Cuando visiten Sevilla, tengan en cuenta el pasarse por la Iglesia del Hospital de la Santa Caridad, debajo del altar, en una cripta oscura podrán ver una lápida adornada con una calavera. Y allí descansan los restos de don Vicente José Vázquez, primer Conde de Guadalete, creador del encaste que hoy les traigo : Encaste Vazqueño.
Don Vicente José Vázquez y Adorna, Hermano Mayor de la Santa Caridad desde el 28 de dicienbre de 1812, cuando tenía 48 años.
Falleció el 11 de febrero de 1830, después de legar su gran fortuna a la Santa Caridad.
Existe una ley por la que todos los Hermanos deben dejar algo en herencia a la Hermandad.
Don Vicente José dejó todo a la Hermandad, sobre todo fincas. Algunas siguen vigentes otras se perdieron como la de La Rinconada. Era enorme. Dejo una herencia tan colosal, que existe en el Hospital un cuarto patio que lleva su nombre, y se le conoce como la Sala de los Vázquez.
El titulo de Conde de Guadalete lo heredó un sobrino José María Vázquez y Alcalá, que fue lo único que dejó a sus familiares.
Hereda don Vicente José la ganadería que tenía su padre el utrerano Gregorio Vázquez con unas 1755 cabezas de variadas procedencias en su mayoría de Benito Ulloa, algunas de Cabrera y Juan José Bécker.
Las de Benito Ulloa, eran fieras y pegajosas entre las que abundaban las de pelo berrendos, predominando los en negro ; de Bécker, con muchos pies y maliciosas, generalmente de pelo castaño, de José Rafael Cabrera, grandes y de pelo variado en sus pelos, sardo. berrendo en colorao o jabonero, y del Conde de Vistahermosa, distinguidas por su bravura y de pelos negros o cárdenos, pero a don Vicente los toros del cruce de su padre le saben a poco, y les faltaba la bravura de que hacían gala las reses del Conde, y lo primero que hizo fue transfundir a los suyos la sangre Vistahermosa, generalmente negros, cárdenos o colorados, más bien pequeños y de poco peso, recortados de pitones y escasos de poder, pero que eran bravos y prontos en todos los tercios, los que más recargaban en varas, creciéndose al castigo, y los que mejor se conservaban hasta la muerte, sin perder bravura ni nobleza.
Pero don Vicente que era contemporaneo de Goya, andaluz de magín bien despierto, propietario de ingentes caudales, personaje influyentón, negociante de perenne fortuna…. Todas estas cualidades y aun otras muchas que se podrían traer a colación, convienen en el vecino de Utrera don Vicente José, que fue un gran ganadero y, además un ganadero en grande.
Conservar el patrimonio que se recibe en herencia, es menos facil de lo que a primera vista pudiera creerse ; pero lo difícil es formar el patrimonio. Mantener en toda su pureza la casta de animales que nos entregan selecta, no es empresa sencilla ; sin embargo, lo dificultoso estriba en depurar esa casta. Y don Vicente José es un escultor de animales vivos, un alquimista de la sangre brava. En su retorta mezcla y combina el tamaño de los toros de Cabrera y aquellas sus buenas hechuras, la dureza de patas, la resistencia física, el poderío y hasta la chispa de malicia que tienen los pupilos de Bécker ; la fiereza, el nervio, el celo, la codicia de las reses del marqués de Casa Ulloa ; amén de nuevas cualidades, menos destacadas, que poseen otras puntas de ganado, también adquiridas por él…., y el resultado es el toro vazqueño.
Pero a pesar de todo, le falta un ingrediente, que es el de la nobleza hermanada con la bravura, dentro de un tipo de menos aparentar, lo cual es la nota característica de los toros del Conde de Vistahermosa, también avecindado en Utrera, predilecto de los picadores, que miran por la integridad de sus costillas, y del gran público, que ve en ellos la doble garantía de lucimiento de los lidiadores y cosecha de nuevos laureles para la divisa.
Sin embargo, las lógicas pretensiones del famoso criador no van camino del logro, y esa especie de piedra clave del complicado arco que es una ganaderia, parece que se va a quedar sin colocar. Ni la puesta en juego de valiosos empeños, las súplicas encarecidas y patéticas, ni el ofrecimiento de fuertes sumas…. Nada consigue ablandar el duro corazón del Conde, que se limita a decir que, igual gusto que puede tener don Vicente en adquirir sus vacas, tiene él en conservarlas en su poder.
Benito de Ulloa y Halcón de Cala, segundo Conde Vistahermosa, ni siquiera recibe a quien considera un plebeyo. Don Vicente pone en funcionamiento contactos, ofrece una verdadera fortuna por algunos animales y hasta consigue que dos duques intercedan por él…. Pero todo en vano. El Conde se niega a venderle nada.
Pero don Vicente no ceja y sigue dándole vueltas al asunto, o mejor dicho, buscándole las vueltas. Y un buen día sale del palacio arzobispal de Sevilla con una sonrisa de triunfo.
Cuando a oídos del señor Conde llega la noticia, que va cundiendo por la comarca, de quién es el que ha arrendado, en una cantidad alzada, por varios años, al arzobispo el tributo del diezmo que deben pagar los agricultores y ganaderos, queda el aristócrata pensativo y, cecijunto, exclama :
– ¡ Es mucho tesón el de don Vicente José !
Don Vicente compra al arzobispo de Sevilla el derecho de percibir los diezmos para él. De esta manera se convierte en el recaudador de la comarca y pide al Conde una entrevista, no a título personal sino en cumplimiento de sus funciones episcopales, y el Conde le atiende muy fríamente. Pero obligado por ley a ceder una parte de su bien más preciado, no le queda más salida que la obediencia.
Don Vicente consigue reproductores y reproductoras de Vistahermosa, los cría al margen de su propia vacada.
Hizo un proceso de selección consanguínea desechando machos y hembras que no soportaban las pruebas rigurosas del tentadero y sin destinar a la fecundación a las vacas del Conde sino a los becerros que obtuvieran una nota inmejorable.
Al cabo de unos años alcanzó un número de 150 vacas Vistahermosa, y es cuando procedió a la operación de mezclarlas con las demás que poseía, y a partir de ese momento no se preocupó ya de la procedencia de machos y hembras para su procreación por haber obtenido el objetivo propuesto al principio : bravura, nobleza y tipo.
Se asegura que don Vicente llegó a poseer 8000 vacas de vientre y 2000 toros, en 1818.
El toro vazqueño resultó un toro más bajo y más noble que el toro de Cabrera, pero más fuerte y grande que el de Vistahermosa el toro vazqueño era un híbrido perfecto. Don Vicente decía a sus colegas poseo – afirmaba sin modestia alguna, lo mejor que tiene cada uno de vosotros.