La vida suele depararnos sorpresas, en esta caso muy agradables porque por un lance del destino hemos conocido a Giovanni Tortosa, al que sabíamos que era un pintor fantástico pero que, lo que no podíamos sospechar jamás era su condición de literato y, como hará a partir de estos momentos, colaborará con nosotros mediante un artículo semanal para deleitarnos a todos. Lo digo porque ya obran en nuestro poder un par de textos y, barruntamos que será todo un hallazgo para nuestros lectores que, ávidos de emociones puedo asegurarles que las encontrarán en la pluma de Giovanni Tortosa.

Ha sido un gusto conversar con este artista de la pintura que, como nos contó, vivió muchos años en Madrid, era abonado del 7 y, aquello le marcó para siempre; para bien, claro está. Sin duda por haber adquirido unos conocimientos taurinos que, muchos de los que escriben no saben ni que existe dicho tendido. Allí se forjo Giovanni, como los novilleros en las capeas para que, pasado el tiempo, el pintor es toda una autoridad en materia narrativa puesto que, su sapiencia la ha expuesto en varios medios pero que, como nos ha confesado, ha sido en nuestra casa donde ha encontrado el asidero perfecto para verter sus ilusiones.

Me ha fascinado la memoria de este hombre puesto que, pese a ser relativamente joven, apenas cincuenta años, recuerda cosas memorables en el devenir de la fiesta de los toros; era amante del toreo de Antoñete, tenía a gala ser amigo de Alfonso Navalón y siempre le fascinó el toro como tal; vamos, un tipo espléndido de los que ya no quedan pero que, “rebuscando” por el mundo halla uno personajes como Giovanni Tortosa que le dan sentido a la vida y, en su caso, al mundo de la pintura y, desde ahora, al de la narrativa puesto que, como digo, de sus manos y sentidos, de forma semanal tendremos un ensayo de su autoría.

-En su momento, Giovanni, ¿qué le cautivó a usted del mundo de los toros para convertirse en ese gran aficionado que es?

El color, movimiento, los fuertes contrastes, la liturgia que envuelve el espectáculo, la tauromaquia es el único teatro real donde todo cuanto sucede es verídico; belleza, vida y muerte se unen para ofrecer un espectáculo que no tiene parangón en el mundo.

-Dada su faceta como artista de los lienzos, como he podido saber, ha vivido usted muchos años en Madrid y, claro, era abonado del 7, un lujo que ostentan unos cuantos privilegiados. ¿Por qué eligió ese lugar y no otro cualquiera?

En realidad yo iba al cuatro, luego, con el tiempo y atraído por aquellos aficionados tan activos caí en el famoso siete. Aquello estaba comandado por el popular Felipe «el lupas», y cuando salía algún toro defectuoso quienes en principio protestaban eran los del siete, y luego eran secundados por el resto de la plaza. Es cierto, que también se vivieron momentos difíciles, y recuerdo la grave cogida de Curro Vázquez con un toro de Moreno Silva. El siete había protestado el escaso trapío del astado y al comprobar la gravedad de la cogida, salió al ruedo su apoderado Enrique Bernedo «Bojilla» e increpó al polémico tendido. Fue un episodio lamentable. Entre luces y sombras, lo cierto es que este grupo de aficionados han sido un bastión de contención ante muchos dislates de las empresas en Las Ventas.

-Sospecho, como tantos otros aficionados que la fiesta ha cambiado mucho desde que nosotros la descubrimos. Según usted, ¿dónde radica el cambio  que aludimos? ¿Era el toro, los toreros……?

Si miramos la historia del toreo caeremos en la cuenta que todo se ha invertido, los valores antiguos ahora son defectos, por ejemplo: en el siglo diecinueve se aplaudía a rabiar a los picadores que se atrevían a salir a picar a los medios; sin embargo ahora, sucede todo lo contrario, el público reprocha que se salgan de las rayas. Se permite que se pique junto a las tablas, la consabida «carioca», etc. Luego, se han subvertido los protagonistas, antes lo era el ganadero y sus toros, el torero quedaba en segundo plano. Ahora, justamente es lo contrario. El toreo de capa era fundamental, y ahora apenas tiene relieve, sólo pareciera que la muleta es el todo. Desde que Manolete cogiera el cetro del toreo, se trastocaron esos conceptos: las rivalidades en quites fueron menguando, la variedad del toreo con capote fue a menos y todo fue adelgazando.

-¿Cree usted que le marcó Madrid en calidad de aficionado? Si es afirmativo, dígame los motivos.

Entre los festejos de provincias y Madrid, existe un diferencial; la materia prima que es el toro siempre tendrá en Madrid una presencia y variedad de encastes que en cualquier otra plaza. Esto, no cabe duda que enriquece a cualquier aficionado. Todo se cuida mucho más, los anhelos de triunfo son mayores debido a la repercusión de esta plaza. Por tanto, hacerse aficionado en Las Ventas es una suerte, por lo que allí se aprende.

-¿Qué tenía, por ejemplo Antoñete, que no tienen ahora los toreros? ¿O será acaso que nos vence la nostalgia que nos hace pensar cada el tiempo pasado fue mejor que el presente?

Antoñete reaparece en una época donde el toreo era bastante especulativo. Lo que Chenel aporta es la pureza y autenticidad de su toreo; lo convertía en la difícil sencillez que tanto se persigue en cualquier arte. Recuerdo su forma de citar en la misma boca de riego de la plaza, aguantando la embestida de un toro desde más de veinte metros. La forma de cargar la suerte era otra de sus peculiaridades, y demostró que aún con su físico un tanto mermado, se podía torear sin artificios, de forma natural y exenta de las trampas que por esos años tanto se usaban. Creo que su toreo dejó un buen legado, podría citar a César Rincón entre otros.

-Usted, como me ha confesado, ha decidido ser colaborador nuestro. ¿Qué tiene nuestra casa para usted que no ha encontrado en otros lugares donde ha morado?

Siento respeto por cualquier medio donde haya colaborado y siempre les estaré agradecido. La suerte ha querido que llegara hasta «Toros de Lidia», y eso me congratula, porque la filosofía de este portal taurino está emparentada con mi visión de entender la tauromaquia: la defensa de la casta, integridad del toro,  perseverar en la tauromaquia auténtica.

-En su momento, en lo que a críticos se refiere, su ídolo no era otro que Alfonso Navalón. De la actualidad, ¿quién sería para usted un referente en la crítica?

Tuve la suerte de conocerle, de escuchar sus teorías taurinas, de saborear su inmenso sentido del humor. Sabemos que era un crítico duro, exigente, quizás por sus abundantes conocimientos. Era temido por muchos sectores, pero hay que reconocer su labor de restauración de la Fiesta. En los años setenta, los empresarios más potentes cuestionaban el futuro de ésta. La reciente época de «El Cordobés» había sido arrasadora en cuanto al toro que se lidiaba, prácticamente utreros ¡y de los pitones ni qué decir! Habían ganado mucho dinero, pero el estado del espectáculo era lamentable. De ahí surgió la idea de un toro con más volumen y casta; Las Ventas fue la plaza que inició el cambio, y entre los propulsores de aquello estaba Navalón.

De la crítica actual diría que anda más preocupada por ensalzar y respaldar a las figuras. No creo que volvamos a tener a un Navalón o Joaquín Vidal.

-Me ha emocionado cuando usted me ha recordado aquellos tiempos gloriosos que vivimos en EL MUNDO DE LOS TOROS, la revista de Juan Boschs que se editaba en Palma de Mallorca. ¿Cree usted que en aquellos años, en dicho medio, éramos mejores o peores que lo que tenemos en la actualidad?

En «Las desgarradas entrevistas de Pla Ventura» que usted publicó en los años ochenta, la mayoría de los entrevistados aluden a Juan Boschs como alguien señero y singular en la prensa taurina. Y eso dice mucho acerca de una revista taurina, que para más intríngulis se elaboraba en Mallorca, una isla que ahora tiene sus controversias hacia la fiesta de los toros. Pero en esos años, la plaza de Palma era muy activa, incluso se doctoraron toreros de la talla de Roberto Domínguez.

-Entre otras lisonjas, amigo, por ejemplo, el ganadero Justo Hernández dijo que habría que suprimir el reglamento taurino. ¿Hacia dónde cree usted que camina el taurinismo?

Aquí se demuestra que el mundo taurino es sumamente anárquico, que cada cual barre a su conveniencia y que son muy pocos los que actúan para beneficio del propio planeta de los toros. Así es difícil defender un entramado que hoy recibe varapalos por todos lados, en su mayoría de ignorantes; pero también es cierto que los taurinos no han sabido mostrar los valores de un espectáculo único y excepcional.

-Según su sabiduría, ¿qué le falta a la fiesta para que la gran mayoría de los aficionados se decanten por la grandeza del toro en plenitud? Se lo digo porque, para nuestra desdicha, las masas se inclinan por el toro santificado, justamente de donde nacen todos los males de la fiesta.

La idea del «bombo» que puso el productor de arte Casas no era mala cosa, muy al contrario, podía suscitar el interés del aficionado. La prueba fue el ver a Roca Rey ante los «adolfos». Pero aquello sólo fue «flor de un día»; sabíamos que las figuras no iban a pasar por aquél fielato, y así fue. Se censura continuamente a José Tomás por elegir siempre las mismas ganaderías, pero no se hace lo mismo con el resto de figuras. Ahí tienes al Juli, siempre fiel a Domingo Hernández, Garcigrande, que viene a ser lo mismo, Daniel Ruiz y Juan Pedro. Mientras prosiga todo este sistema, el espectáculo taurino seguirá anquilosado. A pesar de todo yo soy optimista, en las últimas temporadas estamos viendo bastante público joven en los tendidos, y tengo la impresión que ellos buscan otras cosas, otras respuestas de los taurinos. Algunas ferias de novilladas como Villaseca de la Sagra o Calasparra están teniendo mucho eco entre los aficionados y eso es buen presagio.

-Nos separan los Pirineos y, fíjese qué diferencia entre Francia y España que, como usted sabe, en el país galo nos siguen dando lecciones de torismo y lo que es mejor, de honradez. ¿Cree usted que algún día aprenderemos la lección?

Pienso que en España es donde más y mejores aficionados existen, pero a esos aficionados sólo se les ofrece que pasen por taquilla. En Francia, el aficionado está vertebrado en muchas ferias y se pide su participación en la selección de ganaderías y otras componendas. Es parte del entramado taurino, aquí el aficionado pinta muy poco.

De momento, no conozco a nadie en España que se haga fotos con un picador, circunstancia que sí se da en la Francia taurina. Eso explica que el aficionado galo aprecia cada elemento que nutre este espectáculo. Suelen ser verdaderos estudiosos y por ello los mismos toreros que aquí no respetan las distancias para colocar el toro ante el caballo, allí si lo cumplen. En el fondo, todo se basa en los conocimientos de los públicos y eso lo intuyen los actuantes. Y estos rebajan o aumentan el valor de su compromiso. Por eso, muchas plazas francesas no suelen ser del agrado de la torería andante.

-He visto su obra pictórica en la que pinta usted diversas materias pero, veo poco taurino. ¿Cuál es la razón siendo usted un artista consagrado? Y, disculpe, tiene su aquel la pregunta que le hago porque un gran aficionado como usted, según entiendo, la fiesta de los toros no puede pasarle por alto.

Cuando pinto temas taurinos, lo suelo hacer por encargos, incluso algún que otro cartel. Nunca hice exposiciones teniendo como principal temática la taurina. Para eso es necesario estar metido en el ámbito de las ferias, tener infinitos contactos con el mundillo taurino, etc… Además, la clientela taurina es más bien escasa, por lo que sería arriesgado dedicarse por entero a ello.

-A veces yo mismo me pregunto para mis adentros y digo. ¿Será que nos hemos quedado anclados en el tiempo y no comprendemos la fiesta actual, esa que tanto ponderan las figuras y que tan bello torean? ¿Le sucede a usted lo mismo?

Sí, totalmente de acuerdo. Esa frase emblemática que dice: «hoy se torea mejor que nunca» no sé si responde a la realidad. Posiblemente se han alcanzado unos niveles estéticos muy altos, que para el público generalista suele tener buenos efectos. Ahora bien, ¿esta carga estética, deja poso en la memoria del espectador? No lo tengo muy claro, y si sumamos la ausencia de peligro en la mayoría de toros que lidian los de arriba, y encima con faenas interminables, la cosa se vuelve extraña. Para que una faena tenga sustancia no es necesario atiborrarla de infinitud de derechazos; los antiguos maestros nos dejaban entrever que con dos o tres tandas bien ejecutadas bastaba.

-Los antitaurinos hacen su papel destructor y, como se ha demostrado, han cerrado ya muchas plazas con la anuencia de los políticos salvajes que les han dado cuartelillo pero, ¿quién le hace más daño a la fiesta, nosotros, los que la amamos o los que la odian?

El maestro Esplá decía que los toros llevaban el mismo camino de la ópera, serían representados en unos pocos sitios. Pero tal vez eso haría que los asistentes fuesen mucho más exigentes y comprometidos. Y en el fondo esta fiesta nunca fue de grandes mayorías; si vemos fotografías antiguas donde toreaban Rafael El Gallo, Sánchez Mejías, o incluso en los tiempos dorados de Guerrita, Lagartijo o Frascuelo, los tendidos no siempre estaban llenos; en muchas fotos vemos toda la zona de sol casi desierta, más o menos como ahora.

Si alguien tiene que darle la «puntilla» a este espectáculo, creo que serían los de dentro. Como caso elocuente está Barcelona, donde Balañá no creo que esté interesado en dar toros; cierto es que los políticos provocaron su cierre, después se falló en torno a la libertad del espectáculo, y ahora ningún taurino moverá ficha para ello.

-¿Cómo se puede entender que, para los políticos de izquierda, se pasan la vida defendiendo a los animales por aquello de querer suprimir los toros y jamás les he visto defendiendo la vida de ninguna persona?

Considero que el marxismo nunca creyó en el ser humano como ente individual, luego está la llamada «supremacía moral» que atesoran y alardean, llegando incluso a ponderar al mismísimo Jesús de Nazaret como el primer feminista, así como también le quisieron convertir en el primer socialista de la historia. Cualquier estudioso o experto del cristianismo primitivo se tiraría por los suelos al saber esto; es un verdadero disparate intelectual y falto de rigor histórico. La secta americana de los Adventistas del séptimo día fueron los primeros animalistas fanatizados, y luego les siguió el nacional-socialista Adolf Hitler, el mismo que salió horrorizado de una corrida de toros y que después se cargaría a varios millones de seres humanos. Esto último lo dice todo….

-Tal y cómo se está desarrollando todo, por favor, aventúrese y dígame, ¿Cuál será el futuro de la fiesta?

Este espectáculo no tiene otra financiación más que las entradas que paga el espectador. No existen anunciantes, ni nada parecido, por tanto habría que mimar a ese espectador. Si la materia prima es el toro, lo que sigue es el actor, es decir el torero, y fomentar nuevos toreros ha de ser primordial, por ello organizar novilladas es lo principal. Aunque algunos empresarios se escudan en los altos costes de estos festejos; es cierto que los gastos de base serían como las corridas, pero también hay que considerar que no es lo mismo pagar en una plaza de tercera a una de las figuras cincuenta o sesenta mil euros por destorear  unos animales casi domesticados, que pagar los gastos de un novillero. Y algo que casi nunca se pondera: abaratar costes, este es un espectáculo excesivamente caro para las condiciones que a veces ofrece: plazas decimonónicas e incómodas, cualquier estadio de tercera división tiene mejores condiciones que muchas plazas de toros. Un ejemplo de plaza atractiva y que reúne las mejores condiciones está en un pueblo de Toledo: Illescas.

Ha sido un gusto conversar con usted. Sepa que le esperamos con los brazos abiertos. Añada lo que su corazón le indique.

Pues que fue todo un honor el haber compartido estos conceptos con alguien como usted, que es un referente de la lealtad a las realidades taurinas. Y que tantos años después de conocerle a través de sus artículos y algún libro, tuve el placer de comenzar esta andadura literaria a través de «Toros de Lidia». Eternamente agradecido…

Pla Ventura