Cuatro veces sonó el pasodoble Feria de Manizales para adornar tres veces las faenas de Ponce y una en el sexto que le correspondía al Juli. Un mano a mano inolvidable para cada uno de los catorce mil asistentes a la Monumental de Manizales.
Se lidió un encierro de la ganadería de Ernesto Gutiérrez, en su tipo y de buenos kilos. El juego se caracterizó por su nobleza y atención, algunos más encastrados que otros pero en general con posibilidades. Sobresalió el primero de la tarde que fue indultado.
Su majestad Don Enrique Ponce indultó el primero de la tarde, tras una faena espléndida, larga pero nunca aburridora; el arte y la sabiduría conjugada para deleitar a los asistentes con una faena que aunque tocó los dos pitones, estuvo fundamentada sobre la mano derecha, con temple, limpieza y ligazón. Hubo un pase larguísimo al natural en el inicio de la faena, que hizo vibrar los corazones… ese y otros cientos de pases, porque el toro era tan bueno, una máquina de embestir, que si hubiese querido el maestro quedarse hasta el fin de la noche toreándolo, lo hubiese podido hacer, tanto motor que no se acabó aún cuando recibió dos puyazos, muestra de su pelea como un bravo.
La verdad que las palabras se acaban en el repertorio de una periodista que con Ponce se convierte en una aficionada más, porque es indudable la sapiencia del torero valenciano que ante un toro que en otras manos no hubiese sido igual, en las del maestro hizo maravillas siguiendo con nobleza y calidad la muleta. Era impresionante ver cómo conoce los terrenos del ruedo para moverse con plasticidad, imposibilitando la búsqueda de las tablas por parte del toro. Después de cerrar con unas poncinas espectaculares, se vio lo que nunca, y es que tomó nuevamente el capote para ejecutar poncinas pero con él de percal. Estocada caída. Dos orejas.
El tercio de muerte empañó un poquito la gran faena de Enrique Ponce, una de aquellas diferentes porque aquí puso más su alma de novillero, como si necesitara de un triunfo este maestro de la tauromaquia. Aquí sacó la mayor plasticidad de sus muñecas para intercambiar la muleta de mano o para con la misma mano doblar de uno lado a otro la muleta para embeberlo. Se puso de rodillas para ejecutar naturales de mucha emoción. El toro era noble, bravo, embestía a media altura y sólo que le hacía falta mayor transmisión. No hubo orejas por un pinchazo previo a una estocada y un fallo con el descabello, pese a ello dio una merecidísima vuelta al ruedo y la plaza se fundió en un sólo grito de “Ponce, Ponce, Ponce”.
Julián López “El Juli” no podía quedarse atrás y con un toro que quería desde las banderillas quería rajarse, él no quiso pasaportarlo pronto, sino por el contrario se dispuso a ejecutar una faena de aquellas de verdad, de las que sólo las figuras pueden hacer; donde el toro aprende a embestir, a obsesionarse con la muleta así no quieran; varias tandas en redondo y algunos pases de uno en uno, tapándole la salida hacia la madera roja. Manizales gozó del temple y la maestría para hacer ver un manso como encastado. Un tercio de suerte suprema muy defectuoso, dos pinchazos, estocada calada y media espada. Saludo desde el tercio.
Julián López es un gallo de pelea, que no se puede quedar tranquilo sin triunfar, y con este toro que excedía su nobleza lo logró. La faena fue completa, ligada, limpia y alta conectividad, esa última es una de las mayores virtudes del madrileño; consigue que todo tipo de aficiones se enlace con su toreo… es más la afición le pidió antes que saliera del burladero de matadores, las lopecinas y efectivamente las ejecutó a la perfección. Estocada hasta la bola. Dos orejas.
Cerró la tarde el gran torero de Madrid, Julián López, con una faena de voluntad, entrega y cómo es de esperarse en él, con mucha calidad; a pesar que en esta última hubo tandas no tan limpias y hubo menos entendimiento entre toro y torero, una vez más el diestro estuvo por encima de las condiciones del ejemplar. Fallo con la espada en dos pinchazos y luego descabello. Ovación.
Reseña: Se lidiaron seis toros de Ernesto Gutiérrez de buena presentación y juego variado. Enrique Ponce Dos orejas simbólicas, dos orejas y vuelta al ruedo. Julián López «El Juli» Saludo desde el tercio, dos orejas y ovación.

Fotografia Rodrigo Urrego

Por Carolina Baquero