La confección de los carteles de la feria de Zaragoza, como muy bien denunciamos en estas páginas días atrás, dan la medida de lo que venimos diciendo desde hace muchos años en que, la justicia y la razón mueren en el intento. Lo dijo Juan Belmonte y no le faltaba razón: SER TORERO ES MÁS DIFÍCIL QUE SER PAPA. Pero Belmonte no lo dijo en la acepción que nosotros encontramos; el trianero lo decía a sabiendas de lo difícil que resultaba lidiar un toro bravo, sin contar, por supuesto, con la acepción que nosotros definimos el asunto en la actualidad.

Ahora resulta que, lo de lidiar al toro es lo más sencillo del mundo, dentro de las dificultades que esa profesión tiene. Lo complicado en estos momentos y quizás desde hace ya muchos años, es que reparta justicia para todos aquellos que han triunfado y les siguen cerrando las puertas. Fijémonos como está el toreo que, un torero como Iván Fandiño que dos temporadas acabó como líder del escalafón, jamás toreó con ninguna figura del toreo; creo que fueran un par de tardes en que se equivocaron los empresarios y le pusieron junto a Ponce y Perera pero, nada más. Y, para colmo, para ser reconocido por todos, tuvo que entregar su vida en una plaza de toros.

Fandiño, como otros tantos diestros  de ahora mismo, no era santo de la devoción de los empresarios que piden hombres sumisos, que no den problema alguno que para eso son debidamente recompensados. Y la recompensa les viene a modo de contratos aparentes con toritos a medida y plazas desérticas pero que, al final de la temporada llega el tío Paco con las rebajas y hay que transigir. Y, muchos, en la barra del bar se lamentan, pero no tienen cojones de decírselo al jefe que les ha pagado; lo que ha querido, razón por la que han tenido que transigir.

Yo entendería que se dejaran fuera de los carteles a Diego Urdiales, Curro Díaz, Emilio de Justo, hombres de una torería inenarrable si éstos no congregaran a nadie en las plazas de toros pero, el problema es mucho más grande porque las admiradas figuras de la torería, tampoco concitan el interés de apenas nadie puesto que, en cualquier plaza de provincias, ver media plaza con las figuras en el cartel es todo un milagro.

Es vergonzante comprobar el trato que los empresarios le dan a ese vulgar pegador de pases llamado Cayetano que, por lo visto, su nombre es el que encandila pero, como digo, mejores que Cayetano los tenemos sentados en sus casas a decenas. Sigo sorprendido ante el trato que este año le han dado a Pablo Aguado y a David de Miranda; en caso de Aguado entiendo que como es un artista en ciernes, no han tenido más remedio que claudicar; con poco dinero, eso sí. Ciertamente, Pablo Aguado ha dejado con el culo al aire a todos sus compañeros que van por la vida de figuras puesto que, sin apenas torear en un par de años, los ha puesto a todos contra las cuerdas, lo que viene a demostrar que con el toro de las figuras, el primero que pase se sube al carro, es cuestión de que le dejen.

Lo de David de Miranda es más complicado porque el chico tiene poco que ofrecer pero, eso sí, para rellenar carteles a precio de saldo, les ha venido como anillo al dedo. Recordemos a Rubén Pinar en su primera temporada como matador de toros que, tras cuarenta y cinco corridas toreadas quería comprarse un auto y, todo quedó en el intento. Está clarísimo ¿verdad?

Y fijémonos hasta qué punto llega la crueldad del asunto que, un torero de reconocida calidad como Juan Ortega apenas le han hecho puñetero caso. Y seguro que Ortega no ha pedido el hombre ni el salario mínimo pero, al parecer, así lo indica la lógica, han encontrado a Pablo Aguado como artista y los demás les sobran por completo. O sea que, como los demás no quieran, ni ofreciéndote gratis tienes contratos.

Ahí están, protegidos de igual modo por las empresas poderosas, Ginés Marín y Álvaro Lorenzo pero, no me gustaría estar en el pellejo de ambos al final de la temporada cuando llegue la liquidación de sus emolumentos crematísticos, habrá sustos y desmayos por doquier. Claro que de momento, en el transcurso de la temporada, ambos chiquillos les han venido como anillo al dedo a los empresarios que, por cuatro perras gordas han rellenado muchos carteles y, los chicos, encima le dan gracias al destino y a los empresarios porque, mal que bien, sus nombres van sonando en panorama taurino.

Por supuesto que ser torero es la profesión más difícil mundo, razón por la que un reducido grupo de mortales, muy poquitos, son capaces de afrontar dicho reto. Y, lo peor de todo no es enfrentarte a un toro bravo que ya tiene migas la cosa, lo más sangrante es lidiar ante los empresarios puesto que, lo que un torero diga o haga no sirve para nada, salvo que a los demás les caigas en gracia. Visto lo visto, Cayetano debe ser muy gracioso.