Tras la desesperación que supuso el paso de Juan Ortega por la feria de Madrid en la que, a no dudar, lidió la corrida más imposible del ciclo en la que nada pudo hacer, salvo jugarse la vida, la temporada para el diestro de Sevilla es todo un calvario puesto que, la ignorancia empresarial es la que ha impedido que este admirable diestro esté en muchas ferias de postín.

Juan Ortega cortó una legítima oreja de ley el pasado 15 de agosto en Madrid, éxito que apenas le sirvió para nada, si acaso para regresar a Las Ventas el domingo de Pascua que, ante una corrida dificilísima, Ortega, en una tarde infernal, logró dar una apoteósica vuelta al ruedo, triunfo que le sirvió para entrar en la feria de San isidro, eso sí, para que devolviera todo lo ganado en el ruedo y frente al toro.

Ahora, cuando todos creíamos que el chico no tenía nada, absolutamente nada, de repente, como si de un milagro se tratare, el chaval torea dos días seguidos en el mes de agosto; el día 14 en Gijón en la feria de Begoña y, al día siguiente en Madrid, justamente la misma fecha en la que el pasado año logró su éxito que, de alguna manera, poco a poco, su nombre empieza a resplandecer, no con la asiduidad que su toreo merece pero, tal y como están las cosas, algo es algo ¿verdad?

¿Cómo es Juan Ortega como torero? Anotemos. Se trata de un torero artista que nada tiene que ver con los jóvenes actuales que, cortados todos por el mismo patrón, no emocionan a nadie, pero tienen el beneplácito de las empresas sin que nadie sepa las razones. Estamos ávidos de encontrarnos con toreros artistas y, Ortega lo es en grado sumo. A poco que le acompañe la suerte en los dos festejos que tienen anunciados, en muy poco tiempo todo el mundo hablará del artista de Sevilla, como nos ocurre ahora con Pablo Aguado; sí, de ese corte es Juan Ortega, no es que se parezca a Pablo Aguado porque ningún artista se parece a otro, pero sí que ambos interpretan el toreo de esa forma tan sutil, tan bella que, doce muletazos valen dos orejas. Sospecho que a Ortega no le darán recados presidenciales porque su arte no permite el exceso de los tres mil muletazos que nos condenan los toreros a diario; lo suyo es pura expresión plástico-estética que, con pocos muletazos, como quiera que saben a gloria, nos basta y nos sobra.

Por dicha razón, como apuntaba yo hace unos días, es un verdadero crimen que no se cuente con este chico para las sustituciones de otros compañeros, en este caso de Roca Rey puesto que, el “quejío” de Juan Ortega es tan sublime que inundaría de emoción los corazones de todos los aficionados que acudamos a verle en las plazas. Y, lo que es mejor, lo empresarios, al albur de su arte encontrarían un gran negocio con este diestro artista y enigmático.

Lo dicho, le descubrí el pasado año en Madrid, quedé cautivado con su toreo y, como se sabe, rompo mil lanzas a su favor porque no me dejará nunca en mal lugar, todo lo contrario. Será cuestión de que tenga una “miajita” de suerte para entrar en algunos carteles que, como ha sucedido en Gijón, no desentona con ningún compañero y mucho menos en ninguna plaza.

Se llama Juan Ortega, es de Sevilla y, a poco que le ayuden, dentro de muy poco será un torero para el mundo. Esto que digo es una apuesta muy fuerte pero, ante un artista de su magnitud no me resisto en proclamar a Juan Ortega como un heredero directo de todos aquellos que en la actualidad tienen el sello de artistas. Lo mismo me sucedió el pasado año cuando vi a Pablo Aguado en Madrid en la feria de Otoño que, de repente, comprendí que nos encontrábamos ante un artista irrepetible. Lo dije en aquel momento pero, como se sabe, todo el mundo esperó para cantarlo tras las cuatro orejas que Aguado corto en Sevilla. Lo siento, pero me adelanté a la jugada. Con Ortega digo lo mismo y, el que quiera, que apueste conmigo. Seremos ganadores, que nadie lo dude.