Cada cual interpreta la vida como quiere o, en muchos casos, atendiendo a sus intereses que, de forma irremediable, les abocan al precipicio de aquello que no aman pero que, dichos intereses les llevan hasta donde nunca hubieran imaginado. Ocurre en los toros y en cualquier faceta de la sociedad en que queramos enmarcar. Nada hay nuevo bajo el sol. Lo cierto y verdad es que mientras que nosotros contamos la verdad, la gran mayoría se conforman con la noticia escueta y sin alma.

Genéricamente, respecto a los toros, hay mucha gente, muchísima, más de lo que nos pudiéramos imaginar que se conforman con muy poco; es decir, si les sacamos del triunfalismo reinante ya son desdichados porque, en realidad, tampoco aspiran a más. Por cierto, ¿qué es el triunfalismo que tanto denostamos? Sencillamente, aquello que se vende como oro y, en realidad es oropel, materias muy distintas, totalmente antagónicas pero que, a diario, cuela en el corazón de las gentes.

Nosotros, los que buscamos la verdad dentro del mundo de los toros debemos de reconocer que tenemos barreras casi insalvables. ¿Cómo se le explica a una multitud que, tras un festejo determinado en que los tres diestros han salido en hombros, dicho festejo ha sido un fraude de ley? Lógicamente, de ahí nace nuestro análisis de la cuestión porque, honradamente, no nos conformamos con lo que aplaude la mayoría. ¿Será que nuestros corazones son de acero forjado y no se estremecen como les ocurre a la mayoría de las gentes?

Metáforas al margen lo que subyace por encima de toda cuestión es el elemento toro porque, como muy bien dijo en su último ensayo nuestro compañero José Luís Barrachina Susarte, ¿qué se puede esperar de una feria como Valencia montada toda ella sobre un mismo encaste? Y esto es lo que tenemos que explicarles a los aficionados que, existen decenas de ganaderías con las que se podría hacer la variedad más grande del mundo en todas las ferias pero, como vemos, aquello de arriesgar por parte de los toreros es algo que quedó en el pasado. No solo de pan vive el hombre, que es tanto como decir que no solo existe en el campo español la firma Domecq como nos quieren hacer creer.

Es cierto que, con la raza Domecq se ha conseguido un toro ideal para el torero sí, pero nefasto para los aficionados que, ni por asomos palpamos el peligro que siempre alimentó la gran fiesta de los toros. Si pretendemos que nos vendan el oropel antes citado, si nos conformamos con ello, el éxito lo tenemos asegurado pero, a su vez, estamos renunciando a la verdad del espectáculo porque no existe la épica, ni la emoción, ni el mismísimo drama con el que siempre se cimentó la fiesta de los toros.

Antes, tampoco hace tantos años, aquello de quedar como sustituto para entrar en una feria era garantía de que se toreaba puesto que, toreros heridos los había por doquier, razón por la que el sustituto siempre estaba ojo avizor porque sabía que, por poco, acabaría toreando. Ahora, pobre del que acabe como sustituto puesto que no verá ni un pitón más allá de las dehesas en las que pueda ir a entrenar o tentar.

Hemos ganado en belleza, eso no lo discutirá nadie, pero hemos perdido lo fundamental, la pasión que siempre nos produjo la autenticidad del todo bravo y encastado, el que repartía triunfos y cornadas como solía decir César Girón en la puerta de cuadrillas antes de empezar el festejo. Que Dios reparta suerte…y cornadas. Ahora, como es notorio, los toros regalan orejas por doquier pero, lo de las cornadas ha pasado a mejor vida, ahí están las pruebas que lo atestiguan todo.

El mal ya es endémico o endogámico, como queramos definirle porque los toreros, los que forman base de los carteles importantes no quieren riesgos añadidos; con matar el animalito que se ha escogido de antemano, con eso se sienten más que satisfechos. La suerte de estos hombres es que apenas quedan aficionados exigentes puesto que, de lo contrario, otro gallo nos cantaría. Ante el dislate expuesto, ¿quién tiene mayor parte de culpa, el torero que elige al toro moribundo o el aficionado que lo consiente? Repartámonos la culpa.

La elección es libre pero mientras nosotros defendemos la verdad, analizamos el fondo de la cuestión y procuramos darle al aficionado aquello que entendemos como la verdad, una inmensa mayoría se conforma con la noticia escueta que nada aporta, por supuesto, pero que hace felices a todos aquellos que aspiran a muy poco; mejor dicho, a todos aquellos que no quieren complicación alguna y, con ver a El Juli en hombros son ya son dichosos. Y pensar que muchos aficionados se retirarán de viejos sin haberse preocupado de lo que en verdad es un toro bravo.

Y la verdad empieza y termina por ver lidiar al toro en su belleza total y su trapío necesario.