Dicen que Pablo Aguado llegó a México y besó el santo, concretamente en la plaza de toros de Juriquilla pero, eso no es ninguna novedad, al menos, para los que sabemos qué clase de torero es Pablo Aguado que, sin duda alguna, como el mundo sabe, se trata del heredero directo de Morante; es decir, su trono ya no quedará vacante nunca más.

Es lógico que cayera de pie el diestro sevillano por tierras aztecas puesto que, en México gozan del buen toreo, es decir, de los intérpretes más puros, en este caso, como digo, en las manos y sentidos de Pablo Aguado, cosa la más natural del mundo. Nadie pondrá la menor objeción a dicho diestro que, lidiando el toro de las figuras, a poco que le embista un animalito ridiculiza a todo el mundo.

Si en España ha gozado lidiando los toritos de las figuras, es decir, los que ya le corresponden por su condición como tal, en México que el toro es más dulce, más pastueño y si se me apura más bondadoso, el viaje del diestro no será otra cosa que un paseo por el arte.

Para nosotros, los que tuvimos la fortuna de verle en su confirmación de alternativa en Madrid el pasado año en la feria de otoño, desde aquel momento supimos que se trataba de un torero sumamente extraordinario pero, la gran pregunta sigue siendo siempre la misma. ¿Por qué le tuvieron un año en el dique seco? ¿Acaso no valía, de ahí las dudas que los empresarios tenían? Y, dentro de todos los males, menos mal que confirmó gracias a una sustitución porque, de lo contrario, a estas alturas no estaríamos hablando de este artista único en su género.

Lógicamente, debido al éxito de Madrid entró en la feria de Sevilla con vitola de torero grande y, junto a los más celebrados toreros de la actualidad, Pablo Aguado se entretuvo cortando cuatro orejas en La Maestranza que, si se me apura fue lo de menos; lo realmente hermoso no fue otra cosa que su caudal de torería irrepetible. Y será siempre así porque, como sabemos, Aguado, es muy irregular con la espada; es decir, pierde muchos triunfos por el mal manejo de la tizona pero, no pasa nada porque lo que en verdad cuenta es el arte que derrama.

Pablo Aguado viene a demostrar que un artista, por grande que sea, si los demás no te apoyan, en este caso los empresarios si no te contratan estás perdido. Y así estuvo el muchacho toda la temporada pasada que, como sabemos, era muy conocido en su casa a la hora de comer.

Lo que se dice épica aportará muy poca al toreo este diestro admirable por su arte, pero lo que se dice estética, nadie como él; lo ha hecho en España y Francia y, como se ha demostrado, México ha caído rendido a sus pies. Quisiéramos que Pablo Aguado fuera como nosotros, los aficionados, nos gustaría; es decir, que matara los toros de verdad, los que tienen casta y verdad; pero como quiera que todo no es posible nos tendremos que conformar con su bello toreo aunque sea con el medio toro.

En la foto, Pablo Aguado en la plaza de toros de Juriquilla.