En el centenario de Albaserrada, Victorino ha salido reforzado, sin ser una corrida redonda, si hubo toros de categoría. Con esta corrida se quita el escándalo del domingo de Ramos, y vuelve a equilibrar el listón. Para ser sinceros llevamos dos buenas tardes de toros, sin éxito triunfalistas, y sin toros teledirigidos, pero si con emoción en el tendido, algunos con bravura y casta; otros descastados y con genio.

A los picadores, -unos más y otros menos- les hace falta una puesta a punto. Un reciclaje profesional en toda regla, para que vuelvan a coger la afición de antaño, o recuperar la ilusión algunos. Sin llegar a ser una catástrofe total –SE HAN SALVADO UN PAR DE TOROS- hay toros que se han perdido en el caballo. El tercero de Emilio por ejemplo.

Y tuvo que volver a ser el sexto toro el que regara con “oles” los tendidos de las Ventas. Se volvió a cumplir como en corridas pasadas, y la pauta de no hay quinto malo, habría que reconvertirla a no hay sexto malo –por lo menos en San Isidro 2019-. Un toro que de no ser por la falta de fuerza, hubiera sido cumbre, tanto para el torero, como para la ganadería de Victorino. Una pena que ese toro no sacara la fuerza de algunos de sus hermanos  -excluyendo el tercero-. Aunque para ser fiel a la verdad, el cuarto toro, fue mucho más completo y con más transmisión que este sexto pero sin tanta clase.

Emilio de Justo venía con ganas de conquistar Las Ventas, y la predisposición es un punto a favor. Porque en una plaza de toros no vale solo con presentarse, sino hay que tener esa actitud. La que marca la diferencia entre unos toreros y otros, en muchos casos, es esa palabra tan recurrente en cualquier ámbito de la vida, ACTITUD. Hoy Emilio le tocó lidiar un flojito toro en tercer lugar, que ante la falta de fuerzas, no se fue para chiqueros, y que en la muleta quería pero no podía. Poco pudo hacer el extremeño ante tal falta de colaboración. Digno estuvo, intentado sacar agua de un pozo que prácticamente estaba seco –de fuerza-. Al sexto, un toro con clase, nobleza, fijeza, aunque muy justito de fuerzas, le toreo con mucho temple en el capote, el toro repitió con codicia. Ya empezó el murmullo de la expectación, el silencio se hizo palpable en algunas tandas, la verdad de Emilio estaba sobre el albero, las zapatillas colocadas, asentadas, clavadas sobre la arena de Madrid, el pecho de frente al toro como diciendo, ahí tienes mi vida, la muleta arriba, trayendo al toro metido en ella, para templar la suerte y vaciarlo detrás de la cintura, la suavidad fue una de los superlativos de una faena, que por la mano izquierda alcanzó pasajes muy bellos, muy toreros y  con mucha pureza. Con buen criterio midió los muletazos. Firmo una estocada caída, oreja de peso. Sacando agua del pozo. Una pena que en esta ocasión se haya cuidado más al toro que cuidarse de él. Emilio ha dado argumentos para seguir abonados a sus corridas.

Daniel Luque  no tuvo la tarde soñada, ni mucho menos. Una tarde de compromiso para intentar salir de ese barco a la deriva que parece que va su carrera. Una tarde en la que había apostado parte de su temporada, y que no ha terminado de despegar. Lo mejor a su primer toro, que le saco tandas más lúcidas, hasta que empezó a hilvanar los pases al hilo del pitón, y la gente no es tonta. Sus ganas hicieron que en ocasiones no acabara de encontrar el sitio. Sitio le gritaban desde tablas… cosa que el andaluz parecía no escuchar. Se empeñó en torear muy encima, y se le vino el toro. Suave manejó los trastos, con conocimiento pero no siempre con buen criterio. El viento hizo mella en sus faenas, e impidió que la emoción se trasladara al tendido. Enganchones y ganas, pero sin vuelos de toreo puro. Mal con la espada.

Octavio Chacón es humano, igual que todos. Hoy no tuvo su tarde. Para más Inri su primer toro, difícil y duro fue aplaudido en el arrastre.  Un mal rato pasó en el primero por difícil, aunque casi peor lo tuvo que pasar en el segundo por la impotencia de no acoplarse con un gran toro. El viento justifica en ocasiones las precauciones, pero no las malas decisiones. Hoy su estilo de toreo no encajó ante sus adversarios que le acabaron ganando la partida y creciéndose en el ruedo. Impecable con el capote, aunque desde el tendido se le reprochó no torear a la verónica su cuarto toro, a todos nos encanta su capacidad lidiadora, su personal estilo ante las dificultades, pero cuanto más creces más se exige. Hay muchos aficionados que quieren que sume el toreo puro, a ese estilo lidiador, para crear el torero total. Cuadri es la última oportunidad en San Isidro para un torero que todavía esperamos mucho de él. Mal con la espada.

Por Roberto García