A estas alturas de mi vida, con poquita gasolina en el tanque como diría el poeta al referirse a la edad, todavía me sigo preguntando en qué se diferencia una dictadura de una democracia. Sin razonar mucho y utilizando la lógica más aplastante, una dictadura es un régimen político en que todo pasa por lo que diga un dictador sin que la gente tenga el menor atisbo de votar ni de opinar. Ante un dictador, pobre del que opine. Triste, ¿verdad? Ahora presentaré a todos los dictadores que tenemos en la actualidad.

Superado el escollo que teníamos al respecto de la dictadura que, dicho sea de paso, vivíamos como reyes, pasamos a la época de las libertades y nos llegó la democracia que, sin duda, alegró a muchísimos, sin duda, todos los que viven de ese cuento chino que alberga la democracia. Pero no es menos cierto que nadie midió las consecuencias; dejamos de tener una dictadura y por arte de magia, aunque pequeñas, tenemos la posibilidad de tener diecisiete dictaduras; no digo que sean todas, pero sí en muchas de esas comunidades de España anidan dictadores al más alto nivel. Y no digamos ya en los pueblos, puesto que al frente de los mismos, cabe la posibilidad de tener al dictador de turno, como sucede, en centenares de ayuntamientos; y todos pedían democracia, claro, para vivir del cuento sin trabajar.

Todos estos dictadores amparados por la bendita democracia, sin la menor duda, son todos de izquierdas; o sea que, los que pregonaban democracia y odiaban al dictador, ahora son ellos lo que ejercen su puta mano dura en todo aquello que no les gusta y, paradojas del destino, los toros son el “buque insignia” que hay que destruir. Comenzó la cosa en Cataluña cuando era regida por un tripartido asqueroso, cruel, dantesco y con ideas asesinas, hasta el punto de formular un maldito referéndum para eliminar los toros y, con malas artes y sucias manos lo lograron.

Ahí están los logros de todos esos asquerosos de izquierdas que se dicen demócratas y, pobre de aquel que opine lo contrario, caso de Baleares, la Cataluña citada, Cádiz, aunque no tenga plaza de toros si tiene un dictador; la izquierda nos mandó a una serie de personajes de novela para que prohibieran y destruyeran todo aquello que nos les gustara y, los toros no les gustan, como no le gusta a Carmena el circo, esa anciana que rige los destinos de Madrid que, como colofón a sus maldades como alcaldesa, ahora ha decidido cargarse el circo prohibiendo que en los circos haya animales salvajes como leones y elefantes; animales que han domado sus propietarios con el paso de los años para que el circo sea una realidad como lo ha sido toda la vida. Eso sí, he podido saber por un comunicado que circula por la red al respecto y, el lugar de los animales en los circos lo ocuparán los animales que dictan las órdenes criminales.

Me decía un amigo hace unas fechas cuando hablábamos de la democracia que estas gentes hacen para sí mismas, prohibiendo hasta el respirar. Aquel amigo me decía a modo de pregunta. ¿Qué calificativo podemos darles a estas gentuzas? Criminales, revanchistas, analfabetos, hijos de puta, mal nacidos, retrasados mentales, chuflas…..todo menos demócrata. Dejémoslo así y cada lector que les ponga el calificativo que quiera.

Siento mucha pena al respecto, nada es más cierto. Pero ya mi desolación no puede ser mayor cuando el TC falla a favor de la fiesta y dice que nada ni nadie podrá impedir que se celebren corridas de toros en cualquier lugar de España. Mientras el Tribunal Constitución emite su fallo, un novillero de Olot, pobrecito, albergaba esperanzas de que hubiera toros en su pueblo. Claro que, el chico no sabe qué dictador maneja los asuntos de su pueblo. Y que alguien me niegue que todo aquel que se salta las leyes a la torera no es un dictador. Ese pobre chico no verá nunca más toros en Olot, como los dejó de ver su compatriota Serafín Marín que, año tras año, en Barcelona resolvía su temporada y, clausurada la Monumental le mandaron al puto ostracismo para que se muriera de hambre.

Podría citar decenas de ejemplos en lo que el dictador hace acto de presencia, se pasa por el forro de sus cojones las leyes, caso del veredicto del Tribunal Constitucional y, el que sea guapo que opine o que diga lo contrario. Ahí está el caso de Villena, por citar un ejemplo sangrante por completo en que, hace muy poquitos años, la señora Celia Lledó, en funciones de alcaldesa restauró la plaza de toros para todos los villeneros y, de la noche a la mañana, se celebraron elecciones y, como ha ocurrido en decenas de sitios de España, un tripartido de izquierdas con la única ilusión de destruir todo aquello que huela a toros y a España, clausuraron la plaza de toros de Villena, todo un monumento en la actualidad; plaza que ha sido requerida por varios empresarios y según el alcalde tiene desperfectos estructurales para dar una corrida de toros, eso sí, para un concierto de roqueros está en perfecto estado.

Y menos mal que el TC ha fallado a favor de la fiesta, de haber opinado lo contrario, el alcalde de Villena seguro que hubiera intentado quemar su plaza de toros. Y dicen los muy necios que trabajan para el pueblo. ¿Qué pueblo? Trabajan, como sucede en Venezuela para los cuatro que les ríen sus fechorías.

Ya conocemos, desde hace muchos años, la bondad de la democracia que supo alejarnos de un dictador para que cayésemos en manos de decenas de dictadores pero que, amparados por la ley, disfrazados de demócratas, han dejado a Franco a la altura del betún.  Y, lo más sangrante del caso, que todavía tienen adeptos que les aplauden y les ríen las gracias.

Pla Ventura