Juan de Dios Pareja-Obregón declaraba a Filiberto Mira, en Aplausos en 1990, 25 años después de haber heredado La Abundancia y los toros ; y 22 años después de haberlos vendido.

Nieto del Espartero y de doña Celsa, hijo de Pilar y sobrino de doña Concepción, » su madre adoptiva » como decía a Juan de Dios se le puede considerar el arquetipo del andaluz bohemio, poeta, torero y ganadero.

Su abuela, doña Celsa, tenía un fuerte carácter, un día al volverse a Sevilla, le pidió al casero que le pusiese unos garbanzos. Ella iba con un coche con cinco alazanes. El casero, con timidez, le dijo que se le habían acabado.

Llamó al encargado. – ¿Cuantas yuntas tengo ? – preguntó.

– Tiene usted cincuenta yuntas de bueyes -, – ¿ Y cuántas de mulos ? – Señora, tiene usted cincuenta y tres de mulos. – Pues labre usted el cortijo – le ordenó -, y siémbrelo de garbanzos. Al año siguiente hubo que pedir graneros por toda la marisma para guardar los garbanzos de doña Celsa.

Ésa era la mejor finca de España y ése era el carácter de mi abuela, doña Celsa.

Doña Concepción – aseguraba Juan de Dios – no le iba a la zaga a su madre. Lo sabía todo.

Te adelantaba, ¡ esa vaca, por ejemplo decía pronto escarbará, o te pedía que la cambiases de tercio y ya no iba la becerra al caballo. De siempre apartaba su mejor corrida para Valencia, por lo menos la que más confianza le daba y ella que era una ganadera excepcional, casi nunca se equivocaba.

Recordaba Juan de Dios que en una ocasión, Manolete le cortó tres o cuatro orejas a la corrida. Por la noche sonó el teléfono, cosa poco habitual.

– ¿ Con quien habló, por favor ? preguntaron. Con la señora dijo mi tía – Mire señora, soy Manolete, le llamo para decirle que he cortado las orejas a sus toros. Esta fue la primera vez que hablo Manolete con mi tía. A partir de este triunfo, le compró Camará varias corridas para Murcia, Alicante…. que mató Manolete.

Los toros de Concha y Sierra, como casí todos los de la casta vazqueña, tenían poco genio y eran manejables para los toreros.

La primera oreja concedida en Madrid la ganó Vicente Pastor el 2 de octubre de 1909, por su emocionante labor al toro Carbonero, de Concha y Sierra, y la memorable de Juan Belmonte el 21 de junio de 1917, también en Madrid (Corrida del Montepío de Toreros ), fue realizada con el toro Barbero, de citada ganadería.

No está muy claro cuáles fueron los motivos de la compra de los Concha y Sierra por José Luis Martín Berrocal, pero puede intuirse que fue fruto de una de esas cabezonadas que tuvo a lo largo de su dilatada carrera en el mundo taurino. O quizás fue un capricho, si nos atenemos a la singularidad de esta ganadería tan antigua. O una inversión a corto plazo, como deja entrever el hecho de que, a los dos años, la largó a la empresa norteamericana King Ranch, que buscaba en España una finca para desarrollar sus proyectos de crianza para carne, después de valorar la opción de Portugal. Y allí se encontraron con este curioso hato de reses variopintas, infinitamente más pequeñas que los inmensos longhorn que solían criar en Estados Unidos.

La gran suerte de los vazqueños fue que Bob Klieberg, el dueña de la multinacional King Ranch, entendió que se trataba de una joya genética que debía de ser preservada.

Nombró entonces a Jaime de Urquijo para gestionar aquello, lo que no evitó el bache, pero salvó a la vacada de la más que probable aniquilación de haber caído en manos de un americano menos amante de la cultura taurina.

Porque, como narraba en un libro, Klieberg, afortunadamente, mamó algunos conocimientos sobre la fiesta en México, concretamente en casa de los Sordo Madaleno. Los Concha y Sierra siguieron anunciándose a nombre de Los Millares, aunque ya no eran estoqueados por las figuras. El 23 de julio de 1973, en Madrid, lo hicieron Vicente Punzón, Macareno y Raul Sánchez. En Madrid también, el 28 de mayo de 1978, Pajarito, un toro salpicado, careto, chorreado y alunarado fue condenado a banderillas negras, ya que habían desaparecido las de fuego. Y la corrida se saldó con una ruina total, igual que la lidiada en Pamplona el 12 de julio de 1978, sobre la cual Joaquín Vidal escribió en el País:

“Todo lo espectaculares que salieron los toros de Concha y Sierra por pinta e incluso algunos también por lámina resultaron también de mansos y descastados. No puede imaginarse una corrida tan variada de pelo, con tan clásica estampa, ni tampoco tan mala en todos los tercios. Los productores de King Ranch, S. A. por nombre ganadero » Los Millares » (antes Concha y Sierra ), fueron los toros de la ilusión primero y de la desesperación después.

Admirables sus hechuras de toro de lidia antiguo, de mucho cuello, gran papada, seriedad; rizada testuz ; mezclas de pelaje, con predominio de los castaños y los mulatos, y casi siempre con la combinación de un tercero o cuarto color.

Hubo un toro que reunía en su piel, el colorao, salpicao, cárdeno, lucero. Sobre todo el toro el que se lidió en quinto lugar, mezcla de mulato y cárdeno, con listón, fino de cabos, alto de agujas, enmorrillado, guapo de cara, bien armado y astifino. Pero tanta belleza no pasaba de ser, en realidad, el disfraz de una mansedumbre total.

Ni siquiera puede decirse que tuvieron malas intenciones estos toros. Eran, antes al contrario, el vivo ejemplo de la falta de casta ; aburrido género que salía abanto, topaba, se soltaba de todos los encuentros con los caballos y acababa probando las embestidas, sin tomar nunca los engaños y sin la acometida mínima para que los diestros pudieran ejecutar las suertes con algún lucimiento…..

Aquellos legendarios toros de la viuda que hoy parecen moruchos.

Aunque volaba a otra altura, a Bob Kleberg estas críticas no le hacían excesiva gracias, y los Concha y Sierra olían ya a barbacoa cuando se celebró un festival benéfico en San Bartolomé de las Torres con reses de la ganadería de » Los Millares «, para Litri, Aparicio, Emilio Oliva padre e hijo y Chamaco, cortaron doce orejas y seis rabos. Y entre » jiji » y » jaja «, todos le calentaron el casco a Litri para que fuera al quite de los vazqueños, lo que terminó haciendo a finales de 1979, llevándose las 375 vacas con sus sementales y sus crías hacia su dehesa » La Peñalosa «, en Escacena del Campo.

Desde su torre de marfil en Gines, Juan de Dios Pareja-Obregón comentaba sobriamente :

» El problema fue que cuando lo cogieron los americanos pensaron que eso de los toros era algo así como el cemento, y los destrozaron «. El Litri, después del desastroso paréntesis precedente, surgía como un salvador.

Durante los catorce años en los que intentó salvar a los vazqueños de la decadencia, Litri pasó de la ilusión de unas primeras tientas esperanzadoras – en las cuales sacó a otro Inspector de gran nota -, a la desesperación casi absoluta, al ver que la ganadería no tomaba vuelo a pesar de tantos esfuerzos. Había retentado el cien por cien de las vacas y, de las 375 iniciales, sólo había dejado 85. El Litri optó entonces por refrescar, dejando descansar a los sementales puros vazqueños, para añadir un toro del Conde de la Corte en 1980.

( Continuará )