso en la plaza de Las Ventas.

  • -En su época, maestro Ruíz Miguel, muchas veces sonaban las broncas con fuerza en las plazas de toros y, de su parte, corríjame si me equivoco, una bronca no lo escuchó usted jamás. ¿Qué hacía usted para que nadie le chillara?

En la vida de todo torero hay tardes de todas porque siempre estamos sujetos a los que “diga” el toro, pero de mi parte procuré no aliviarme jamás, cosa que se palpaba de lejos por los hierros que habitualmente lidiaba.

  • -¿Qué pasó, maestro Ruíz Miguel, con aquel toro de Villagodio que, según usted, cambio el curso de su vida como torero?

Era una corrida de Miura, como tantas de las que maté en Madrid pero, aquella tarde cambiaron uno de mis toros y salió el de Villagodio que tú aludes; parecía una maldición todo lo que me estaba sucediendo y, tras la corrida me convencí de que todo era una bendición. Sí, amigo, porque estar por encima de aquel toro exageradamente grande, con unos pitones espeluznantes y que yo fuera capaz de triunfar, aquello me motivó; es decir, me convencí de que yo podía con todo, razón por la que siempre agradeceré que apareciera aquel toro en mi vida.

  • -¿Qué recuerdos tiene de la llamada Corrida del Siglo?

Inolvidables. Yo diría que fue la corrida más significativa de Victorino en Madrid puesto que, en aquella tarde se dieron citan muchas emociones dada la tremenda calidad de la corrida, la que nos permitió salir en hombros a Esplá, Palomar y este que te habla.

  • -¿Quién era su rival?

Ruíz Miguel, que no te quepa duda. Yo tenía que rivalizar conmigo mismo puesto que lo que hicieran los demás no me afectaba; y mira si tenía que batallar conmigo mismo que, muchas veces, tras el tremendo esfuerzo, no entendía que no se me tratara con la justicia que yo creía merecer, por eso me mentalicé que yo era mi gran rival por aquello se superarme a mí mismo.

  • -Barcelona, maestro, la plaza de sus grandes éxitos cerrada por una absurda decisión política. ¿Qué opina al respecto?

No tengo palabras, pero sí una pena muy grande que se cerrara una de las plazas más emblemáticas del mundo, que me lo digan a mí que allí triunfo en repetidas ocasiones, al margen de que allí me doctoré. La política que debería ser el arte de construir para la ciudadanía, en demasiadas ocasiones sirve para destruir, en este caso, clausurar una de las plazas más relevantes del mundo. Pero mira, no quiero entrar en detalles que me pongo malo.

  • -Como diría Violeta Parra, gracias a la vida que le ha dado tanto ¿cierto?

Sin duda alguna; yo le di mucho a la vida, a mi profesión pero creo que la vida misma ha sido justa conmigo y me ha recompensado como debiera. ¿Pude lograr más? Eso nadie lo sabe. La certeza es que lo que tengo me lo he ganado con sangre, sudor, lágrimas, torería, valor y unos deseos inmensos por querer ser torero.

  • -Usted prolongó su carrera como pocos toreros han hecho puesto que, tras su retirada reapareció y, aunque a modo de actuaciones contadas, a sus años todavía nos seguía estremeciendo, caso de su última tarde en San Fernando en el año 2015 en que, Juan José Padilla y Galván la sacaron en hombros por última vez. En aquel momento, ¿sintió usted que todo había terminado?

Sí, porque se lo había prometido a mi familia puesto que yo me encontraba muy bien y con facultades para hacer el paseíllo, en realidad estaba cometiendo una locura de la que ya me curé.

  • -Ahora en el retiro dorado de su finca, de su casa, junto a los suyos y a tantos miles de amigos que ha dejado por el mundo, ¿qué le pide a la vida?

Mucha salud para poder seguir disfrutando de la vida que, en realidad es el todo. A mis setenta años, ver amanecer cada día, comprobar que tengo salud junto a los míos, mi dicha no puede ser mayor.

-Muchas gracias, maestro Ruíz Miguel, que Dios le siga bendiciendo.

 

Por Pla Ventura