Una de las sensaciones importantes en la pasada feria de San Isidro, ésta no fue otra que la actuación de Domingo López Chaves que, frente a los toros de Fernando Cuadri dio un recital de torería al más alto nivel; torería, valor seco, profesionalidad, gusto y empaque, todo ello frente a un toro que se lo quería comer. Seguramente, como quiera que López Chaves no ostente el galardón de ser figura del toreo, a estas alturas ya nadie recuerda en lo más mínimo lo que fue su dignísima actuación que, en función del toro que tenía enfrente, su mérito es indiscutible.

Estamos siempre a caballo de la misma disyuntiva; un hombre se juega la vida de verdad frente a un toro criminal, le endosa dos series de naturales de ensueño y, el taurinismo hace oídos sordos ante tan gran torero. Es cierto que, el sabio público de Madrid le premió con una tremenda ovación tras su labor que, de haber acertado con el estoque, la oreja hubiera sido de ley.

Llevaba varios años sin estar en la feria madrileña el diestro salmantino y, en la misma demostró su grandeza como matador de toros. Dos series de naturales llenos de encanto, de torería, de arrebato de quien pide justicia con gritos desgarradores, fueron el detonante para que los aficionados de Madrid lograran estremecerse ante una gesta como la que vivieron en las manos y sentidos de López Chaves.

Decían que se había ido y, era mentira; lo decían los que no querían contratarle para hundirle en la más vil de las miserias. Si decimos que se ha retirado, nadie aboga por él y, por ende, no molesta. Esta era la consigna del taurinismo pero, como vemos, ha podido más la verdad de su muleta que las mentiras y corruptelas del sistema que, cuando ya lo tenían “enterrado” ha brillado con luz propia siendo, entre las corridas llamadas duras, el gran triunfador de las mismas.

Recordemos que, Domingo López Chaves ha sido, desde siempre, un auténtico especialista en las llamadas corridas duras; es decir, las que lidian los valientes sin cuento ni mácula alguna y, pese a todo, como decía, lograron postergarlo. Claro que, a poco que le abrieron la menor rendija, una vez más, el diestro de Salamanca ha reverdecido viejos laureles porque su torería sigue intacta, su valor es incuestionable y, la decisión que muestra enfrentándose a ese tipo de todos, es algo admirable; vamos que, más que ir a la “guerra”, el diestro da la sensación de sentir un disfrute personal como si lidiara burros de Juan Pedro.

Mucho tiene que decir este diestro admirable que, si en Francia ha sido respetado, confiemos que, de una vez para siempre le rindan le mismo culto en España, la tierra que le vio nacer y, lo que es mejor, la que es testigo de sus más grandes éxitos. Repito que, aquellos naturales en la plaza de Madrid y frente a un toro encastadísimo, fiero como él solo, auténtico como pocos toros de lidia y que el muchacho estuviera con aquella lucidez para jugarse la vida de forma admirable, eso es de pura conmoción.

Claro que, los toreristas, por llamarles de alguna manera, tras todo lo dicho seguro que pensarán y dirán: Déjese usted de toros ilidiables y fijémonos en el toro comercial que es el que embiste. Y tienen razón pero, cuidado que no estamos hablando de lo mismo; una cosa es el burro adormilado que no ofende ni hiere a nadie y, algo muy distinto es la grandeza de toro en su total magnitud y, la gallardía de un hombre jugándose la vida y, como en el caso de López Chaves, extrayéndole bellísimos naturales al más alto nivel; por tanto, nada que ver el toro de verdad, con el medio toro adocenado que ni trasmite emoción ni hiere a nadie porque, como hemos visto en la feria de Madrid, si algún toro ha cogido, sin querer, a un torero de primer nivel, primero no le ha herido y, acto seguido, ese mismo toro, hasta pide perdón a su lidiador por haberlo derrumbado.

Ahí quedaron esos hombres con sus carnes laceradas por los astifinos pitones de sus enemigos pero, ¿de qué ganaderías eran? Repasen y verán como tengo razón en todo lo que digo. De la rama Domecq no era ninguno, eso lo saben hasta los chinos.