Hace pocas fechas pude ver una entrevista en el diario El Mundo en que, el maestro Paco Camino hacía unas declaraciones explosivas que, de alguna manera vienen a certificar nuestra eterna letanía en torno a que la fiesta de los toros ha perdido su grandeza pese a que el toro sea el más voluminoso del mundo. Es decir, podrá salir un toro muy grande, casi como si fueran elefantes pero, especialmente los que lidian las figuras están todos domesticados; no lo dijo así el maestro porque hubiera sido muy fuerte pero, a su manera y con sus palabras lo demostró.

Tomemos nota de la que dijo el maestro que, la cosa tiene bemoles. Ahora, desde hace algunos años es muy difícil que veamos un torero herido; no porque éstos sean ahora más inteligentes, pero sí porque ha bajado la intensidad en el peligro de los toros pese a su grandeza morfológica. Esos toros grandotes apenas son sepulcros blanqueados aunque vistan de negro. ¿Qué ocurre? Lo que era previsible; la fiesta ha perdido toda su emoción y el peligro, mientras que el auténtico riesgo solo queda para los desposeídos de la fortuna puesto que, las figuras, por ejemplo Enrique Ponce, con más de tres mil toros lidiados apenas ha sufrido un par de lesiones; y así, el resto de las figuras del toreo. Y, cuidado, que nadie se rasgue las vestiduras con Ponce que, el hombre sufrió en Valencia una lesión ósea tras la voltereta sufriada que, la misma, pudo haberlo sufrido al bajar el bordillo de una acera.

¿Qué dijo Paco Camino al respecto de las cogidas de los toreros? Muy significativas sus palabras, aleccionadoras por completo que, sin duda, nos han invitado a la reflexión. En su caso, sin ir más lejos, el maestro de Camas nos recordaba que adornaba su cuerpo cuarenta cicatrices en su anatomía y, como sabemos, Paco Camino estuvo apenas un decenio como matador de toros; reapareció unos años más tarde pero ya en plan anecdótico. Dicho en cristiano, estuvo apenas diez minutos en activo y se llevó los tres mil “tabacos” de rigor, algo que en aquellos años era el pan nuestro de cada día.

A tenor de lo dicho, los empresarios, de cara a un torero que no hubieran contratado teniendo su interés de cara a los aficionados siempre le decían lo mismo: “No sufras que la primera sustitución será tuya” Y no era una frase hecha, más bien se trataba de una realidad aplastante porque, por ejemplo en Madrid, que hubieran cuatro o cinco toreros heridos era lo más normal del mundo, algo que certificaría con extremado rigor con Máximo García de la Torre, el que fuera jefe de la enfermería de Madrid durante más de cuarenta años.

Por supuesto que mueren toreros pero, ¿de qué escalafón? Ahí está el certificado de defunción de Iván Fandiño, Víctor Barrio y El Pana. ¿Qué ganaderías propiciaron la muerte de dichos héroes? ¿Los de la rama Domecq? Ni por asomo. Yo no quiero que muera nadie puesto que no hay nada más preciado que la propia vida; pero sí, como todos, anhelo que exista un riesgo en que se pueda palpar que la vida de un hombre pende de un hilo pese a que, más tarde, tras el festejo, la salven.

Menos mal que, dentro de todos los males, los toreros a los que he aludido le han dado grandeza a la fiesta puesto que, la misma, en manos de El Juli y sus huestes es pura parodia; no es que no se palpe riesgo alguno, es que los animalitos que torean parecen que los traen en la misma furgoneta en que ellos llegan a la plaza. Dentro de todos los males, aunque sea en el “segundo escalafón” todavía quedan hombres apasionados que son capaces de torear el toro auténtico y, por ende, darle grandeza a esta fiesta maravillosa que, por culpa de cuatro desalmados, muchas veces dudamos de su verdad. Repito que, “allá arriba” en las alturas del escalafón no se palpa nada, si acaso pura vergüenza ante unos individuos que nos quieren hacer creer que un burro vuela, dicho en cristiano muy legítimo.

Tantos años después, lo que digo desde hace siglos lo ha ratificado el que fuera una máxima figura del torero, Paco Camino, nada más y nada menos que, como sentenció, tiene el cuerpo cosido a cornadas y, gracias a dichas cornadas, ante la ausencia de los que eran los titulares en todas las ferias, cogieron una sustitución y muchos de ellos logran encumbrarse.

Pla Ventura