Cumplimos hoy tres años sin la presencia de Víctor Barrio en los ruedos porque en tan aciaga fecha, un toro de Santa Coloma segó su vida en Teruel; podía haber sido de Juan Pedro, pero no, tuvo que ser un toro encastado el que terminara con la vida de un muchacho ilusionado que, poco a poco se estaba abriendo camino en su profesión, siempre, eso sí, frente a las corridas llamadas duras, las que matan de verdad como le sucediera a él.

Dentro de todos los males y del dolor que produce la muerte de un torero, caso de Víctor Barrio, el chaval, sin pretenderlo, engrandeció su profesión que, como sabemos, por culpa de los señoritos del toreo tan devaluada está. Pero siempre quedan hombres libres, románticos, llenos de esperanzas, caso de Víctor Barrio que no dudó en aceptar aquella corrida turolense en la que para él, lógicamente, era una oportunidad de oro.

En Teruel dejo su vida, como lo hicieron otros hombres en dichas plazas; recordemos que, lo que Barrio perdió de gloria, lo ganó en eternidad porque cada año que discurre le recordamos con cariño.

Víctor Barrio era hombre de apuestas fuertes, la prueba es que se doctoró en Madrid en su plaza de Las Ventas. Desde aquel momento, sin la suerte necesaria, sufrió un bajón que le hizo más fuerte, más noble ante los avatares de la profesión puesto que jamás desfalleció, teniendo motivos más que sobrados para ello. Digamos que, gracias a su tenacidad, Barrio estaba en el camino que le hubiera llevado hacia el éxito que con tanto ahínco persiguió.

Gracias a la muerte de Víctor Barrio, como decía, sin él pretenderlo, le hado a la fiesta la grandeza que tantos otros de sus compañeros le roban a diario. Ha muerto un torero y eso son palabras mayores. Hoy, sin más dilación, brindemos con amor por el recuerdo de este hombre apasionado que entregó todo en su profesión, incluso su propia vida.

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