El mundo de los toros es el reflejo de la sociedad actual en la que, la lógica y la razón apenas cuentan para nada. Analicen todo lo que está pasando en España y si alguien me demuestra que se aplica la lógica y triunfa la razón, entonces abdicaré de mis ideas.

Los toros, como digo, no escapan de los mismos maleficios que la sociedad en que vivimos puesto que, el mundillo taurino no es otra cosa que una pequeña parcela de la sociedad actual y, como todo lo bello de este mundo, es vilipendiada por dentro y por fuera; lo de por fuera se podría entender, pero que desde dentro de la misma fiesta de los toros aniden los enemigos de la misma, el dato es terrorífico. Decía el maestro Facundo Cabral que el matrimonio es la única guerra dónde uno se acuesta con el enemigo. Este el axioma que nos viene como anillo al dedo al hablar de la fiesta de los toros, circunscrita entre empresarios y toreros.

Los que nos consideramos como aficionados clásicos, los de “toda la vida” que siempre creíamos que el toreo se fundamentaba con el arte o, dicho con más rigor, se sustentaba con el mismo. Craso error con el que siempre nos hemos perpetuado. Diría un empresario a un torero de arte: “¿Y quién le ha dicho a usted que tengo que contratarlo porque dice ser artista?” Esta pregunta, ante la llamada de Juan Mora a los empresarios, si es que alguna vez ha llamado, sería la que le soltarían a bocajarro puesto que, aquello de pensar en artista y ejercer la suficiente bohemia como para contratar a un artista, eso hace ya muchos años que pasó al olvido.

Al respecto de contar con los artistas, hemos tenido casos aislados, pero jamás ha sido la norma. Muchos, ante la inactividad artística en los ruedos por parte de Juan Mora, hasta han creído que el diestro está retirado cuando, como se sabe, eso es una falacia en toda regla puesto que, como es notorio, Juan Mora entrena todos los días de su vida como si tuviera contratadas cuarenta corridas de toros. Pero no, nadie cuenta con este singular artista que, de sus sentimientos frente al toro ha cincelado auténticas obras de arte, sin ir más lejos, aquella que jamás hemos olvidado en aquel 2 de octubre del 2010, una tarde que quedará para la eternidad en los anales de la plaza de las Ventas de Madrid. Las tres orejas que cortó y la salida apoteósica en hombros sería quizás lo de menos; lo más, allí quedó esculpido en la arena de Madrid.

Entiendo, si se me apura, que Juan Mora diga poco ante la afición de Santoña, por nombrar una afición de un pueblo, pero que este artista no cuente, año tras año, ante la afición de Madrid, digamos ante el hombre que es dueño de la chistera de la que dice sacar muchas palomas inesperadas. Fijémonos que, ante la negativa silenciosa de que Simón Casas no quiera contar con Juan Mora, uno tiene el sagrado derecho de seguir pensando que el productor francés lo único que vende es humo, aunque sea perfumado de incienso como en la catedral de Santiago. ¿Será acaso que busca criados que le rían sus gracias para pagarles un sueldo de miseria si no se es figura?

Si analizamos con todo rigor y seguimos pensando en el arte como tal, en el siglo que vivimos hay tres acontecimientos en Madrid que pasarán a los anales de la historia de dicha plaza, algo que nadie podrá borrar y, lo que es mejor, que todo el mundo recordará como auténticas proezas creativas. Me quedo con la despedida del maestro Luís Francisco Esplá, con la tarde aludida del irrepetible Juan Mora en otoño y, sin duda, con lo que hizo el pasado otoño en Madrid el admirado Diego Urdiales. O sea que, Juan Mora es uno de los tres nombres que han marcado un hito imborrable en Madrid y, si te he visto no me acuerdo. ¡Qué pena, qué asco y cuánta repugnancia junta!

Volvemos a lo de siempre y, nuestra pregunta nos sigue corroyendo el alma. ¿Para torear en Madrid hay que ser artista o criado del amo que regenta la plaza? Ante el desarrollo de los hechos cualquiera tiene derecho a pensar lo que su corazón le indique. Claro que, la historia no es nueva. Y lo que es más dramático puesto que, cualquier empresario ha ejercido la insensibilidad al más alto nivel. Chopera, por ejemplo, no permitió que aquel mítico torero mexicano, aquel artista irrepetible llamado Rodolfo Rodríguez El Pana pudiera confirmar su alternativa en Madrid, un sueño que El Pana se llevó al otro mundo. Ahora, como vemos, Simón Casas, insensible como el que más, no se ha dignado, una vez más, en llamar a Juan Mora que, si se me apura, es el diestro más deseado en la plaza de Madrid en la actualidad, sencillamente porque nadie ha olvidado lo que fue su épica como artista en la tarde antes mencionada.

Simón Casas así como cualquier empresario podrán olvidar a Juan Mora, pero lo que no saben ellos es que, lo que Juan Mora dejó escrito en el ruedo de Madrid, eso no lo olvidará nadie, por muchos años que pasen y por muchos empresarios que tenga Madrid. Apenas nadie recuerda a Livinio Stuyk el que fuera el creador de la feria de San Isidro y, por el contrario nadie olvidará a Antoñete con aquel toro blanco de Osborne, una faena que ha quedado para el recuerdo para la eternidad. Digamos que, con Juan Mora ocurrirá otro tanto de lo mismo puesto que, sus faenas en la feria de otoño el año 2010 han quedado esculpidas para siempre en Las Ventas. O sea que, un día Simón Casas se marchará, pero por el contrario Juan Mora vivirá eternamente en el ruedo de Madrid y, lo que es mejor, en el corazón de todos los aficionados.

 

Pla Ventura

Fotografia JP