Ser torero puede ser lo más difícil del mundo o, por el contrario, lo más sencillo que un hombre pueda soñar. Fijémonos como es el destino que, por ejemplo, en el pasado año, para Pablo Aguado, ser torero era una quimera casi inalcanzable puesto que, apenas toreó nada, salvo que acudió a Madrid en la feria de Otoño, confirmó, triunfó y le sirvió para que le pusieran este año en Sevilla para, en dicha tarde, encandilar a propios y extraños.

La grandeza de ser torero no es otra que, como en el caso de Pablo Aguado, de la noche a la mañana dejas de ser un muerto de hambre para convertirte en figura del toreo, su vida es el claro ejemplo de lo que digo. Lo digo porque, como sabemos, Aguado, el pasado año apenas toreó nada y, en la actualidad, en este momento, lleva cuarenta corridas de toros sobre sus espaldas y, muchas que las perdió por culpa de los percances sobrevenidos a su inexperiencia.

¿Así de sencillo puede ser todo cuanto explicamos? Sin lugar a dudas, pero no es mérito del torero que, caso de Aguado, lo tiene sobremanera; el meritaje, en el caso de los toreros no sirve para nada, es cuestión de que los empresarios decidan contratar al chaval de turno que, este año, como se ha demostrado, el gordo de la lotería taurina le ha caído de lleno al diestro de Sevilla. Y, como digo, varios percances a destiempo le han impedido redondear lo que hubiera sido la temporada de su vida, pese a que, conforme se ha desarrollado, ha sido importantísima.

El pasado año, por estas fechas, Pablo Aguado apenas tenía para comprar turrón para Navidad y, en este instante ya está perfilando comprarse una finca, cosa muy lógica ante un diestro que ha toreado mucho y, lo que es mejor, el buen futuro que le espera, razón por la que debe ir pensando en la finca donde acoger a sus amigos. Lo triste de la cuestión, es decir, el gran peligro que puede correr Pablo Aguado sea posiblemente su entorno más cercano y que le endiosen antes de tiempo y, como le sucediera a Morante, que broten por sus venas rasgos esquizofrénicos, nada deseable para tan gran torero.

¿Cómo es Pablo Aguado en calidad de artista? Eso, un artista consumado puesto que su torería, su gusto, su empaque, su misterio, son sus valores más íntimos que suele mostrar en la soledad de los ruedos. Aguado es, sin duda alguna la gran revelación de los últimos años, nada que ver con sus coetáneos que, todos juntos no le sirven ni de banderilleros.

Pablo Aguado es el heredero directo de Morante pero, cuidado, por nada del mundo deseamos que caiga en los errores de su maestro puesto que, de hacerlo podría opositar al fracaso. A Morante, con su leyenda a cuestas, tras tantos años como matador de toros se le perdona todo pero, sus formas y maneras no son el prototipo de nada ni para nadie, de ahí que Aguado debe estar alerta con el asunto. La corrida que torearon juntos en Ronda debería servirle de modelo para no repetir tan macabro fraude.

¿Cómo es posible que en tan corto espacio de tiempo, Pablo Aguado haya pasado de la noche al día; es decir, de ser un hombre ilusionado en la búsqueda de la gloria, a convertirse en figura del toreo? Es muy sencillo; han sido los que le han rodeado, en este caso los empresarios los que así lo han decidido. Ellos sabrán de sus razones al respecto, pero es la gran verdad que asiste al diestro sevillano que, en su fuero interno, por las noches, en la soledad de su alcoba seguro que se pincha para ver si es él, al que todo el mundo pondera y adora.

¿Influirá en su éxito que solamente mate toros a modo? Sin duda alguna. Yo le vi el día de Pascua en Madrid ante una corrida compleja y, a lo único que llegó no fue otra cosa que llevarse un par de volteretas espeluznantes. Sin duda alguna si Pablo Aguado le sometieran a matar el toro con casta y con problemas no hubiera llegado tan alto en tan poco tiempo; pruebas al respecto las tenemos por doquier, entre ellos, Emilio de Justo que, le ha costado más de doce años hacerse un nombre, porque un hombre lo era desde que se enfrentó a la primera corrida de José Escolar que lidió.

¿Cómo será el futuro de Pablo Aguado? Si le mantienen en el estrado en el que lo han instalado, su futuro será esperanzador, se hará rico en un plazo muy breve de tiempo porque tiene calidad para dar y tomar. Al respecto de la calidad, Morante ya sabe que le ha salido un competidor directo al que no soportará durante mucho tiempo, ya lo veremos, pero no me equivocaré en lo más mínimo. Claro que, cuidado con la riqueza que ahí tenemos la ruptura de Ureña con su amo y, todo es cuestión de dinero.

¿Y no sabrá nunca Pablo Aguado que existen toros de Santa Coloma y Albaserrada? Lo sabrá porque se lo habrán contado pero, con dichos toros Aguado fracasaría por completo. Es más, no tiene valor como para soportar dichos envites que produce un toro encastado. Pese a su corto valor, como quiera que se ha instalado en el olimpo de los dioses, mientras le mantengan frente al toro inofensivo y sin problemas, Aguado no tiene rival.

Y si los toros son tan inofensivos como dicen, ¿cómo ha sufrido tantos percances? Las volteretas de Madrid eran lógicas porque, además de su inexperiencia, aquellos enemigos le pidieron el carnet de torero y, Aguado no lo tenía. Es cierto que, el resto de las lesiones o cogidas que ha tenido, todas han sido fruto de su inexperiencia, algo que ya no le pasará nunca más mientras lidie el encaste Domecq que, se parecen a cualquier cosa menos a un toro de lidia.

Tras todo lo expuesto, si nos pasamos la vida defendiendo la pureza del toreo y la grandeza auténtica del toro, ¿en qué lugar encuadramos a Pablo Aguado? Muy sencillo. Ya tiene el título de figura del toreo para que le permitan hacer lo que le plazca, siempre con la anuencia empresarial que, en honor a la verdad, un tipo como Pablo Aguado les hace falta en los carteles; tiene tirón, reclamo, misterio y la bendita sensación de que de sus manos y sentidos siempre brotará algún retazo bello por mal que le vengan las cosas. No es menos cierto que, de cara a los aficionados más puros, Pablo Aguado queda en un torero de apuntes pero al que jamás valoraremos en su justa medida mientras no sea capaz de jugarse la vida frente al toro encastado.

¿Podríamos decir que el toreo de Aguado es poco más que una estafa? No. Sencillamente no, porque los que acuden a verle ya saben de las ganaderías que suele lidiar, con toda certeza saben lo que van a ver; es decir, riesgo, ninguno; arte, al máximo. Claro que, por ejemplo, ver el arte de Pablo Aguado enfrentándose a un encastado toro de Ricardo Gallardo eso sí sería maravilloso –que no he dicho de Miura- pero si eso ocurriera ya podríamos calificarle como un torero de época. Démosle tiempo que él nos dará las razones de cuanto opinamos; o nos las quitará, de él depende.

Por cierto, vamos a darle una lista de ganaderías a Pablo Aguado para que el día que lo crea conveniente pueda darnos una alegría a los aficionados, algo que le agradeceremos eternamente. A saber, Miura, Palha, Murteira, Escolar, Victorino Martín, Adolfo Martín, Murteira Grave, Saltillo, Aráuz de Robles, Ana Romero, Salvador Gavira………al tiempo que le recordamos a Pablo Aguado que, este año, sin ir más lejos, Manolo Escribano indultó un toro de Eduardo Miura. De él dependerá que nos llevemos alguna que otra alegría que, dicho sea de paso, la necesitamos como agua de mayo.