Cuando en España nos pasamos la vida pidiendo justicia para tantos toreros, desde hace mucho tiempo, es Francia la “madre” que cobija a nuestros diestros; parecerá ridículo lo que digo pero es una verdad que aplasta. Y tenemos que ser justos por encima de todo, razón de este ensayo a favor del país vecino que sabe de toros y de justicia mucha más que nosotros.

Podría enumerar a muchos diestros que, para su fortuna, se han hecho en Francia y, lo que es mejor, gracias al país galo se les ha reconocido más tarde entre nosotros. Es de admirar que en Francia, la práctica totalidad de sus ferias, éstas redunden todas junto al toro bravo, su grandeza, su fiereza; en definitiva lo que debe ser un toro de lidia, algo que en España se nos escapa muchas veces de las manos y que en el país vecino es santo y seña a la hora de organizar sus ferias.

Para colmo, entre otras muchas virtudes, Francia es justiciera; es decir, si un torero triunfa en una plaza repite al año siguiente, razón de la revalorización de sus éxitos que, por nada del mundo quedan en saco roto, algo que sucede acá una feria sí y otra también. Una acción calamitosa que ha provocado la pena e ira en muchos toreros que, tras el triunfo jamás han comprendido que no se les repita en el escenario de su éxito.

He sido testigo de lo que digo en algunas ferias de Francia y regresé lleno de placer en mi alma; primero por poder ver la plenitud del toro y, acto seguido por comprobar cómo y de qué manera se vive la fiesta de los toros en nuestro país vecino que, por todo lo que pude ver, los antitaurinos tienen poco alcance porque allí aman a la fiesta de los toros como si del museo del Louvre se tratare.

Con esa fiesta en alza como tienen en Francia, es lógico que el auge de toreros sea altísimo; y no es de ahora, en mi juventud ya tenían diestros de la talla de Nimeño II que, como se sabe, inundó los ruedos del mundo con su torería. Ya, en los tiempos actuales, han sido Sebastián Castella y Juan Bautista los representantes del toreo galo pero a un altísimo nivel, sin olvidarme de esa saga de buenos toreros que vienen pidiendo paso con ansia desmedida; ante todo, porque lo han demostrado en su país matando auténticas corridas de toros, las que han certificado que los chicos están en posesión de su verdad que no es otra que ser toreros.

El toro, siempre el toro tiene que ser el protagonista de esa fiesta ejemplar que en Francia se da cita; cierto es que, cuando llegan las figuras españolas a las ferias de Nimes o Arlés, paradójicamente, ellos se traen bajo el brazo los toros que tienen que lidiar; pero no por ello en dichas plazas desdeñan el toro porque como todos recordaremos, una de las grandes fiestas que se han dado en el toreo en el coliseo de Nimes, ésta no fue otra que el día que Javier Castaño mató seis toros de Miura. Es decir, en las plazas de mayor relumbrón en que acuden las figuras, dichos aficionados, igualmente saben valorar al toro en su auténtica dimensión.

Con todos mis respetos para todas las aficiones de distintas plazas francesas, me quedo con el milagro de Ceret o de Vic Fezensac, auténticos templos donde el gran protagonista es el toro. Allí pude admirar a su “majestad” el toro, algo que en España nos quieren esconder mientras que allí es todo un estigma. Los pueblitos citados, con plazas de menor nivel, su mérito es todavía mucho mayor. ¿Cómo lo hacen? Esa es la gran pregunta. Seguramente, y lo digo sin tener conocimiento de causa pero, los hechos nos vienen a demostrar que deben estar asesorados por el gran templo de toro de España, la vecina Azpeitia que, en condiciones similares a las de Francia, años tras año, organiza una feria de altísimo nivel teniendo como protagonista al TORO en su más pura acepción. Repito, mis felicitaciones para Francia en todos los órdenes y, de forma muy concreta a las ferias de los pueblos que he comentado que, como decía, por proximidad las unas para con la otra, es por ello que todas tienen un estigma en común, EL TORO.

Pla Ventura.