Aceptable entrada en lo que fue la quinta corrida de la temporada.

6 toros de “Reyes Huerta” y dos de “Jaral de Peñas” correctos en presentación , peleando al caballo en su mayoría y muy diferentes en el desarrollo de la lidia. Destacó sin lugar a dudas el lote del mexicano Adame, siendo premiados ambos con los honores del arrastre lento.

Tarde en que sopló el viento desde los cuatro puntos cardinales complicando las posibilidades de cada uno de los toreros.

Enrique Ponce sin duda ha sido por muchos años uno de los toreros consentidos de la afición mexicana, lo cual siempre lo ha puesto en un sitio privilegiado.

La gente espera verlo triunfar y disfrutar con la plástica estética que posee.

En primera instancia la tersura acompañó sus manos, que fueron llevando en una danza a su enemigo hacia los medios embebido en el capote, calentando los tendidos que se estrujaban las manos esperando una gran tarde de toros. Y pese a que el astado tuvo bravura y calidad, fue el Dios del viento, el maya “Kukulcán“ quien se opuso a permitirle que se sublevara a su fuerza y poder. Y soplando con una magnitud desmedida, fue robándole las oportunidades de lucir y a pesar de toda su armonía y sus buenas maneras que ya son de todos sabidas, pudo más, demeritando la actuación del valenciano.

Tibias palmas escuchó, mismas que se replicaron al astado.

Su segundo, un toro más áspero de la misma ganadería simplemente no fue de su agrado, y entre las decisiones de la madre naturaleza y la comodidad con la que está acostumbrado Ponce a sentirse en esta plaza, los verbos no se conjugaron. Así que hubo de abreviar tratando de hacer evidentes los defectos, por así decirlo, del quinto de la tarde. Ante fallas repetitivas con el acero. Fue pitado al retirarse a la barrera.

Fabián Barba es un torero que desde hace muchos años ha justificado su inclusión en cada temporada. Cortando orejas, recibiendo cornadas, con grandes tardes y una actitud de gladiador. Y por fin hoy fue anunciado en un cartel que le hacía justicia y en el que su actuación podía catapultarlo en su carrera, pero las cosas no salieron como esperaba.

Su primero, un toro muy emotivo y codicioso con el que inició correctamente, mantenía la atención del público a cada instante. Solo que el Hidrocálido no fue capaz de entenderlo. Y pese a que por momentos parecía tomarle la distancia, fue el berrendo el que mandó en los tiempos, en las formas y en los terrenos.

El segundo fue más complejo ya que llevaba la cara suelta incomodando al diestro que porfió en busca del reconocimiento, mismo que no llegó nunca. Al fallar con la espada hubo silbidos de protesta.

Joselito Adame se topó con el mejor lote del encierro, su primero de Jaral de Peñas un toro de arrastre lento, con mucha calidad y bravura, acometividad, y todas las condiciones aptas para un espectáculo de envergadura.

Sin embargo es evidente que el público está ávido de triunfos, de gloria y de que México tenga una figura del toreo porque en realidad todo lo que ocurrió en el ruedo tuvo un factor primario irrefutable, el toro. Y Joselito entre enganchones y atropellos incendió a la parroquia que emocionada coreaba con fuerza cada muletazo. Una estocada recibiendo le otorgó un apéndice.

En su segundo, también de arrastre lento pero de “Reyes Huerta”, el tenor habría de afinar la voz, y llegar a las notas más altas con una validez muy diferente.

Toda la escala armónica fue ascendiendo, y los sostenidos en el do de pecho vibraban, y eso hacía un eco estridente en los tendidos. Pero había una obra perfectamente escrita que permitía el lucimiento a cada instante.

Así la amalgama, hacía que melodía y armonía llenaran los oídos con sus dulces acentos.

Se enredó en una faena llena de emoción que culminó con un volapié y un descabello que le valieron dos orejas un tanto protestadas pues el juez andaba de “black friday”.

Salió a hombros entre el encanto de la gente

Pablo Aguado que confirmaba su alternativa tuvo a bien decidir no desmonterarse en el paseíllo, faltando así, no al reglamento, pero si a la tradición. Hizo su presentación en la plaza más grande del mundo y definitivamente la expectación que había por verlo era enorme.

Pero no sabemos si la presión de torear en un coso tan Grande, o las expectativas puestas en un encierro del que se esperaba mucho, o el hecho de que en la México hay una gran sensibilidad hacia los artistas, pero su paso por aquí, fue verdaderamente anodino.

Se le veía desencajado, apático y sin esa ilusión de quien confirma con la mejor entrada y en el mejor cartel de la temporada.

Eolo hizo su aparición, pendiente de cada momento tratando de participar en la lidia e interponerse entre toro y torero. Y es que el burel, áspero, mató las esperanzas del sevillano.

El que cerró plaza portaba el hierro de “Jaral de Peñas” y además de bravo desarrolló genio mismo que puso en aprietos al coleta que hizo un par de intentos para decidir abreviar y marcharse ante el silencio sepulcral. Dijera el dicho, “mucho ruido y pocas nueces”.

El próximo domingo serán Sebastián Castella, Paco Ureña, Octavio García “El Payo” y Andrè Lagravere “El Galo” quienes pasaporten un encierro de “Xajay”

Por Alexa Castillo