Lo que ocurre dentro del mundo de los toros, en ocasiones, quizás más de las debidas, merece un profundo estudio y, es el caso de Joselito Adame que, tras presenciar una vez más lo que fue su actuación del pasado domingo en La México, cualquiera tiene derecho en pensar en el drama que para este muchacho supone su país de nacimiento; y digo drama porque el diestro hidrocálido es todo un referente para el toreo en su país mientras que, en España apenas es nadie, y mira que el hombre lo ha intentado.

Al respecto de Joselito Adame, me pongo en su piel y me entran muchas ganas de llorar. Entre otras cosas porque, el pasado domingo, en El Embudo de Insurgentes “conoció” a Enrique Ponce y barrunto que su emoción sería grandísima; aquello de verse acartelado junto al maestro de Chiva, seguro estoy que no se lo creería, quizás hasta le abrazó para ver si de verdad era Ponce el que toreaba junto a él. Y de este modo le ha sucedido con todas las figuras del toreo que han ido hasta México y han actuado junto a la máxima figura mexicana que no es otro que Joselito Adame.

Las emociones de Adame, en México, deben ser impensables porque para un diestro como él, harto de hacer campaña en nuestro país, tener que conocer a las máximas figuras en su México natal, la cosa no es para echar cohetes, más bien para todo lo contrario. Imaginemos que, por ejemplo este año, vino a España, toreó un par de festejos y, aburrido se marchó para Aguascalientes, sencillamente porque veía que nadie le daba un solo contrato, ni siquiera a precio de saldo.

Y digo yo, ¿tan malo será Adame para que no le den cancha entre nosotros y, a su vez, tan bueno será que en México ostenta el galardón de ser la primera figura azteca? La pregunta no tiene respuesta porque, convencido estoy, no es ni lo uno ni lo otro; ni aquí es tan malo y, por supuesto, allí es tan bueno. Yo diría que Joselito Adame es, ante todo, como se le definiría en el mundo de los toros, un buen profesional, pero poco más; un buen profesional al que en México adoran, la prueba no es otra que sus triunfos apoteósicos en su país de origen.

Es verdad, porque todo hay que decirlo que, en su país, como vimos hace unos días en La México, los toritos que suele lidiar son pastueños, de una dulzura angelical; vamos, como si en España le pusieran con el encaste Domecq que, sin duda, no defraudaría a nadie, pero acá, entre nosotros, tiene que lidiar lo que no quiere nadie y, es ahí donde aparecen todas sus carencias; le ocurre a él y a todos los mexicanos que han venido que, siempre, han pechado con las más fea del baile, entre otros, ahí tenemos el ejemplo de Sergio Flores, un torero que huele a flores por lo bien que torea y, la última vez que toreó en Madrid le pusieron en una corrida para héroes, sencillamente para que no aflorara su arte que, como sabemos, lo tiene en cantidad.

Los hechos le han demostrado al diestro hidrocálido que, en México está su lugar, su país, su afición, sus correligionarios y sus admiradores. ¿Solución? Que no sea tonto y que se quede para siempre en México para seguir siendo un ídolo admirado entre los suyos porque, repito, venir a España para seguir mendigando un contrato me parece un acto banal. Adame, como digo, será lo que será, pero la verdad incuestionable es que en su país le admiran, le quieren, le vitorean como un ídolo y, ese filón es el que debe de explotar. Cierto es que, como Adame, en España los tenemos a pares y todos están sentados en sus casas sin un contrato que llevarse a la muleta. Dichoso de él que tiene un “país” en el que se le reconoce y aplaude. Peores están muchos de nuestros compatriotas que, en su tierra natal no son escuchados. El más desdichado de acá, ya quisiera tener una tierra mexicana para poder desarrollar su arte, es el caso de Joselito Adame que, si tiene sentido común, no debe de venir a España ni como turista, exagerando la nota, claro está.

Joselito Adame, como artista, no es Armillita, ni David Silveti, ni siquiera El Pana, pero tiene una disposición admirable que, sabedor de los toros que tiene que lidiar, eso produce una fuerza mental extraordinaria para que, una vez frente al toro sentirte libre de todo, a sabiendas de que esos toros no te causarán el menor problema. Dichoso de Joselito Adame que, sabedor de que en España no tiene sitio alguno, en México es un ídolo admirado, algo que celebramos con gozo.

En la imagen, el pase del desdén tan celebrado en México, en las manos y sentidos de Joselito Adame