Todas las redes sociales en las que tienen como “madre” a Internet, debemos de convenir que el medio es espectacular, yo diría que grandioso porque las noticias vuelan a la velocidad del rayo, algo que nos hace muy dichosos a todos. Como es notorio, en los toros no escapamos de tal fortuna. Una dicha al más alto nivel. Los que tenemos el título de abuelos sobre nuestras espaldas y nos acordamos, por ejemplo, del diario Pueblo, nos tiramos de los pelos al recordarlo. Aquello era hermoso, pero nada que ver con la inmediatez con la que se difunden ahora las noticias. Recuerdo que, al respecto, el diario Pueblo llegaba a provincias al día siguiente de su publicación, pero todos lo esperábamos con desmedido anhelo porque había que leer a Alfonso Navalón en sus crónicas llenas de polémica al más alto nivel.

Sin duda alguna, la polémica en los toros la inventó Navalón que, de sus crónicas hacía un canto desgarrado para la defensa de los aficionados que en realidad eran los que pagaban; lo seguimos siendo, por tanto, si no tenemos quién nos defienda siempre seremos unos vasallos sometidos al poder. Hablando de polémicas, mi humilde persona fue objeto de la misma porque en la red no se me supo interpretar y, cierto es que, los lectores deben de tener un mínimo de sentido estético de aquello que están leyendo; en ocasiones, hablo de toros y para muchos estoy nombrando a Lucifer y tampoco es eso.

Les aseguro que, tras tantos años de lucha en esta trinchera llamada verdad, por momentos siente uno un cansancio tremendo cuando compruebas que eres incomprendido, algo que me sucede en demasiadas ocasiones pero, nadie logrará que desfallezca puesto que, puede más mi verdad y mi ilusión que todos los comentarios que vengan en mi contra. Y digo ilusión porque, ateniéndome a la inmediatez de las llamadas redes sociales, uno tiene la sensación de llegar más allá de lo soñado, razón de la dicha interior que cualquiera pueda sentir al expresar sus convicciones que, a modo de letras, quedan expuestas incluso para la crítica de todos aquellos que no piensen como nosotros.

Si una fuerza me alienta para la narración, ésta no es otra que sentirme y saberme un aficionado más de los cientos de miles que pasan por taquilla a la hora de comprar la entrada para presenciar el espectáculo; es decir, trabajo para ellos y soy parte de ellos puesto que mi dinero es tan sagrado como el que más. Soy uno más de los que pide respeto por aquello de pagar una entrada, en ocasiones, a precios altísimos. Siendo así, barrunto que tengo licencia para expresar mi opinión que, sin interferir en la vida personal de nadie la expongo cada día. Digamos que me expreso metiéndome en el corazón de todos los que pagan, razón aplastante del respeto que pido para mí y para todos los aficionados que pasan por taquilla. Tengo una diferencia con el resto de los aficionados, mi tribuna para expresar mi sentir, pero que conste que, el mismo no es otro que el del primero que se sienta en un tendido y ha tenido la sensación de haber sido engañado.

Benditas sean las redes de Internet que todo lo muestran, como benditos deben ser los aficionados que pagan por esta grandiosa fiesta que, como tal así la exigimos. El taurinismo, en su conjunto, nos ven a los aficionados como seres anónimos a los que son fácilmente engañados cuando se les da gato por liebre. Ellos, los taurinos, así lo saben, como saben que a su vez, ningún aficionado, uno por uno, irá a quejarse a foro alguno. Pero para eso estamos los que gozamos de la libertad y de una tribuna en la que podamos expresar nuestros sentimientos, quejas en las que, mediante la mismas exponemos nuestro punto de vista que, desdichadamente, rara vez coincide con el poder empresarial y taurino en todos los órdenes. Y alabanzas puesto que, todo aquel que se las merece las tiene con todos los honores del mundo.

No todo está perdido, me digo muchas veces. Pero debemos de seguir empecinados en mostrar nuestra verdad que, sin duda, partes interesadas nunca comprenderán, pero no trabajamos para unos pocos, lo hacemos para este gran colectivo que formamos los aficionados del mundo. Entendamos el mensaje porque, en realidad, en el fondo, todos estamos de acuerdo, aunque a veces fallemos en las formas.

 

Pla Ventura