Al respecto de la Corrida de Beneficencia de Madrid, ésta ha cambiado de rumbo y nadie se le ha ocurrido cambiarle el nombre que, dada la simbología actual, suena ridículo que se siga llamando de Beneficencia, un título maravilloso que, en su día tenía su razón de ser porque, para eso se celebraba, para ayudar a los damnificados de Madrid.

Se trata, sin duda alguna, del evento más emblemático que tuvo siempre Madrid desde el año 1856 en que, el Rey, Felipe IV, auspició dicho festejo para poder recaudar fondos para el Hospital General de Atocha. Desde siempre, era el festejo por antonomasia, la corrida en la que, sin cobrar, los toreros se daban bofetones si hiciera falta con tal de torear tan emblemático festejo. Eran tiempos en que, los toreros eran gallardos, dentro y fuera de los ruedos.

Como quiera que los tiempos hayan cambiado a velocidad de vértigo, a dicho galanteo habría que cambiarle el nombre para que el festejo no quedara ridiculizado por sus mismos protagonistas. Ya no hay beneficencia que valga puesto que, como sabemos, El Centro de Estudios Taurinos de la Comunidad de Madrid organiza dicho cortejo a “beneficio” de sus lidiadores que se llevan una ingente suma de dinero que, ni en sueños podrían pensar que cobrarían en un espectáculo normal y corriente.

Démosle nombres para que tomen nota los organizadores.

-Corrida a beneficio de los toreros.

-Corrida de evocación al Rey de España.

-Corrida en honor a Madrid.

-Corrida de la nostalgia.

-Corrida del Siglo XVII en la actualidad.

-Corrida de la añoranza por lo que ésta supuso en su día.

-La Gran Corrida Regia.

-La Corrida evocativa del Siglo XVII.

Miles de nombres podríamos barajar al respecto porque lo de La Beneficencia es pura mentira en la actualidad;  parece que el nombre se lo ha puesto Pedro Sánchez que de mentir sabe más que nadie; podría pasar lo de benéfica, pero siempre aludiendo que así era en tiempos pretéritos. Claro que en la actualidad denominemos dicho festejo como LA GRAN CORRIDA DE BENEFICENCIA, además de ridículo es incierto.

Hace años que pasaron a mejor vida los gestos de los toreros que, durante muchísimos años, estos, alardeaban como si de un triunfo grande se tratare de torear dicho festejo puesto que, el que lo lograba era catalogado como un torero muy especial, tanto en sus connotaciones artísticas como en económicas.

Al respecto hay anécdotas de todo tipo pero, si se me apura, la más inusual de todas no fue otra que, en el año 1946 en el que mandaba por completo en el toreo Manuel Rodríguez Manolete, dicha corrida se montó con Álvaro Domecq como rejoneador, Gitanillo de Triana, Manolete y Antonio Bienvenida.

Pues en la mencionada fecha, Luís Miguel Dominguín, en ese gesto altivo que tenía para con las cosas de la vida, no quería perderse la ocasión de torear dicha tarde para, ante todo, lograr el triunfo frente a sus compañeros y, acto seguido, ser autor de una dádiva hermosa en favor los más necesitados.

Tras muchas idas y venidas al final toreó Luís Miguel Dominguín en corrida de nueve toros con los compañeros aludidos. Algún  que otro crítico de la época dijo que Luís Miguel lo habían metido en dicha corrida con “calzador” y, como se supo más tarde, Luís Miguel pagó a la empresa para que esta lo donara íntegro a la beneficencia, la cantidad de un millón de pesetas, cifra totalmente desorbitada pero que, dicha locura solo era posible en las manos y sentidos del número uno del toreo por aquella época. Justamente, esa tarde alzó el dedo índice proclamándose el número uno del toreo.

Analicemos el detalle y pronto comprenderemos la grandeza de aquel tipo singular que, igual pasaba la noche en una alcoba con Ava Gardner que se desprendía de una cifra astronómica para ayudar a sus semejantes, amén de haber logrado entrar en tan representativa corrida que, como todo el mundo sabe, la misma engrandecía a los diestros actuantes. Luís Miguel que lo tuvo todo en la vida murió con la pena de saber que su hijo no tenía sus mismos gustos, ni con los toros ni con las mujeres.

Ahora, desde hace muchos años todos se pegaban por torear dicha corrida, pero nada que ver con los motivos con los que  lo hizo Luís Miguel puesto que, mientras que éste solo quería reivindicar su condición de figura sin importarle para nada el dinero puesto que, además de no cobrar, pagó. Y digo que se ahora se pegan porque como de beneficencia solo queda el nombre, todos aspiran a torear en dicho homenaje que, a no dudar, a sus participantes les arregla la temporada.

Es más, dicha fiesta se organizaba fuera de la exposición de San Isidro en la que se procuraba contratar a los triunfadores de la muestra pero, como decía, todo aquello ya es historia; ahora, qué pena, La Beneficencia es un festejo más, eso sí, para beneficio de las figuras que la torean puesto que, este año, sin ir más lejos, Ferrera, Ureña y Aguado con toros de Jandilla ya tienen el año resuelto. El único signo de autenticidad de dicho festejo no es otro que la presencia del Rey de España puesto que, como antaño, su Majestad, sigue presidiendo dicha corrida otrora tan imaginativa.

En la imagen, su Majestad el Rey de España en los toros, justamente la que debería de llamarse corrida Regia.