La corrida de Valdefresno lidiada en Madrid ha sido, como diría Gabriel García Márquez, la crónica de una muerte anunciada que, para colmo, esta misma mañana lo hablaba yo con unos compañeros y les decía que, la crónica, podía hacerla a las doce de la mañana y acertaría por completo. Tal y como ha sucedido. No hace falta saber álgebra para adivinar el resultado de ciertas corridas. Una porquería los toros de los hermanos Fraile que antes de ir directamente al matadero los han pasado por la plaza de Las Ventas para arruinar la vida de tres chavales ilusionados. Para colmo, Eolo, como un asesino más contratado por el Diablo, ha soplado de forma horrible para que el calvario de los chavales fuera todavía más sangrante. Dantesco lo que digo, pero muy cierto.

Cuando se lidian corridas para pobres pasa igual que en la vida misma puesto que, si mañana hubiera un terremoto en Madrid se caerían abajo todas las casas del Pozo del Tío Raimundo, pero La Moncloa, con Pedro Sánchez dentro, no sufriría daño alguno. Así es la vida para desdicha de los que menos tienen. ¿Alguna figura del toreo lidiaría este tipo de toros? Nadie, absolutamente nadie. Pero es que es un absurdo criar ese toro para que truncar carreras de chavales que, llenos de ilusión se juegan la vida a cambio de nada.

David Galván ha estado voluntarioso, tremendamente decidido pero, ¿para qué? Al igual que sus compañeros ha tenido que pechar contra los malos toros y con Eolo que, como digo, ha estado más criminal que los propios toros que ya es decir. Es un esfuerzo tremendo el del muchacho para llevarse un triste jornal y, al tiempo, que su vida pendiera de un hilo. Debe ser tremendo comprobar la realidad a la que aludo. Toros sin alma, sin fuerzas y con un peligro sordo que engañaban por doquier. Para mi humilde entender, bastante han hecho los chavales en salir ilesos del trance que, entre los toros y el viento, han pasado momentos de auténtico calvario. Una condena que la gran historia de esta ganadería se haya perdido para siempre.

Una pena que Juan Ortega no haya podido reeditar las bellas sensaciones que nos mostró en Madrid el día de Pascua que, con un toro difícil, pero que le ayudó en veinte muletazos, Ortega dio la medida de ser un torero auténticamente artista, cosa que demostrará, como le ha sucedido a Pablo Aguado, el día que le salga un toro que quiera colaborar con su bella causa torera.

Ha tenido dos toros distintos; el primero era malo, pero el segundo era un criminal en toda regla. Como a sus compañeros, el viento le molestó barbaridades; algo increíble, no sé si recuerdo una tarde con más viento. Pese a todo, los comienzos de faena de Ortega han sido bellísimos, como las dos verónicas que le ha endilgado al toro de Galván, todo ello, con una media primorosa. Esfuerzo inútil el del chico que, sin más oportunidades en la feria seguimos rezando para que, un día, que sea más pronto que tarde, le salga un toro que le ayude para demostrar ese gran artista que lleva dentro.

Joaquín Galdós es un torero que tiene buen corte, con aires de artista pero, eso lo demostrará cuando le salga un toro que quiera colaborar con él. Fijémonos que, hasta el mismo Roca Rey, con estos toros hubiera naufragado. Voluntad, mucha voluntad la del peruano que, como se comprobó, no logró nada resaltable; pero no era él culpable, como no lo han sido sus compañeros. Mucha tristeza en su rostro, algo lógico puesto que, eso de tener una oportunidad en Madrid, la tan esperada actuación y ver que todo se va por la borda, eso desilusiona hasta Dios si se vistiera de luces. Lo mejor de Galdós, dos estocadas de lujo.

Ahora, los tres muchachos, recogerán el mísero sueldo que les darán y se marcharán para sus casas con la sensación de ser unos fracasados. ¿Qué ha sido de la bravura de los toros de Moisés Fraile? Se la llevó el viento, como se han llevado las ilusiones de los tres muchachos.

Pla Ventura