Hay obras que son inmortales, tal es el caso del libro JUAN BELMONTE, MATADOR DE TOROS, escrito por Manuel Chaves Nogales en 1935 y que, en la actualidad, sigue siendo un libro de culto, de total referencia para los que pretendemos aprender algo de esta bendita fiesta de los toros.

Con dicho libro, además de aprender en torno a los ancestros más profundos de la fiesta, amén de todo, enamora el libro porque el autor jamás acudió a una plaza de toros, por tanto era un neófito en materia que, para su fortuna, escribió la obra más leída en los últimos ochenta y cuatro años. ¿Cómo se puede escribir la más bella obra de toros en el mundo sin ser aficionado a dicha fiesta taurina?  Ahí radicó el milagro. Claro que, cuando se juntan dos genios frente a frente, todo es posible.

Ante tal binomio, torero y autor, teníamos a dos personajes irrepetibles porque, repito, aquello de que Manuel Chaves Nogales se metiera en la piel de Belmonte  y, de tal modo, en primera persona narrara las experiencias de Juan Belmonte, el mérito resultó ser extraordinario puesto que, desde aquel entonces, se han hecho cuarenta ediciones de dicho libro, un logro sin precedentes que no se volverá a repetir jamás.

Es cierto que en mi caso, todo lo que diga tiene poco mérito porque soy un buscador de aventuras, razón por la que me he leído en repetidas ocasiones dicho libro el que compré en varias de sus versiones pero que, el mismo, cada vez le encuentro más belleza, más realidad; toda una lección de la que nadie deberíamos de privarnos para entender la tauromaquia del hombre más humilde que existía en aquellos años que, incluso, desde su fuero interno, le asaltaban las duras de si quería o no quería ser torero.

Manuel Chaves Nogales, como todos los grandes de la literatura, nos traslada hacia aquellos años en que, Sevilla era apenas era una ciudad pequeña en la que, para colmo, Triana, era un aledaño de dicha ciudad en la que vivía Juan Belmonte. Vas leyendo la obra, miras hacia atrás y te encuentras con la Sevilla de aquellos años que, sin duda, estremecen. Y de tal modo, palpando la miseria de aquellos años, la incertidumbre ante la nada y el hambre que reinaba en aquella época, comprobar las actitudes de Juan Belmonte siendo niño y adolescente, es toda una lección para que comprendamos la sociedad actual, pese a todo, la hermosa forma de vida de la que gozamos.

Nació Belmonte, precisamente en un lugar y en unos años en que, sobrevivir era una hazaña y, ser torero, una locura inalcanzable como él mismo se vaticinaba. Claro que, puede más la convicción de un ser humano que todas las trabas que existan a su alrededor, la prueba no es otra que la vida de Juan Belmonte, asfixiado por la sociedad en que vivía, sin madre, con un padre alcohólico y cargado de hijos, con una madastra que ella sola sabía en qué lugar hacía recalado, justamente, en la casa de unos pobres de solemnidad con un futuro más que incierto.

Sin duda alguna, la vida de Juan Belmonte es pura lección para la sociedad en que vivió y, lo que es mejor, más de cien años más tarde, aquella forma de entender la vida debe ser todo un ejemplo para la sociedad en que vivimos, como lo ha sido durante tantísimos años, justamente, desde que Manuel Chaves Nogales nos dio a conocer un personaje tan irrepetible como auténtico. Lo analiza uno y se pregunta, ¿qué tiene ese libro que no tengan los demás, y mira que se han editado por cientos? Posiblemente la frescura de su verdad puesto que, sin duda que nos corroa, el personaje daba mucho de si; pero aquel retrato de aquellos años de hambre, miseria, penurias de todo tipo, ha sido el calado que ha tenido entre tantísimas generaciones que, a día de hoy siguen saboreado un libro singular y único en su género. Cuarenta ediciones dicen mucho de una obra que, para mayor dicha, ha sido traducido a varios idiomas.

Este libro emociona a cualquiera pero, yo les aconsejaría a todos los chavales que quieran ser toreros que leyeran esta obra para que comprendieran lo que es en verdad un auténtico sacrificio por lograr ser torero. Es verdad que, todo torero lleva implícito en su ser un sacrifico a prueba de bomba. Pues el mencionado libro le demostrará a todo el mundo, especialmente a los chavales que quieren ser toreros que, todo en la actualidad es pura broma comparado con la vida de aquel genio que sigue tan vivo entre nosotros gracias a Manuel Chaves Nogales.

Juan Belmonte llegó hasta la cima más alta de la torería se su tiempo, nada es más cierto pero, habría que mirar hacia atrás y ver los senderos recorridos en todos los órdenes para llegar hasta lo más alto. No existen palabras para poderlo explicar porque el sentimiento humano de la actualidad, no alcanza para poder narrar la vida de aquel hombre irrepetible que se llamó Juan Belmonte. Si la vida es pura enseñanza para todos los que queremos aprender, y a su vez somos capaces de cerrar los ojos y mirar hacia atrás, meternos en aquella Sevilla de hace cien años, seguro que nos estremecemos. Muchos, de forma ignorante, hasta serán capaces de pensar que el libro es pura novela cuando, como digo, es la auténtica realidad de una vida consagrada al torero, justamente, la que emprendió un hombre que no le importó pasar por los más grandes calvarios del mundo que, para su fortuna, tuvo a un narrador sensacional que le cupo la suerte de inmortalizarle.

Como quiera que Juan Belmonte era un genio irrepetible, pasados los años, con fortuna acumulada y gozando en plenitud en “Gómez Cardeña” de todo lo había ganado en su dilatada carrera, de pronto, sin que nadie supiera las razones, dejó de encontrarle sentido a la vida, razón por la que se pegó un tiro antes de que le llegara la muerte natural. Belmonte quería, como sus hechos lo demuestran, evitarse todo sufrimiento que la vida pudiera depararle porque si de sufrir hablamos, él era el estigma del propio dolor.

En la foto que mostramos, Juan Belmonte, el más inmortal de los toreros.