El hecho de que se hayan paralizado la celebración de las corridas de toros en España no tiene paragón puesto que, lo que estamos viviendo no había sucedido jamás, ni siquiera en el año 1918 cuando la gripe azotó a España y, a todo el mundo, una gripe que se cobró cincuenta millones de víctimas por todo el globo terráqueo cuando, por aquellos años, el mundo tenía apenas tres mil millones de personas. No podemos olvidar que, en dicho año, la llamada “gripe española” dejó en nuestro suelo patrio trescientos mil cadáveres.

Es cierto que, en el año que citamos, la información que se tenía era muy escasa, como igualmente los medios para combatir a dicha gripe que resultó mortífera de necesidad y, paradojas del destino, no se dejaron de celebrar corridas de toros por toda España salvo en el mes de octubre en que, Zaragoza, con más alarma que ninguna otra ciudad, decidió suspender la feria del Pilar, cuando, a lo largo de todo el año se siguieron celebrando los festejos taurinos.

Dicho lo cual, estos hechos vienen a demostrar la gravísima situación que estamos sufriendo puesto que, si con aquella gripe durísima y criminal no se suspendieron las corridas de toros, que ahora se haga, es algo que viene a mostrarnos la gravedad de lo que estamos padeciendo.

Que el coronavirus haya tenido más fuerza e impacto que la propia guerra civil que sufrimos en el año 1936, ello viene a demostrar que, la maldición que nos ha caído encima no tiene paragón. Sí, porque ya es curioso que, aquella España que combatía en sus dos frentes, pese a todo, no dejaron de celebrarse festejos taurinos; se redujeron, claro, pero jamás se suspendieron.

En aquel año 1918 que hemos citado, pese al infierno que vivía la población, siguieron celebrándose las corridas de toros hasta llegar a la emblemática fecha del 10 de octubre cuando, en Madrid, se despedía de los ruedos el más genial de los toreros, Rafael Gómez Ortega “El Gallo” que compartía cartel junto a su hermano, José Gómez Ortega, más conocido como Joselito que, como dato curioso, como nos recuerda la historia, cortó el primer rabo que se concedía en Madrid.

Es cierto que, en aquel año fatídico, según nos cuentan las hemerotecas, Joselito padeció durante toda la temporada unas fuertes fiebres que le impidieron participar en numerosos festejos de los que tenía programados, lo que nos hace sospechar que eran brotes de la maldita gripe que acabó con la vida de trescientos mil compatriotas en dicho año pero que, a Dios gracias, Joselito pudo salvarse, hasta tuvo la oportunidad, como decíamos, de participar en aquella emblemática corrida en la que despedía a su hermano y en la que, como dijimos, José Gómez Ortega Joselito, cortó el primer rabo que se concedía en Madrid. Y, paradojas del destino, se salvó Joselito de la gripe mortífera para, dos años más tarde, cuando España se había recuperado de aquella pandemia, un toro mató a Joselito en Talavera.

Ni siquiera las guerras que ha habido en España de toda índole, tuvieron la suficiente fuerza para paralizar las corridas de toros que, como la historia nos ha contado, se dejaron de celebrar cuando el Rey Carlos IV las prohibió entre los años 1805 y 1808, pero fue todo debido al a decisión de un dictador puesto que, ni las peores desdichas lograron que se suspendieran las corridas de toros, hasta el punto de que, por ejemplo, el 2 de mayo de 1898, cuando España sufrió el llamado “Desastre de Cavite”, en dicha fecha se celebró la gran corrida goyesca en la capital en la que, como reza la historia, Mateo Práxedes Sagasta, Presidente del Consejo de Ministros fue muy criticado al permitir dicha corrida pero como él sentenciaba, lo hizo para que no se deprimiera todavía más el pueblo de Madrid que, sabedor de que España había perdido Filipinas, prohibir los toros hubiera sido sumir en la desdicha todavía más al entristecido pueblo español.

Tras todo lo contado, ya podemos darnos una idea de la magnitud de todo lo que estamos viviendo. Una catástrofe jamás antes vista que, deseamos no tenga los efectos devastadores de aquella gripe de 1918, razón por la que todo nos hace indicar que debemos de cuidarnos.

En la imagen, José Gómez Ortega, Joselito, acariciando el piton del toro.