Emilio de Justo es hoy por hoy… probablemente uno de los mejores toreros que hay en el escalafón. Su corte clásico, su cite puro, y su verdad hacen que los aficionados hayamos encontrado a un nuevo mesías. Dura fue la búsqueda, y varios los toreros falsos a los que intentamos jurar pleitesía, pero por fin tenemos a uno de los buenos de verdad.

El extremeño es uno de los toreros que más crece temporada tras temporada. Como los buenos vinos, su madurez hace que su toreo crezca y lo disfruten no solo los paladares más selecto. Porque si hay algo que pone de acuerdo a todos los aficionados es cuando un torero torea con corazón, coraje y verdad. Por sus yemas han pasado esta temporada todo tipo de encastes desde Santa Coloma hasta atanasio pasando por Victorinos, Núñez y Domecq. Todo un soplo de aire fresco entre las figuras del escalafón, algo diferente y encomiable.

Todo aficionado debe sentir orgulloso de este torero porque lleva por bandera los valores de la tauromaquia, los fomenta y los ensalza, algo que es tan difícil de ver, que hace de Emilio un torero casi único.
Con una temporada marcada por la lesión en el mes de mayo, y perdiendo compromisos muy importantes, el torero extremeño no bajó los brazos y apostó por la gesta como la mejor forma de reivindicación, una encerrona en DAX, donde la crítica taurina se deshizo en palabras y elogios al torero que mejor sabe entender los Victorinos. Que manera de jugarse la vida con 6 victorinos duros y rocosos, sin exceso de bravura pero con un gran exigencia.

Esa tarde De Justo demostró la pasta de la que está hecho y volvió a enamorar a todos los aficionados, entregandole una parte de nuestra esperanza.

Con ganas de volver a ver a este torero en las plazas y disfrutar de esos naturales eternos. Porque la tauromaquia necesita más torero comprometidos tanto con su profesión como con el aficionados.

 

Por Juanje Herrero