Al respecto de los bellos ensayos con los que nos obsequia nuestro compañero y amigo Pedro Mari Azofra en torno a los toreros de los años cincuenta y sesenta, al comprobar las cifras que recibían por sus actuaciones me quedo sin alientos porque tengo la mala costumbre de establecer ratios comparativos, razón de que mi desdicha será siempre una norma.

La pregunta es inevitable, ¿qué ha sido del dinero de los toreros? Sin duda que, si nos situamos en aquellos años y comparamos lo que valía un jornal de un obrero, parece todo un milagro que los diestros cobrasen aquellas fortunas; es cierto que llenaban las plazas pero, pensar que en el año 1954 Antonio Borrero Chamaco, por citar a uno de los novilleros punteros de la época, en dicho año, su caché por novillada estaba en cien mil pesetas, es como para ponernos a temblar.

Para que nos hagamos una idea de la importancia del dinero en aquellos años y lo que se podía comprar con aquellas “pesetas” es como para ponernos a llorar en la actualidad. A modo de confesión diré que, diez años más tarde de los triunfos de Chamaco, es decir, en el año 1964, mi padre vendió la casa que teníamos para atender la enfermedad de mi madre que la llevó a la muerte, por el importe de 16.000 pesetas. O sea que, mi pobre padre vendió la casa por 95 euros de la actualidad. En aquellos años una casa valía lo que ahora un cubierto en un restaurante de mediano lujo.

¿Se imagina alguien si la proporción crematística hubiera seguido la misma línea de aquellos años? ¡Todos los toreros serían millonarios! Pero no, todo cambió para peor puesto que, si en aquellos años, Chamaco, de novillero se compró una finca y se hizo millonario, como digo, ¿qué ha pasado con el dinero de los toreros? Pensar, amigos, que muchos toreros, en la actualidad, setenta años después de que aquellos hombres se hicieran ricos como toreros, muchos de los diestros actuales no cobran los seiscientos euros que son las cien mil pesetas de entonces.

¡Qué felicidad en aquellos años en que, Chamaco, Litri y muchos de sus compañeros se hicieron ricos de novilleros! Visto en lontananza, es decir, bajo el paso de los años, cuesta mucho creer lo que nos cuentan pero es una verdad que aplasta, la prueba es que en aquellos años los diestros se retiraban muy jóvenes, apenas eran unos chavales y se marchaban para casita con la vida resuelta, con la finca a su nombre y con el reconocimiento de toda la afición y crítica.

Antonio Borrero Chamaco se retiró de los ruedos con treinta años, trescientas corridas en su haber y, multimillonario perdido. ¡Vamos, como ahora! En la actualidad y desde hace muchos años, los toreros, y me refiero a las figuras, para retirarse con la vida resuelta tienen que estar treinta años en activo como Ponce y el resto de las figuras actuales y, algunos, hasta dudo que se marchen a casa con la paz y tranquilidad que da una suculenta cuenta corriente.

En aquellas décadas de los cuarenta, cincuenta, sesenta e incluso en los setenta, cualquiera, en apenas “cinco minutos” se marchaba rico del toreo, algunos, como novilleros arreglaron su vida caso de Pepe Luís Vázquez Silva que, con apenas un puñado de novilladas se compró una finca en Sevilla. En aquellos años el dinero sí valía, no como ahora que, por ejemplo, Paco Ureña que el pasado año toreó 30 corridas de toros alzándose como el gran triunfador de todas las ferias que toreó y acabó a palos con su apoderado que, tras lo que le liquidó no tenía para comprarse un piso que, como decía, en los años cincuenta, en una sola novillada un torero se compraba una casa.

Es tremendo todo lo que estamos viviendo en la actualidad o, en aquellos años citados los empresarios eran gilipollas y daban el dinero a espuertas a los toreros, cosa que dudo mucho. Si existía aquel flujo de dinero era porque entraba por las taquillas en que, el empresario se quedaba lo suyo y el torero ganaba lo que le correspondía por aquello de jugarse la vida. Ahora el dinero que entra por las taquillas parece que es volátil y se pierde por el espacio sideral sin que nadie pueda hacer nada por evitarlo.

Dicen que el mundo de los toros es el fiel reflejo de la sociedad en que vivimos y, el axioma es totalmente cierto. Respecto al poder adquisitivo del dinero, todo ha cambiado, pero para mal; no ya en los toros, se trata de todos los estamentos de la sociedad en que vivimos. En el año setenta y nueve me compré una casa que me costó cinco millones de pesetas, es decir, treinta mil euros de los de ahora y, en cinco años con mi jornal, la tenía pagada; ahora los chico jóvenes se compran un piso, el que puede acceder a la hipoteca, les cuesta una fortuna y necesitan treinta años para pagarla.

Seguramente el dinero que circula es el mismo de siempre o si se me apura mucho más. Pero amigos, no contábamos con la clase política puesto que, como decía hace pocas fechas un economista decía que, con el dinero que nos cuesta la clase política a los españoles se podría construir, cada día, la catedral de Burgos. Ese es el agujero que nos ha llevado a los españoles a la ruina puesto que, mantener a cientos de miles de gandules que no producen y encima cobran sueldos opíparos, con eso está dicho todo. Se quejan los toreros, y nos quejamos todos puesto que los que hemos sabido el importantísimo valor que tenía la peseta, ver que ahora por mucho que trabajemos, millones de jóvenes no pueden ni siquiera acceder a la hipoteca de la que antes hablaba. Sigue habiendo dinero pero, en vez de que se reparta queda siempre en las mismas manos. No sé qué será peor, ser torero o bombero; torero, sin ninguna duda.