En el día de hoy, justamente cuando escribo estas líneas me entero de que Diego Urdiales es el gran ausente de la feria de San Isidro de Madrid, un dislate en toda regla. Imagino, así lo barrunto, que serán motivos económicos, quiero pensar porque lo contrario sería la hecatombe más grande jamás imaginada.

Como fuere, no deja de ser un crimen en toda regla que, el torero más amado por la afición de Madrid en los últimos veinte años haya quedado excluido de dicho ciclo, me parece aberrante. Siendo así, ¿qué pinta la afición? ¿Para qué sirve la crítica? Sin duda, para que nos demos cabezazos contra la pared ante tan gran injusticia.

Al margen de que Diego Urdiales es todo un referente en Madrid, nunca debemos de olvidar los méritos contraídos por este diestro en la Villa y Corte puesto que, pocos como él pueden presumir de haber tenido la tarde más rotunda de su vida, precisamente, en el ruedo de Madrid. No estamos hablando de un recomendado para que le den la oportunidad de triunfar, hablamos de un torero artista como pocos, puro como el que más y, sin duda, con la tarde más emotiva del último decenio en la plaza de Las Ventas puesto que, aquella tarde otoñal de 2018 no la olvidaremos jamás; ni el diestro ni los aficionados que nos cupo la dicha de extasiarnos con su obra.

Quiero pensar, es un presagio mío que, posiblemente, como quiera que Diego Urdiales es capaz de defender su propia dignidad como nadie en el mundo; es decir, defender a capa y espada su estatus de gran torero que, por nada del mundo puede ir por las migajas que le quieran ofrecer puesto que, si a las figuras se les paga sumas astronómicas, a los diestros, como pueda ser su caso, sin llegar a dicho estatus, hay que respetarles en sus pretensiones. Como digo, todo son elucubraciones mías pero, la gran verdad es que este gran torero se ha quedado en la calle, otro San Isidro que, al parecer, interesan las figuras como es lógico y, toda la bagatela de muchachos capaces de pegar mil pases, no decir nada, pero cobrar el sueldo base establecido.

Recordémosle a la empresa que no estamos hablando de un cualquiera; abogamos por un torero santo y seña de la afición de Madrid que, sin duda, ésta quedará totalmente defraudada. Así es el montaje de estas organizaciones absurdas que, priva más el bolsillo de la empresa que los gustos de los aficionados que, como siempre, pagan fortunas para que les ofrezcan restos de serie.

Hay ausencias que duelen y la de Diego Urdiales es la más sangrante. Podrán faltar algunos toreros, pero nadie dejará un estigma tan relevante como el diestro de Arnedo que, fiel a sus principios como torero y como hombre, no está dispuesto a prostituir su arte, no en vano, toreros de su corte no los tenemos tirados por las esquinas. Como decía, la afición de Madrid se estará rasgando las vestiduras aunque, deben de ir con cuidado puesto que al paso que vamos tendrán que ir a los toros desnudos; desnudos de ilusión sería la definición puesto que, salvo contadas tardes, ¿qué otro torero sin el estatus de figura tiene en tirón de Diego Urdiales en Madrid? Que responda el que sepa.

Antes, entre la torería había un axioma que nos decía que respecto a los toreros, unos las firman y otros las torean. Sin desearle el mal a nadie, espero por el bien de Urdiales que se cumpla dicho axioma para que, como fuere, Diego Urdiales pueda seguir encandilando a la afición madrileña que, como decía, es todo un símbolo en Madrid.

En la imagen, la torería inenarrable de Diego Urdiales, el consentido de Madrid que se ha quedado fuera.