Con motivo de los cincuenta y cuatro años de alternativa del maestro Gregorio Tébar El Inclusero, al respecto hemos podido conversar con magno torero para que, una vez más, nos muestre sus impresiones al respecto de la fiesta de los toros, la que él tanto amó y, lo que es mejor, a la que le sigue profesando un rito especial puesto que, aunque sea en tentaderos o en el mismo campo, el maestro sigue impartiendo lecciones de su sabiduría, aquella que le han dado los años, la que ha cultivado con esmero, la que aprendió de los grandes que en el toreo han sido y, de forma inevitable, la que siempre anidó en su alma.

Es admirable que, a sus años, cuando cualquier hombre con esos años de alternativa es un anciano, «El Inclusero» sigue vistiendo el traje corto para seguir embelesando a los aficionados puesto que, si se me apura, respecto al arte, El Inclusero hace lo mismo que Morante, pero sin pasarnos factura ni entrar por taquilla. Pensemos que El Inclusero conserva su figura admirable, al tiempo que su cuerpo le responde como si de un chaval se tratare.

Para colmo de la alegría, sus lecciones, aunque sea con vacas al uso, siguen siendo tan bellas como siempre; lógicamente, sin el innecesario riesgo para ello puesto que, como digo, solo actúa para sus amigos en recintos privilegiados, por tanto, no tendría razón de ser que arriesgara más que las propias figuras de hoy en día que, con toros a modo, insisto, el que puede, imita a El Inclusero.

Gregorio Tébar sigue siendo un libro abierto de cara a los aficionados puesto que, si como torero fue un hombre atípico, en calidad de ser humano es un tipo admirable que se curtió en el mundo de los toros y, sin duda, aferrado a la cultura que, como él confesara, es el valor que podría cambiar el mundo.

Con todo lo que se nos ha venido encima, conversar con este hombre no es otra cosa que una bocana de aire fresco para el alma.

-Maestro Tébar, todavía retumban en mis oídos o, mejor dicho, todavía se me humedecen los ojos cuando recuerdo las crónicas que Joaquín Vidal hacía de usted. ¿Cómo recuerda usted aquellos episodios culturales taurinos en lo que el señor Vidal se expresaba sobre usted con un trazo memorable?

De las crónicas que me hacía Joaquín Vidal solo me salían enemigos. Él se limitaba a escribir lo que veía, sin importarle ni el carné de identidad, ni de torero, ni en qué grupo estaba. VENGAN PAÑUELOS BLANCOS PARA EL INCLUSERO; OPOSITOR A CÁTEDRA; EL INCLUSERO EXPLICA CÓMO ES ELTOREO. Son algunos de los titulares que me dedicó que si hiciera un ejercicio de memoria y los enumerara todos, cualquiera quedaría embelesado.

Hace apenas cuatro años, maestro, todavía albergaba usted la idea de poder despedirse en Alicante por Hogueras con motivo del cincuentenario de su alternativa y, al final no pudo ser. ¿Qué pasó?

Lo intenté como siempre hice en mi dura carrera en el toreo pero, al final, las circunstancias ni la empresa lo consideraron como un acierto, como lo que yo creía que era. Lo intenté, como digo, y nada tengo que reprocharme. Además, para tranquilizar a todo el mundo, quise hacer aquella incursión artística en mi plaza porque sentía que podía, de no poder, no hubiera molestado a nadie.

Usted, como aficionado, no tiene desperdicio. Lo digo porque ha defendido siempre a los toreros de arte y con ese regusto especial que, al respecto de sus pasiones, sus toreros siempre han sido admirados en Madrid, entre ellos, Carlos Escolar Frascuelo. ¿Qué tiene este torero para que usted sea partidario acérrimo de su arte?

 Una pena que, como a mí me sucediera, al final no le han dado la oportunidad de torear en Madrid en los últimos años, la que siempre ha sido su plaza. No es menos cierto que, cada vez que Frascuelo ha toreado en Madrid, además de repetirlo con presteza, tendría que estar subvencionado por el Gobierno de Madrid, sencillamente porque es un fuera de serie, un torero de culto.

-A lo largo de su historia, maestro, siempre le he visto reacio hacia la labor de las figuras del toreo y, usted deberá de convenir conmigo que siempre las ha habido, ayer, hoy, mañana y siempre y, las mismas son las que tienen tirón popular de cara a las taquillas. ¿En qué basa su crítica al respecto?

 Hay figuras que podrían ser grandes toreros, pero los imperativos y los grandes problemas que deben imponer los empresarios no les dejan. Entonces se convierten en figuras, pero no pasan de ahí, no van más allá. Se han perdido por ser figuras y no van a llegar a ser toreros de culto como lo son Frascuelo o Sánchez Puerto. Las figuras no tienen ese don. 

Lo que sí deduzco de sus opiniones, Gregorio, es que si tiene usted cierta predilección por Morante de la Puebla. ¿Por qué José Antonio sí y no los demás?

 Sin duda estamos hablando de un torerazo para mí, que además es figura, ese es Morante de la Puebla. Un torerazo que tiene la suerte de ser figura. Algo rara avis. Como te digo, aquello de ser figura y ser artista no es muy usual en mundo que nos movemos.

-¿En qué ha cambiado el toro de sus primeros años como matador, con el toro que se lidia en la actualidad?

El toro de ahora, con ese volumen, da mucho miedo. El de antes era más liviano, repetía más y repartía más cornadas y más leña. El de ahora reparte menos pero se pasa un trago delante de ese pedazo de toro. El toro lo que tiene que hacer es embestir y repartir cornadas, así pillarían más cacho otros toreros. Tendría más emoción todo. 

Comparto todas sus opiniones y, lo que es peor, sostengo que a las figuras, podridos de dinero, les falta ese punto de romanticismo que tanto engrandecería a la fiesta. Antaño, los toreros que mandaban en el escalafón cuando salí un chaval que arreaba y prometía, pedían rivalizar con ellos para demostrar su valía en la plaza que fuere y con quien fuere.  Imposible nuestra idea ¿verdad?

Fíjate si las figuras pudieran ser un poquito más románticos y dijeran «ponerme a fulano que dicen que torea como Dios». Entonces Frascuelo podría torear seis corridas al año con ellos, El Inclusero podría estar toreando todavía, Sánchez Puerto, Pepe Luís Vázquez también…  Esto sería otra cosa.

Conforme está el mundo del toro, maestro, cuando veo a los toreros que tienen que ir por libre y ganarse los contratos con sus triunfos, en ocasiones resulta un fiasco horrible, Diego Urdiales podría ser un ejemplo de lo que le digo. ¿Verdad?

 Ser torero por libre es una ruina. Así se va día a día, tarde a tarde. Es muy difícil entrar donde el circuito está restringido. Por eso digo de repartir un poco más el pastel a otros toreros. Sería muy hermoso. ¿Cómo es posible que un hombre que no torea, vaya en cualquier momento a Madrid y haga prácticamente lo más artístico de la temporada? ¿Qué pasa, que les da miedo a las figuras y a los apoderados y no quieren? Si ese hombre tiene algo innato, ¿cómo le vas a cortar las alas? Déjale que se manifieste. 

 -Madrid es una plaza a la que le siguen temiendo muchos toreros, especialmente las figuras que, como se sabe, acuden a Madrid en ocasiones contadas, muy seleccionadas y pare usted de contar. ¿Por qué los poderosos le tienen tanto miedo a Madrid cuando, como yo sostengo, Las Ventas sigue siendo la plaza más generosa del mundo?

Tú lo has dicho, Madrid, Las Ventas, la plaza de toros más fácil del mundo. Ese es el sitio ideal para ir con la verdad, y con torear ya vale. Pero claro, al toreo hay que imprimirle verdad puesto que, las medias tintas y el destoreo allí no cuelan, ese es el miedo de los que adiestrados por las ferias, cuando llegan a Madrid ven un muro insalvable que en realidad no existe, pero es el sentir de los mediocres.

 -Muchas veces, maestro, en mi fuero interno he llegado a pensar que José Tomás es el gran culpable de los males de la fiesta; y lo digo con pena porque si ese hombre quisiera, el revulsivo que le daría a la fiesta, con el mimo, hasta enterraría a los antitaurinos. Fíjese que, con apenas veinte tardes, si se me apura alguna menos, al diestro de Galapagar le bastaría y sobraría para dejar el toreo en lo más alto, en revitalizar a la afición, en dejarse televisar para que todo el mundo supiera de su arte; en definitiva, para engrandecer el toreo pero, no quiere asumir ese estatus de ser el torero más importante de la actualidad  y se conforma con poco. Para usted, ¿cuál es el motivo?

 Lo definiste perfectamente porque si el gran y admirable José Tomás tuviera afición, fíjate lo que digo, AFICIÓN; porque en lo que a convocatoria se refiere él es el gran jefe, pero luego no se impone una ley a la hora de decir «estoy rico de esto y voy a ir a ayudar a los míos, a ciertos toreros y voy a levantar esto que está muy mal». Por su parte es un egoísta, abandona a los suyos totalmente. Parece que tiene un negocio: va con el zurrón, se lo llenan y se marcha. ¿Y por qué no deja que le vea todo el mundo, refiriéndome a la televisión? Algo que tú has apuntado con acertado criterio.

Los años, como usted sabe, producen un respeto desmesurado hacia los maestros que en el toreo han sido. Usted es un referente de lo que digo. ¿Qué piensa usted al respecto?

¿Respeto? Te voy a contar de qué va el respeto de ahora: Me encuentro de vez en cuando con alguna figura y veo que me saluda de una manera que solo le falta ponerme la alfombra roja, igual que si yo fuera un semidiós. Y ya te mosqueas, dices «pero bueno, ¿a qué viene esto? Si luego se da la vuelta y no es ni capaz de preguntar dónde estoy, cómo estoy, si querré torear…».

 

-Me consta que a usted le gusta mucho estar al tanto de lo que ocurre en el mundo de los toros y, al parecer, le llama mucho la atención lo que sucede en México, quizás porque la letanía nuestra se la sabe de memoria. ¿Qué tiene el país azteca que no tenga España?

Como aficionado, yo veo todas las corridas que puedo, ahora mismo por ejemplo estoy enganchado a lo que pasa en México como muy bien has apuntado. Y es muy complicado, porque resulta que sale un chaval que está empezando, y ya ha aprendido todo lo que no debe aprender nunca de las figuras, que es la pierna atrás y la escondo cada vez más, me retuerzo más… ¿Y entonces sabes qué es lo que hago? Que automáticamente apago la televisión o el ordenador. Es una pena que los defectos de los toreros sean iguales en México que en España o en cualquier país del mundo. No es menos cierto que, en la Temporada Grande de La México, la que tuve el honor de pisar en mis años jóvenes, ha habido un muchacho que me ha encantado por su valor y buenas maneras, José Mauricio es el hombre que, tras muchos años de batallar, al final parece que le quieren escuchar, algo que me llena de alegría.

Deje que le haga el siguiente planteamiento respecto a las figuras. ¿Son los grandes toreros los que han engañado a los públicos o es que apenas quedan aficionados?

El público ha maleducado a las figuras, y las figuras han caído en la trampa. Antes no ocurría, antes eso de dar patadas en el suelo para provocar la arrancada del toro o esconder la pierna era inconcebible. Dicho esto, está claro que las gentes de hoy en día se conforman con poco; no los aficionados auténticos que sigue habiéndolos, pero la gran mayoría como público festero que acude a las ferias, todo les parece correcto cuando, en realidad, es de una incorrección que asusta.

-¿Qué sentir tiene usted respeto al aficionado puro y auténtico?

El aficionado, ya solo con ir a la plaza, pagar y seguir protestando, tiene un mérito enorme y les doy todas las gracias del mundo. Gracias a Madrid, a la Monumental de Las Ventas, a la afición de Madrid en definitiva, se mantiene todavía un poquito el respeto al toreo.

 -De poder torear ahora mismo, ¿seguiría eligiendo usted la plaza de Madrid?

Ojalá Madrid, pero Madrid es impensable porque es muy complicado por razones ya muy obvias. Pasa que, como dice el refrán, la suerte tiene nombre y apellidos. Y yo nunca he tenido nombre y apellidos en los despachos. Me he tenido que conformar con ser un referente para los grandes aficionados y para los críticos honrados, caso del maestro Vidal del que tanto hemos hablado.

 -Me consta que, respecto a El Pana tuvo usted un desencanto terrible. ¿Se quiere explicar al respecto?

Fue horrible por parte de la empresa de Madrid que no le permitieran a Rodolfo cumplir lo que era su sueño dorado, por el que luchó en todos los años que vino a España. Más que una injusticia, yo diría que lo que se hizo contra El Pana fue todo un crimen. Es más, el cartel como todo el mundo sabía, hubiera sido un éxito sin precedentes, Frascuelo y El Pana, mano a mano en Madrid un quince de agosto. Decían que era “viejo” y no querían que le matara un toro como los que salen en Madrid y, paradojas del destino, lo mató un novillote en un pueblo de México.

 -Sabemos que está usted enseñando, ayudando o tutelando, como usted lo quiera llamar, a un novillero alicantino llamado Alfredo Bernabéu. ¿Qué le ha visto usted a este chico para estar a su lado?

 Tiene una clase extraordinaria que es algo importantísimo en el toreo; es más, veo que ha avanzado mucho con mis lecciones que intento inculcarle, algo de lo que por el mundo aprendí. Sigo creyendo que, impartir lo que uno sabe sigue siendo un gesto de generosidad que todos deberíamos de tener en nuestros respectivos oficios.

 -Si le preguntara quién es Gregorio Tébar El Inclusero y me lo tuviera que mostrar en pocas palabras. ¿Cómo se definiría usted?

 Difícil me lo pones, pero yo te lo voy a poner fácil gracias a los medios tecnológicos que tenemos en la actualidad. Cualquiera puede entrar en GOOGLE, pone Gregorio Tébar El Inclusero y te lleva a Wikipeia y en tal lugar encontraremos toda la información que yo podría darte que, al final, acabaríamos aburriendo al lector. De tal modo le damos dicha dirección electrónica y todo el mundo sabrá de mí, mucho más que yo mismo.

Pla Ventura