Una triste entrada que escasamente llegó a los 3000 asistentes en lo que fue la cuarta corrida de la temporada grande en la plaza de toros México.

Se lidiaron 6 toros de “De la Mora” que si bien tenían mucha caja y solventable presencia, pareciera que les dieron una buena recortada en los pitones, sin embargo cumplieron al caballo, promoviendo el material didáctico para el lucimiento de los estetas por su nobleza extrema.

Juan Pablo Sánchez es sin duda un torero con unas cualidades extraordinarias y que posee el don de templar a los toros, por lo que cuando se encuentra con una suave embestida, genera que el arte brote como en una fuente natural. Tuvo grandes momentos en su primero al que sobó poco a poco logrando que parte del público se compenetrara con lo que acontecía.

Es como ese ser que daría su vida entera por una caricia, por un beso y por una palabra de aliento. El que si recibe una palmada, se siente amado por la necesitad tan grande de afecto. Lamentablemente así está el público de la México, que se apasiona con cualquier detalle y lo valora enormemente aunque no haya en ese abrazo más que una simple intención de cumplir. Y lamentablemente Juan Pablo, con todas las capacidades que tiene no rompe a más.

Sin duda hubo obras de gran valía, con trazos suaves y firmes, con sello y color, pero lejos de la perfección que los toros le instaban a manifestar. Por momentos se percibía esa ilusoria afirmación de un toro que pedía más, que suplicaba por entrega, la que él pone al entregar su vida de una muy decorosa forma, sabiendo que estaba en manos de alguien capaz. Al primero le corta una oreja y en su segundo le es negada, que para el criterio con el que en últimas fechas se califica en la Plaza México, hasta nos extraña que no se haya otorgado. Con ésto, seguramente veremos anunciado a Juan Pablo en la corrida del día 22 de diciembre en que se anuncia a 3 triunfadores mexicanos.

Diego Silveti es un torero al que sin duda se le ha apoyado de forma desmedida y que lamentablemente en escasas ocasiones ha correspondido. Si bien su linaje le ha traído tantas bendiciones por el cariño que en México se le tuvo a su padre y la magnífica administración que su tío Alejandro le ha suministrado a lo largo de los años, no hay manera de crear magia cuando no se tiene una varita. Ha tenido la mesa servida para ser hoy la mayor figura del toreo de este país. Anunciado siempre con grandes privilegios pese a que en los últimos años no lo hemos visto ni siquiera asomar la cabeza. Y ayer tuvo soporte de una parte del público, mismo que se fue agotando y de no ser por una voltereta en el quinto, se salvó de salir fuertemente abucheado; el cirio que tiene prendido hubiera apagado su flama. No podemos defender lo indefendible. No es “una mala tarde la tiene cualquiera” es que en este caso cualquiera es una mala tarde.

Si acaso en el primer tercio de su primero hubo un momento en que parecía acoplarse, todo quedó ahí. Un toro bueno que tristemente desperdició su calidad en unas manos que no lo entendieron ni supieron darle gloria. Y así se fue, con las orejas de adorno.

Ginés Marín venía precedido de un total fracaso en la temporada anterior cuando dejó ir vivo un toro, hecho que suele contrariar de manera violenta al aficionado.

Y sin embargo hoy se encontró con su media naranja, el más emotivo del encierro. Por momentos parecía no creer lo que estaba sucediendo. Seguirá por mucho tiempo en la ensoñación de una tarde de gloria.

Ginés tenía que venir a justificar el gran apoyo que ha tenido por parte de la empresa, que ciegamente ha creído en él y sin duda razones sobran.

Ya en su primero iba decantando el vino aunque quizá la uva estaba un poco pasada.

El arte tiene muchas formas pero un solo fondo. Se queda impregnado en cada poro de la piel, penetra en las células que se van exaltando para generar emociones, dilata las pupilas como si una sustancia prohibida se apoderara de ellas y suministra todas las hormonas que se requieren para generar placer, éxtasis, hasta conmover los sentimientos más profundos.

Y eso lo tiene Marín en su esencia.

Y aunque haya muchos modos de percibir el arte, será quizá el de los griegos el que unifique más criterios, el que posea los ángulos de la belleza más perfecta, como fue el cincel que ocupó Ginés para emular la perfección de la Venus de Milo. Era como si Alejandro de Antioquía usara los instrumentos a través de las manos del jerezano, consiguiendo una estética milenaria.

Y si no hubiera sido por un primer intento fallido al momento de culminar, seguramente el triunfo habría venido aclamado por la “multitud”

Quedó para el recuerdo.

El domingo entrante se anuncia a Enrique Ponce, Fabián Barba, Joselito Adame y Pablo Aguado con un encierro de “Reyes Huerta”.