La noticia de que Román sustituye a Emilio de Justo en Madrid, Nimes y Vic Fezensac, vista así, sin más lectura, nos parece apasionante, digamos que es un acto de justicia ante todo, al menos de forma aparente. El problema de ello viene cuando profundizamos ante un hecho determinado como el que estamos comentando. Es como si, por ejemplo, leyésemos en el periódico que un torero se ha matado conduciendo su propio automóvil, la consternación es inevitable.

Y, volvemos al análisis puesto que, ante una misma noticia, tras saber las consecuencias cambia todo de forma radical. Ese torero que se ha matado conduciendo su automóvil es cierto pero, cuando descubrimos que circulaba a doscientos treinta kilómetros por hora y al estrellarse arrolló a otro coche matando a sus ocupantes, la lectura del hecho es muy distinta, como las sensaciones inmediatas que siguen al luctuoso suceso.

He puesto un ejemplo brutal si se quiere pero, muy significativo porque ante un mismo hecho, analizadas las consecuencias el resultado es muy distinto. ¿Qué pasa con Román? Lo antes dicho, saber que el chico ha cogido tres sustituciones por arte de magia resulta alentador, al menos para él. Pero ahora debemos de saber el motivo por el cual ha sido Román el sustituto de Emilio de Justo de dichas corridas y, con toda seguridad cambiaremos de opinión.

Si hubiera justicia en los despachos de los taurinos, por regla general se trataría de equipararla y darle cabida, en este caso por las sustituciones, a hombres triunfadores, que no digo que Román no lo haya sido puesto que, cortó su orejita en Madrid pero, ¿qué pasa con David de Miranda que salió por la puerta grande de Las Ventas? ¿Acaso los muletazos más bellos de la feria de Madrid no los ha dado Pablo Aguado? ¿No hubiera sido más justo darle otra oportunidad válida a Juan Ortega a sabiendas de que es un torero artista? Todo lo dicho podía haber valido pero, los mencionados no tienen relación alguna con el Simón Casas, dueño y señor del toreo actual. Por el contrario, Román es un hombre vinculadísimo al productor francés que, con inteligencia y dedicación, ha sabido hacerse el amo del toreo, algo que no discutiré jamás, aunque no comparta muchas de sus decisiones.

Con Román se cumple una vez más el axioma que nos dice que suerte que tengas que el saber poco te vale; y no es que el chico sepa o deje de saber, pero sí ha tenido en estos instantes lo que llamamos la suerte de cara por estar en el lugar adecuado en el momento preciso. ¿Tiene artísticamente Román más méritos contraídos para dichas sustituciones que los matadores antes mencionados? Por supuesto que no. Pablo Aguado, con los ojos vendados, puede hacer más cosas a nivel artístico frente a los toros que el mencionado Román que, no vayamos a negárselo, animoso lo es cómo el que más. Pero si de verdad se valorasen los méritos artísticos como se debiera, Román no debería de haber cogido dichas sustituciones.

Claro que, en definitiva, esto son apreciaciones mías que, si se me apura acaban siendo juicios de valor, pero no es menos cierto que, lo que se dice justicia se reparte poca. Ante todo, hay que tener un valedor, un “amo” para que te ayude puesto que, como sabemos, para ser bautizado se necesita un padrino que, en el caso de David de Miranda no lo tiene, por eso no le han llamado al festín que puedan ser las sustituciones aludidas.

Esas sustituciones a las que aludo, tras las magistrales lecciones que nos ofreció Juan Mora el pasado domingo en Cáceres, rotundamente, él tenía que haber sido el sustituto de Emilio de Justo, el hombre con el que compartió cartel en dicha plaza y en la que el diestro se lesionó por la cogida. Pero, loco de mí, estoy abogando por un torero auténticamente artista, un genio incomprendido que a estas alturas de su vida torea para él y, como el diestro confiesa, para hacer feliz a sus amigos y admiradores. Podían haber sido tres ocasiones de lujo para que miles de aficionados, -si es que todavía queda alguno que no lo sepa- se hubieran convertido a ese religión que nos une a todos, EL ARTE que, en manos de Juan Mora es un auténtico rito.

Román nos ha demostrado, mejor dicho, su entorno, que no hay nada mejor que tener un amo al que rendirle pleitesía y de tal modo serás recompensado. Claro que, como en la fiesta de los toros, los empresarios, por regla general, lo que pretenden es hacer un buen negocio, Simón Casas, contratando a Román para dichos eventos, llenará la caja por completo. Si supiésemos a ciencia cierta los emolumentos que cobrará Román en dichos festejos, a más de uno se le caería el palo del sombrajo. Salud le deseo al empresario para que disfrute de todo lo ganado.

Pla Ventura