La noticia, como tal, sería la siguiente: Pablo Aguado ha rechazado la corrida de Garcigrande que se le había ofrecido para el Domingo de Resurrección en Sevilla.

Dicha la noticia, ahora viene el análisis que, como se compobará es el que mostramos seguidamente.

Pablo Aguado le ha tomado el gusto a eso de ser figura del toreo y ejerce como tal. Claro que, ante todo debería de tener memoria y recordar el rosario de fracasos que ha cosechado en América, algo digno de estudio por lo que el diestro debería de reflexionar. Si aprendo de mis errores podré alcanzar los triunfos. Es una máxima para todo aquel que quiera ser algo en la vida. Y si Pablo Aguado no toma lección de sus errores, mal camino ha emprendido.

Por lógica, siempre he defendido a los toreros puesto que los empresarios se juegan su dinero, en apariencia, claro; pero los toreros se juegan la vida, razón por la que siempre me decanté por el más débil que, como digo, entiendo que son los toreros. Claro que, a su vez, me molesta muchísimo la prepotencia de los diestros que, como en el caso de Pablo Aguado ha dicho que no a la empresa de Sevilla cuando querían contratarle para el domingo de Resurrección con los toros de Garcigrande.

Imagino que, la práctica totalidad de los toreros, al comprobar la actitud de Pablo Aguado se habrán echado las manos a la cabeza. Aquello de desperdiciar la oportunidad única para muy pocos toreros como es el Domingo de Resurrección en Sevilla, algo que es patrimonio de muy pocos elegidos y, Aguado lo desprecia. O sea que, no le gustaba la ganadería. Échale hilo a la cometa que le hace falta.

Recordémosle a Pablo Aguado que los toros de Garcigrande no son precisamente los Saltillos puesto que, dichos toros, los que le ofrecieron, las figuras se matan por lidiarlos porque saben que no tienen el más mínimo peligro, que tienen bondad, son santos hasta el límite de los altares y, el chulo de Aguado los desprecia. Nadie podría entenderlo. Cierto y verdad que Aguado está en su perfecto derecho en despreciar lo que le venga en gana pero, a su vez, debemos de recordarle que castillos más grandes han caído. Y por nada del mundo quisiéramos que el suyo se derrumbara.

No entiendo nada. Mientras Paco Ureña, triunfador absoluto de la última temporada se ha quedado fuera de la feria de Sevilla, Pablo Aguado desprecia los bombones que le ofrecieron. Es de locos, pero con toda seguridad. Vamos que, como decía, ni los fracasos conseguidos por toda Hispanoamérica le han servido como cura de humildad para emprender su temporada por todo lo grande porque, en honor a la verdad, hablando de figuras, para ellos no hay nada más relevante que torear el domingo aludido en Sevilla.

Quiera Dios que Pablo Aguado tenga mucha suerte en su carrera y no tenga que mendigar las corridas de Miura, Victorino, Saltillos como antes decía y demás ganaderías donde los toros exigen que los toreros sean tales porque se esto ocurriera, con el poquito valor que se le conoce a Pablo Aguado duraba en el escalafón lo que un caramelo a la puerta de un colegio.

Aguado, otro más que pretendía ser figura para eso, para burlarse de los aficionados que, como se ha demostrado, no ha querido arriesgar lo más mínimo que, con los toros de Garcigrande es apenas nada. Que mida muy bien sus fuerzas el diestro de Sevilla porque no le deseamos, para nada, lo que le está ocurriendo a López Simón que, con cinco puertas grandes en Madrid va mendigando corridas por los pueblos.

No sabe Pablo Aguado el daño que le ha hecho al colectivo de toreros; a las figuras porque les ha ridiculizado mientras que, al resto de matadores en activo, todos, sin distinción, le habrán tachado de chulo porque hasta el más tonto de los diestros hubiera dado la vida por tener semejante oportunidad. Doctores tiene la Iglesia, y obispos, diría el otro.

Y, cuidado, no estoy defendiendo a Ramón Valencia como empresario que, para dicho cartel, tenía un montón de diestros esperando, estoy criticando a un hombre que, por su juventud y buenas maneras debería de hacer aceptado dicha corrida que, como todo el mundo sabe, tampoco es que tenía que ir a la guerra o le echaban a los leones, caso de Manolo Escribano, Pepe Moral y otros muchos diestros que, al comprobar lo que matan y ver lo que ha despreciado Aguado, seguro que se matan de risa, por no decir de llanto.

En la imagen, Pablo Aguado el pasado año en Ronda con una animalito indefenso en una secuencia lastimosa.