Hablar de heroicidades en la carrera en Manolo Escribano es algo tan natural como la vida misma. Es decir, no existe excepción entre una tarde y otra y, la última de Zaragoza, no podía ser una irregularidad. Como sabemos, la tarde en el coso de la Misericordia no andaba por los mejores derroteros por el desdichado juego de los toros de Adolfo Martín que, para infelicidad del ganadero, tuvieron un comportamiento más acorde con los de Juan Pedro que con la casta brava y pura de los Albaserradas que cría el ganadero.

Manolo Escribano, como viene siendo habitual en él, nada dejó por hacer, es decir, argumentó en primera persona que su gallardía es el primer fundamento de su carrera, de ahí que se pusiera a porta gayola en sus dos enemigos, que clavara pares de banderillas arriesgadísimos y, para colmo, que matara a su segundo enemigo con una estocada letal que, tras tanto esfuerzo, los aficionados pidieron la oreja con clamor. Es cierto que el toro no le dio muchas opciones pero, las mínimas que éste tenía fueron más que suficientes para que Escribano las aprovechara con una fe infinita.

Le pidieron la oreja con clamor y, la presidencia hizo caso omiso a la voluntad del respetable que, acertado o equivocado, siempre debe de tener la razón. El presidente, en este caso una señora presidenta, ya tiene bastante trabajo en su quehacer como para que, cuando corresponda, que ejerza una labor digna, máxime cuando, como digo, el trofeo lo había pedido la inmensa mayoría de la plaza. El presidente, como autoridad, debe de velar por la integridad del toro en todas sus vertientes pero, a la hora de la concesión de trofeos, aunque le pese, si la mayoría está de acuerdo, algo habrán visto que les haya emocionado para sacar el pañuelo pidiendo trofeos.

En aquellos momentos, la cara de Manolo Escribano era todo un poema; la tristeza y desolación se hicieron patentes en su rostro que, sin comprender nada, daba la vuelta al ruedo emocionado. Claro que, lo triste no es que no se le concediera el trofeo a Escribano, lo realmente absurdo es que en dicha feria se han concedido orejas con menos méritos de los que contrajo el diestro de Gerena que, repito, sus ojos lo decían todo sin mediar palabra. Quiero pensar que Escribano no tiene el glamur de las figuras y eso pesa como una losa de mármol, para desdicha del propio torero y de los aficionados que le vitorearon.

Un respeto para este diestro que, cosido a cornadas, no regatea el más mínimo esfuerzo con tal de complacer a los espectadores que han pagado una entrada que, dicho sea de paso, mucho me gustaría saber qué porcentaje llega a la cartera de Escribano. De saberlo, seguro que nos asustaríamos. Un hombre como el citado torero merece todos los respetos habidos y por haber. Es cierto que, en la tarde citada, sus enemigos no le permitieron estar a la altura que él soñaba, a la que ha estado otras muchas veces pero, amigo, la entrega, la pasión, el valor y su torería merecen el mejor de los premios. Y en Zaragoza no escatimó esfuerzo alguno, todo lo contrario, dio mucho más de lo que todos pudiéramos esperar.

La temporada de Manolo Escribano se ha circunscrito en veinticinco corridas de toros, cuarenta orejas cortadas un toro de Miura indultado, un balance fantástico contando, sin lugar a dudas, con el hecho totalmente excepcional de haber indultado un toro de Miura, el primero al que se la perdonado la vida en los ciento setenta y cinco años de historia de la ganadería que pasta en los predios de Zahariche. A su vez, no podemos olvidar, el máximo galardón que adorna la carrera de Escribano que, como el mundo sabe, no es otro que haber indultado en el 2016 al toro Cobradiezmos de Victorino Martín en Sevilla, otro hito en la carrera de este diestro admirable. Repito lo que antes contaba, si un torero es acreedor al máximo respeto, este no es otro que Manolo Escribano que, si de entrega se trata, con toda seguridad, nadie podrá superarle; le igualarán, no digo lo contrario, pero estar por encima de él en cuanto a entrega se refiere, es muy difícil que nadie le supere.

Escribano está cosido a cornadas que, en ocasiones, su vida ha pendido de un hilo debido a la gravedad de dichas cornadas. Y, como dato curioso, anotémoslo, Manolo Escribano ha sido corneado siempre por toros auténticos, es decir, de los que dan cornadas que, si se me apura, será su sino pero, nadie debemos olvidar una hoja de servicios tan limpia y pura como la que ostenta este diestro admirable.

Como decía, un respeto para este hombre que ha regado muchos ruedos con su sangre, al margen de su gallardía por aquello de enfrentarse al toro de verdad. En su carrera no caben las bromas, ni mucho menos los engaños porque siempre se ha enfrentado al toro que defendemos los aficionados.

En la imagen, Manolo Escribano, un auténtico héroe que fuera ninguneado en Zaragoza.